Los profesionales de la podología llevan años pidiendo formar parte de los servicios de la sanidad pública. ¿Cómo está la situación ahora mismo?

En Canarias tenemos aprobada una proposición no de ley (PNL) y en el ámbito nacional solo Cantabria tiene incluida la podología en la cartera complementaria del Servicio Cántabro de Salud, y después también está Baleares. Sin embargo, se da de una forma muy poco representativa: se crea la cartera, pero existen pocas plazas para toda la comunidad. Hay muchos contactos a nivel político, tanto a escala local como nacional, y estamos recibiendo el apoyo de los sindicatos. Otras profesiones sanitarias también están manifestándose y diciendo que el podólogo necesita y debe ser parte de los servicios de la Seguridad Social.

Otra de las principales dificultades a las que se enfrentan los podólogos es el intrusismo. ¿Qué análisis hace de la situación actual?

Nos encontramos con una incongruencia. La Administración sí que a nosotros nos exige muchos requisitos a la hora de dar de alta un centro sanitario o podológico, pero resulta que, cuando llega una persona que no tiene título, no está colegiada… y abre un centro y pone la palabra podología en la puerta, no se le persigue. Es más, cuando nosotros queremos denunciar eso ante el Servicio de Acreditación hay muy poco o nada de actuación por parte de la Administración. Al final somos los colegios los que con nuestros presupuestos tenemos que contratar los servicios jurídicos.

¿Tienen ahora mismo alguna otra preocupación?

El estado de la podología en los centros sociosanitarios. Muchas veces nos encontramos con que no se reúnen las condiciones. Hay centros o administraciones que dicen mira, que queremos un podólogo. Y esos convenios me parecen estupendos al darle a la población un acceso a la podología, pero... ¿en qué condiciones? A menudo te ofrecen ir a un local como puede ser un edificio de usos múltiples donde hay actividades para gente mayor. No, mire, igual que usted no va a llamar a un médico para que lo atienda allí encima de una caja de cerveza, un podólogo tampoco. Si una administración quiere un convenio tiene que reunir los requisitos igual que cualquier clínica.

A nosotros nos exigen muchos requisitos, pero el intrusismo no se persigue

¿Qué otros retos principales tienen ahora mismo en el Colegio Oficial de Podólogos?

La difusión de la profesión: que la sociedad conozca qué es el podólogo, cuáles son nuestras competencias y qué tratamos, porque sí que es verdad que, al no estar incluidos en la Seguridad Social, mucha gente no sabe lo que hacemos. Y no solamente hablo de ciudadanos a pie de calle; a veces ni los propios profesionales sanitarios, como pueden ser médicos, enfermeros o fisioterapeutas, saben nuestras competencias.

¿Percibe que en el Archipiélago se da un suficiente cuidado de los pies o a veces estos quedan en un segundo plano?

Grosso modo, en un segundo plano. Sí que es verdad que en algunas zonas se puede notar que la gente acude más al podólogo, pero en otros lugares se percibe que los vecinos no saben que un podólogo le puede tratar su patología, y entonces van al médico de cabecera y este no tiene el conocimiento tan exhaustivo del pie como el podólogo y le manda tratamientos que no son efectivos.

¿Cuáles son las principales patologías que tratan?

Lo más frecuente, lógicamente, es lo que llamaríamos vulgarmente durezas y callos, y las uñas, que se entierran o crecen mal y tienden a molestar, a hacerse más engrosadas..., sobre todo a partir de una edad. También se ven muchísimos problema de dolor de talón y fasciopatías.

Tras el confinamiento ha habido un importante auge del senderismo y ya en los años anteriores se había producido un significativo crecimiento del running. ¿Notan ustedes eso en la consulta?

Sí. La podología deportiva es una parte de la podología bastante en auge en los últimos años. Nosotros somos conocedores de toda la biomecánica y podemos diagnosticar patologías relativas a ese campo. Estas a veces están en el propio pie, como una fascitis o una tendinitis, y en ocasiones son lesiones que se encuentran más arriba, como en la rodilla, cadera o espalda, pero se tratan desde el pie porque este es lo que une el suelo con nuestro cuerpo.

¿Es conveniente que quienes practican de forma frecuente running o trail running se hagan un estudio de la pisada?

Completamente. Es lo primero que tendrían que hacer antes de empezar a realizar deporte para ver si realmente tienen una predisposición a lesionarse, no esperar a ya tener la lesión. Si el podólogo ve que ese pie tiene un comportamiento anómalo a la hora de pisar o de correr, le puede anticipar a ese paciente que es probable que en un futuro se lesione, y decirle que presenta un exceso de pronación, una insuficiencia de alguna zona del pie… Si se le pone una plantilla, vamos a corregir y a mejorar esa biomecánica, con lo cual reducimos muchísimo las probabilidades de lesión.

¿Cada cuánto tiempo o en qué casos se debe concertar una cita con el podólogo?

Es totalmente personalizable y depende del individuo. No es lo mismo una persona de la tercera edad, con diabetes, una insuficiencia vascular, una neuropatía diabética… que otra. Sí hay tres grupos a los que se recomienda una consulta aunque no se tenga nada: los niños, para detectar anomalías en el desarrollo de piernas y pies; la población deportista, y la población diabética.