La cientíííca grancanaria Tatiana Mar Vaquero Escribano (Maspalomas, 1985) participó el pasado jueves en la visita del presidente Pedro Sánchez a la sede de la NASA en Los Ángeles.

A Tatiana Mar Vaquero Escribano le cambió la vida cuando apenas tenía ocho o nueve años. Era una niña cuando en la punta de Maspalomas pudo ver la Luna a través de un telescopio amateur. La luz que irradiaba el astro y el campo de cráteres que aparecía detrás de las lentes le llamaron poderosamente la atención. Desde entonces tenía claro que su vida iba a estar ligada con lo que sucedía más allá del planeta Tierra, lo que ocurría en el espacio. Luchó. Estudió durante años con un expediente académico excelente. Investigó. Entró en la NASA. Dirigió una nave no tripulada hasta introducirla en el sistema de Saturno para desintegrarla y así no contaminar dos lunas del planeta de los diez anillos. Y el pasado jueves fue una de los veinte españoles que recibieron al presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, durante su visita al laboratorio de la NASA situado en Los Ángeles donde esta grancanaria, de 36 años y natural de San Fernando, trabaja desde hace ya ocho años.

La ingeniera aeronáutica, que aparece en una de las fotos de familia junto al gobernante española y la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto; se encuentra inmersa en un proyecto dentro del Jet Propulsion Laboratory con el que se pretende confirmar la formación de vida en dos de las lunas de Saturno. Europa Press recogió de la visita oficial del mandatario que Vaquero relató «cómo el hallazgo de agua en una de las lunas del planeta de los anillos es crucial para investigar la formación de vida y también para el futuro de la humanidad, en la medida que confirma la existencia de recursos fuera de la Tierra».

En este proyecto la grancanaria se encarga del diseño y navegación de la ruta de una sonda que en el futuro se prevé que aterrice en Europa, una de las más de setenta lunas que rodean Júpiter. «El objetivo principal de este concepto de misión es detectar vida y estudiar la habitabilidad de Europa», apuntó en una entrevista concedida a El Periódico. Este programa aún está en ciernes debido a que no está previsto que se produzca ese aterrizaje hasta la próxima década.

El presidente del Gobierno visitó el pasado jueves las instalaciones de la NASA en Los Ángeles

A la espera del desarrollo de esa misión, a Vaquero se le recuerda en los numerosos artículos en los que se habla de ella por su labor dentro de la nave Cassini, la primera que orbitó Saturno. El lanzamiento se produjo el 15 de octubre de 1997 desde la estación de Cabo Cañaveral. Por aquel entonces, Mar Vaquero apenas tenía 12 años, pero ya había prendido en ella su interés por el mundo exterior. Dos décadas después, el 15 de septiembre de 2017, la ingeniera aerospacial fue una de las encargadas de que la Cassini se adentrara en la atmósfera de Saturno y se desintegrara después de quedarse sin combustible.

Uno de los objetivos de esa misión era que el aparato no se precipitara sobre los satélites Titán o Encélado, que podrían albergar vida. En otra entrevista a la productora CedeCOM con motivo de una charla sobre el guiado de naves espaciales en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Telecomunicación de la Universidad de Málaga, Vaquero aportó algunas curiosidades de la Cassini, como las comunicaciones con la nave. «La señal tarda unos 90 minutos en llegar desde la Tierra a Saturno y otros 90 en regresar a la Tierra» dada la distancia entre los dos planetas. También habló del trabajo del equipo de navegación en el que estaba integrada, que, explicó, consistía en «el seguimiento y el control de la nave». «Existen dos partes: la primera averiguar donde está la nave, determinar su posición y velocidad exacta para saber donde se encuentra en el espacio»; y, la segunda, «determinar si hay que moverla para que vuelva a esa trayectoria de referencia». «Mi trabajo se basa en esa segunda fase. Una vez sabemos donde se encuentra la nave, diseño una maniobra que corrige la trayectoria y mantiene el control», apostilló.

¿Cómo llega una niña que se crió en el seno de una familia, formada por un padre guardia civil y una madre ATS, que vivía en San Fernando de Maspalomas a la NASA? El gusanillo le entró gracias a aquel telescopio que le llevó a contemplar los detalles de la Luna. Pero continuó con su curiosidad innata por descubrir lo que había en aquel cielo limpio lleno de estrellas que contemplaba con el club de astronomía al que pertenecía. Su padre tuvo parte de culpa en cuanto a la dirección de sus estudios: «Su facilidad por encontrar una solución rápida y creativa a los problemas que se presentan en la vida cotidiana fue lo que realmente despertó mi interés por la ingeniería», declaró a El Periódico. En el ámbito astrofísico, Antón Fernández fue su mentor en la Isla, como recordó en un artículo publicado en este periódico de 2017 en el que recordó los fines de semana que pasaban en Pasito Blanco observando las perseidas.

Después llegó el encuentro que mantuvo cuando sólo tenía 12 años con el primer astronauta español en viajar al espacio, Miguel López-Alegría, durante una conferencia en el Centro Cultural de Maspalomas. Fueron sólo diez minutos, suficientes para que López-Alegría le animara a trabajar duro para obtener un expediente académico de sobresaliente y estudiar una ingeniería en Estados Unidos. Así lo hizo. Primero en el Colegio Arenas de San Agustín, donde cursó Secundaria con excelentes notas. Durante una visita de una observadora de la Universidad de Saint Louis (Missouri) al centro con el propósito de fichar a aquellos estudiantes que destacaran por su excelencia, la universidad norteamericana decidió concederle una beca para que comenzara sus estudios de Ingeniería Aeroespacial en Madrid.

Su expediente académico y buen nivel de inglés hicieron que siguiera su carrera en EEUU con sólo 20 años. Sus altas calificaciones le hacían obtener becas que le permitían cubrir los cerca de 20.000 euros de matrícula. Cuando acabó Ingeniería Aeroespacial siguió con los estudios de Física en la Universidad de Purdue (Indiana) junto a la profesora Kathleen Howell, una eminencia de la investigación espacial. Después el doctorado, durante el cual la NASA puso sus ojos en ella, fichándola en verano de 2013. Y desde entonces participa en importantes proyectos desde Los Ángeles.

Su trabajo como científica no ha pasado desapercibido en la Isla. En 2019, el Cabildo de Gran Canaria le reconoció con el Can de Plata en el ámbito de las Ciencias durante acto de entrega de Honores y Distinciones. El primero de muchos homenajes a esta científica que un día, de niña, se propuso descubrir el Sistema Solar y que ahora, a sus 36 años, es una de las científicas más reconocidas del país.