Los inspectores de Salud Pública trabajan con papel y boli. No tienen una aplicación digital donde volcar los datos directamente. La Consejería de Sanidad les ha propuesto solucionar esta situación con un Proyecto de Inspección Electrónica que, sin embargo, no convence a los inspectores, quienes consideran que está «incompleto y en fase de pilotaje» y, recuerdan que llega tarde. «Debería haberse implantado hace más de una década», insisten los inspectores de Canarias en un comunicado, en el que también recalcan en que esta concesión no cambia de ninguna manera «la precariedad laboral» con la que se ven obligados a realizar su trabajo. De hecho, a la implantación de esta nueva medida no ha convencido porque también puede suponer un sobreesfuerzo para los trabajadores. «Debemos ser realistas ya que la implantación de este sistema va a suponer un sobreesfuerzo para estos agotados profesionales sanitarios, que durante un tiempo que se antoja largo, van a tener que simultanear la Inspección electrónica con la de toda la vida de boli y papel, cargando con un equipo más a sus espaldas en una mochila que pesa más de 7 Kg y con un bono de guagua entre los dientes», insisten los inspectores.

Este proyecto de Inspección electrónica, que según argumentan, «será recibido por el colectivo con los brazos abiertos», no resuelve la situación tercermundista en la que se encuentra el Servicio de Inspección Sanitaria, «sin vehículos para desplazarnos, sin medios materiales (despachos y mesas utilizadas por turnos, sin equipamiento de inspección) , sin homologación con el resto de Cuerpos de Inspección y sin reconocimientos a la carrera profesional. Por esta razón, consideran que esta iniciativa «no debería ser usado por la administración como un gran logro ante la opinión pública ante las continuas denuncias de falta de medios por parte de los Inspectores».

Los precedentes no son buenos. Los inspectores recuerdan que ya en el año 2010 «se hablaba con entusiasmo entre los Inspectores de Salud Pública que el tiempo del boli y el papel para hacer las inspecciones tocaba a su fin, la administración había adquirido unos ordenadores portátiles para cada uno de los profesionales sanitarios». Sin embargo, la alegría duró poco pues el equipo informático no tenía un programa adecuado para volcar los datos de la inspección. Los inspectores insisten en que, en esa ocasión, nunca se llegó a desarrollar la aplicación que hiciera posible la Inspección Electrónica. Tampoco llegaron a entregarse esos equipos que adquirió la Consejería de Sanidad, que los inspectores suponen que «murieron de gloria en un sótano o almacén de algún edificio público». De ahí que remarquen que un proyecto tan ambicioso, se haya convertido finalmente en un gasto innecesario «que bien se podría haber invertido en mejorar el resto de las carencias de los Inspectores de Sanidad para desarrollar su trabajo».