Un equipo científico internacional liderado por el Centro de Astrobiología (CAB, Csic-Inta), en el que participa el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), determinó el origen de estructuras formadas en galaxias como la Vía Láctea, según informó ayer el IAC. Los investigadores han estudiado con una muestra representativa de galaxias de disco y esferoidales (sin disco) presentes en una zona del cielo profundo localizada en la constelación de la Osa Mayor para caracterizar las propiedades de las poblaciones estelares de los bulbos galácticos.

Los resultados de este estudio se han publicado en la revista The Astrophysical Journal, según indica el IAC en un comunicado.

Los investigadores centraron su estudio en las galaxias masivas, de disco y esferoidales, utilizando los datos espaciales procedentes del telescopio espacial Hubble y los espectrales procedentes del proyecto Shards (Survey for High-z Absorption Red and Dead Sources).

Este último es un programa de observaciones de toda la región Goods-N (Great Observatories Origins Deep Survey - North) en 25 filtros realizado con el instrumento Osiris del Gran Telescopio Canarias (GTC), el mayor telescopio óptico e infrarrojo del mundo situado en el Observatorio del Roque de los Muchachos (Garafía, La Palma).

Según el IAC, el análisis de los datos ha permitido descubrir algo inesperado: los bulbos de las galaxias de disco se formaron en dos oleadas. Un tercio de los bulbos en galaxias de disco se formaron en torno a un desplazamiento al rojo igual a 6.2, lo que corresponde a una época temprana del Universo, cuando éste solo tenía un 5% de su edad actual, unos 900 millones de años. Esos bulbos son las «reliquias de las primeras estructuras formadas en el Universo, que hemos hallado escondidas en galaxias de disco cercanas», señala Luca Costantin, investigador del CAB a través del programa de Atracción de Talento de la Comunidad de Madrid y autor principal del estudio. Además, casi dos tercios de los bulbos observados presentan un valor medio del desplazamiento al rojo en torno a 1.3, lo que sugiere que su formación es mucho más reciente, correspondiente a unos 4.000 millones de años o casi un 35% de la edad del Universo. Una característica peculiar que permite distinguir entre ambas olas es que los bulbos centrales de la primera, los más antiguos, son más compactos y densos que los formados en la segunda, más recientes, se explica en el comunicado.

Y los datos de las galaxias esferoidales de la muestra evidencian un valor medio de desplazamiento al rojo de 1.1, lo que parece indicar que se formaron en la misma época que los bulbos de la segunda ola. Para Jairo Méndez Abreu, investigador de la Universidad de Granada y coautor del artículo, la idea que hay para observar las estrellas del bulbo central es simple. Pero ha sido imposible aplicarla hasta el reciente desarrollo de metodologías para separar la luz procedente de las estrellas del bulbo central de las del disco, que «hemos desarrollado recientemente y que han permitido alcanzar una precisión sin precedentes».