Tanto profesionales como familias son los destinatarios del libro De las interferencias parentales a la violencia filioparental, con prólogo del psicólogo forense Javier Urra y coordinado por la psicóloga Mariela Checa. Un manual que refleja el trabajo de la Asociación Filio, que estudia, investiga y media en conflictos familiares, y ofrece propuestas para gestionar estas situaciones cada vez más frecuentes.

¿Hay un aumento de los casos de violencia filioparental?

Ha habido un aumento importante de casos a los que hacemos referencia en el libro. Las estadísticas del Consejo General del Poder Judicial dicen que han disminuido los divorcios, pero ha subido el nivel de conflictividad de las separaciones y, cuando aumenta la conflictividad, aumentan este tipo de casos.

¿Cuáles son las causas?

Hemos detectado que se está invirtiendo muy poco en educar a los progenitores o a la población en general en una resolución adecuada de conflictos. Los progenitores que nos encontramos no tienen unos recursos propios para poder abordar un conflicto y al final terminan utilizando a los menores como herramientas para hacerse daño, con todo lo que conlleva. Los niños se ven con muchos problemas a nivel emocional y a nivel personal.

¿Estamos hablando solo de casos en los que hay un divorcio?

La violencia que está aumentando y de la que hablamos en este libro tiene que ver con conflictos de alta intensidad en un divorcio. Muchos de estos niños, que terminan siendo instrumentalizados por las separaciones conflictivas, al final a medio o largo plazo, terminan ejerciendo violencia. En principio con el progenitor no custodio pero al final, como la violencia es una escalada ascendente, termina generalizándose con el progenitor custodio. Ha habido un aumento espectacular de este tipo de violencia filioparental, que no coincide con la tradicional de familias normalizadas, donde los menores agreden a sus progenitores de forma más igualitaria y donde los padres no están separados o si están separados no hay un conflicto importante entre ellos. Son menores con características resultantes de que no ha habido unos límites bien puestos y el menor ha reaccionado de forma agresiva. El problema fundamental en las separaciones conflictivas es que la violencia que ejerce el menor hacia uno de los progenitores está avalada consciente o inconscientemente por el otro progenitor, con lo que es mucho más difícil trabajar con esos menores.

¿Cómo hay que actuar?

Llegan progenitores que o bien los niños los agreden, los insultan... Tenemos algunos a los que no agreden directamente, sino a través del WhatsApp o algún tercero. Es otro tipo de violencia, psicológica, moral. Esta es la que muchos progenitores más sufren, la de culpabilizarles. Los menores son víctimas y verdugos a la vez. Funcionan en ese doble vínculo y es muy complicado para ellos.

¿Suele haber muchas denuncias de los padres a sus hijos?

Son procesos muy complicados. Denunciar a un hijo es súper doloroso, pero hay casos donde es necesario porque es el punto de inflexión, de decir qué estoy haciendo.

¿Hay un perfil de familias en estas situaciones?

No hay un perfil. Es verdad que tienden más a ser familias con un nivel socioeconómico y cultural medio-alto. Las familias más vulnerables suelen sufrir multiviolencias, tienen muchos factores.

¿Ha influido la pandemia en estos casos de violencia?

Durante la pandemia ha habido un aumento de la demanda. Si había un deterioro del vínculo con algún progenitor, la pandemia ha hecho que vaya a más porque no se han podido ver físicamente. En muchos de estos casos el contacto telefónico es casi nulo. Hemos tenido un aumento de casos aproximado del 10% en 2020 respecto a 2019. En la Asociación Filio llevamos atendidas más de 400 familias desde 2016.

Como experta, ¿qué opina de cómo se está tratando el caso de Rocío Carrasco en televisión?

Creo que es absolutamente contraproducente. Estamos normalizando cosas y estamos llevando a un tema muy particular como es la violencia de género todo lo que está ocurriendo. Hay muchas cosas en lo que ha ocurrido en este caso como en otros muchos, porque este caso no es único, hay montones de situaciones y montones de padres que llevan sin ver a sus hijos años, pero yo creo que llevarlo todo por el filtro de la violencia de género es un error. Creo que, a pesar de que estos menores ya sean mayores de edad, siguen siendo víctimas de una situación mal gestionada por parte de sus dos progenitores y exponerlo de la forma tan distante emocionalmente que se está haciendo por parte de los medios está haciendo mucho daño a muchas familias que lo viven todos los días y que lo sufren. Yo no soy partidaria. Creo que se está tratando de forma muy poco profesional pero ya sabemos que hay ciertos medios y cadenas que viven de dramatizar las situaciones. Hay muchas familias detrás con situaciones muy difíciles que no tienen una plataforma para poder explicarse, que no se ven representadas y que esto les está haciendo mucha mella. No se está haciendo un abordaje profesional y el problema es lo suficientemente serio como para difuminarlo como lo están haciendo.

¿Puede servir para que otras familias se animen a pedir ayuda?

Yo no lo veo. Creo que en muchos casos está ejerciendo el efecto contrario.

¿Cómo ve la comunicación entre padres e hijos actualmente?

Este es uno de los puntos fundamentales. Las nuevas tecnologías y las redes sociales no ayudan. Vivimos en una sociedad de adultos muy ocupados y estresados y eso hace que haya más niños y adolescentes aislados. Regañamos a niños que están pendientes de las redes sociales y de los teléfonos y los adultos hacemos lo mismo y al final ellos son el reflejo de lo que están viendo. Eso limita mucho la comunicación. Queremos engañarnos con esa falsa idea de que estamos más cerca de nuestros hijos, pero estamos más lejos. Y esto es un problema importante porque si ocurre una ruptura no partimos de un vínculo muy cercano.

¿Falta educación emocional?

Exacto, tener un vínculo con tus hijos no significa llevarlos a entrenar todas las tardes.