Cuando el verano del año pasado la Secretaría de Estado de Digitalización presentó la app Radar Covid para el rastreo de los casos de coronavirus en nuestro país, parecía que iba a cambiar realmente el rumbo del diagnóstico precoz de la enfermedad en toda España. Casi un año después de su puesta en marcha (empezó a funcionar el 20 de agosto de 2020), en Canarias –al igual que en la mayoría de comunidades autónomas– ha resultado ser un verdadero fiasco. En un año tan solo 129 personas positivas en coronavirus han introducido su código en la aplicación– tres en la última semana–, lo que supone el 0,2% de todos los casos constatados desde entonces en las Islas: más de 77.000 positivos en coronavirus.

La aplicación había prometido revolucionar los rastreos en España, que en aquel entonces eran más deficitarios que en la actualidad por la falta de recursos humanos. Así, tras probar la aplicación en una población muestra de 3.000 personas en La Gomera, las conclusiones eran alentadoras. La aplicación logró detectar el doble de contactos estrechos que los lograban normalmente los rastreadores canarios. Es decir, si en aquel entonces la Atención Primaria y el equipo de rastreadores específicos lograban detectar a una media de 3,4 contactos por cada caso positivo, con la aplicación este índice aumentaba hasta 6,4. La app tenía el potencial para ser útil y cumplía a rajatabla la normativa de protección de datos, pero no cuajó.

En el resto del Estado el fracaso de la aplicación ha sido similar. Las comunidades en las que la app ha acumulado un mayor porcentaje de hallazgo de casos son Asturias, con un 6%, y Cantabria, con un 3,8% . En el resto de comunidades alcanzan a duras penas el 2,5%.

La sanidad canaria ha solicitado 4.591 códigos para entregar a los pacientes, un 5,9% del total de casos a rastrear

Las aplicaciones de rastreo han sido concebidas por los científicos de todo el mundo como uno de los métodos más útiles para mejorar el rastreo de casos. Sin embargo, para que funcionen correctamente, se estima que, al menos el 60% de la población debe descargársela y aplicarla en su día a día, para poner coto a los brotes comunitarios.

En España se optó por no imponer una cifra límite, dado que, como señaló el asesor técnico del proyecto, Pablo Rodríguez , no parecía que este porcentaje tuviera un comportamiento «binario». «No es que haya un umbral de adopción de la app que dé buenos resultados y que por debajo de eso no funcione», recalcó Rodríguez, que insistió en que «un 20% de la población podría ayudar a reducir la pandemia un 30%». Bajo esta premisa, la puesta en marcha de la app tendría un comportamiento «lineal» que permitiría atajar más o menos la epidemia a razón de las personas que se la descargaran y la utilizaran.

A día de hoy, en España, se han descargado la aplicación 7,6 millones de personas, lo que supone el 19% de la población. Sin embargo, se desconoce cuántas de ellas la mantienen activa y la utiliza, pues basta con desconectar el Bluetooh para que ya no funcione.

Pero no todo el problema surge de las pocas descargas entre la población española. Las comunidades también tienen parte de responsabilidad. No son muchos los códigos que han dispensado los servicios sanitarios de las Islas. Según los datos de la aplicación, la sanidad canaria ha solicitado tan solo 4.591 códigos para entregar a los pacientes, un 5,9% del total de casos que se debían haber rastreado durante el último año. Teniendo en cuenta, además, el bajo número de personas que acaban introduciendo dicho código en la aplicación cuando se les dispensa (apenas un 2,8% de esos códigos han sido introducidos finalmente en la app), Radar Covid se ha ganado a pulso quedarse en el banquillo del equipo de rastreadores de la comunidad.