En Canarias una de cada cuatro personas fuma y, sin embargo, el 55% quiere dejar de hacerlo. Y aunque no se fijan una meta temporal concreta para llevar a cabo este hito –solo el 30% de ellos tiene claro que lo hará en menos de 6 meses–, la mezcla de fuerza de voluntad y esperanza de mejora de la calidad de vida, ha logrado que el número de consumidores de tabaco en las Islas haya pasado de 511.846 a 466.286 en poco más de década (de 2004 a 2015), lo que supone aproximadamente una reducción del 9%.

«La vida sin tabaco es algo más valiosa». Es lo que señala Leocadio Martín, psicólogo y exfumador desde hace ya 25 años. Sus palabras son refutadas por otros tantos miles de canarios que han decidido dejar este hábito tan perjudicial para la salud. En 2015, según los datos proporcionados por el Instituto Canario de Estadística (ISTAC), 278.043 ciudadanos había dejado de fumar, la mayoría (58,3%) hacía más de 10 años. Tras la pandemia, y con el mayor riesgo de sufrir una Covid-19 grave en caso de ser fumador, han sido más de 6.900 las personas que han optado durante este año a asistir al Programa de Ayuda al Fumador de Canarias (PAFCAN) promulgado por el Servicio Canario de la Salud (SCS). Según los datos de Sanidad, la proporción de pacientes que han terminado el tratamiento y que consigue mantenerse sin fumar al menos seis meses es de 41%.

Óscar Herrera E.D

«Me sentí libre; a partir de ese momento mejoró mi bienestar físico y mental»

Lograr un cambio de vida, ahorrar dinero, mejorar la salud de los hijos o tras sufrir algún susto médico repentino son algunas de las razones que llevan a los canarios a tomar esta decisión tan importante para su bienestar. El día en el que se fuma el último cigarrillo jamás se olvida. «Ocurrió como una promesa a mis hijos, de 5 y 4 años», señala el ingeniero industrial Diego Domínguez. No fue fácil, él mismo asegura que, antes de llegar a esa determinación, se autoconvencía para dejarlo en un momento de «menos estrés» o cuando alcanzase cierta edad. «Fue el 28 de mayo de 2019», señala el periodista deportivo Óscar Herrera sin dudar. No era su primer intento, pero sí fue el definitivo. «Quería un cambio radical en mi vida, tenía un hábito muy sedentario y quise empezar a moverme, así que decidí dejarlo», señala. El día que lo hizo, contempló el cigarrillo que tenía entre los dedos y se prometió que ese sería el último que fumaría. Así ha sido.

Diego Domínguez, ingeniero industrial E.D

«El medicamento me ayudó a no tener ansiedad ni ganas de fumar»

No siempre es por autoconvicción, a veces se decide abandonar por causas económicas o por trabajo. Como le ocurrió al empleado de una tienda de cigarrillos electrónicos, Hugo Francisco, quien decidió dejarlo hace dos años y tres meses con vistas a mejorar su imagen al público, aunque no esconde que también le ha ayudado ahorrar algo de dinero. «Mi vida ha mejorado», afirma. Para Besay García, crítico de cine y series, el momento determinante llegó cuando le detectaron asma. «Tuvieron que ingresarme y estar con oxígeno un día entero», relata García, que poco después, y gracias al «empujoncito de una amiga de la época», lo consiguió.

La nicotina es el principal mal que catapulta la nocividad de este hábito de vida presente en el 26% de los canarios, pues a pesar ser conocer sus riesgos, esta sustancia les obliga a mantenerse en vilo. Esto, a su vez, genera que, para abandonar el hábito, deba pasar por un duro proceso de desintoxicación. «El tabaco es tan adictivo como la heroína», indica Leocadio Martín, que insiste en que, a día de hoy, a pesar de llevar 25 años sin probar un cigarro, sigue considerándose fumador. «No puedes dejar de serlo, ya lo has sido», lamenta.

Besay García, crítico de cine y series E.D

«Para dejar el hábito tiré las cajetillas que me quedaban y tuve fuerza de voluntad»

El apoyo, en este sentido, es la mejor arma con la que combatir la deshabituación del tabaco. «A mí me ha costado porque me gustaba», señala la jubilada Elvira González, que indica que el hecho de que su familia y sus amigos apenas consuman o lo hayan dejado paulatinamente, ha sido un aliciente para dejar de consumirlo. Pero los seres queridos también pueden ser un arma de doble filo en este sentido, pues si están acostumbrados a consumir tabaco, pueden hacer mucho más tedioso el camino de la deshabituación tabáquica. «Me costó bastante dejarlo; todos a mi alrededor eran fumadores, tanto familia como amigos», relata Hugo Francisco.

La concienciación respecto a abandonar el consumo de tabaco en ocasiones llega de manera repentina, especialmente cuando un evento traumático cambia totalmente la perspectiva de vida. «Mi marido falleció por un cáncer de pulmón y fue en ese momento cuando dije: hasta aquí», relata Elvira González.

Hugo Francisco, dependiente de una tienda E.D

«Lo dejé por motivos laborales; al trabajar de cara al público prefería no oler a tabaco»

El tabaco, por sí solo, es uno de los principales factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares y respiratorias, así como de más de 20 tipos o subtipos diferentes de cáncer y muchas otras enfermedades debilitantes. Cada año se registran más de 8 millones de muertes relacionadas con el consumo de tabaco. Más de 7 millones de estas defunciones se deben al consumo directo de tabaco y alrededor de 1,2 millones son consecuencia de la exposición de no fumadores al humo ajeno. El problema es de tal magnitud que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha señalado que el tabaquismo y su erradicación ya no depende de las autoridades sanitarias sino de las autoridades estatales.

Perjudicial de todas las formas

La OMS alerta de que el tabaco es perjudicial en todas sus modalidades y no existe un nivel seguro de exposición al tabaco. Fumar cigarrillos es la forma de consumir tabaco más extendida en todo el mundo, pero existen otros productos como el tabaco para pipa de agua o narguile, diferentes productos de tabaco sin humo, cigarros, puritos, tabaco de liar, tabaco picado, bidis y kreteks. Muchas personas suelen acudir a este tipo de recursos para intentar dejar de fumar.

Romper las relaciones con el tabaco significa disminuir el riesgo de sufrir múltiples enfermedades y retrasar la evolución de otras tantas, ganar tiempo de vida, ahorrar dinero, proteger a los familiares y, a la vez, proteger el medioambiente, dado que los residuos de tabaco son extremadamente contaminantes. «Me di cuenta de que estaba mejor cuando un día buceando en las Teresitas me percaté de que podía aguantar la respiración bastante tiempo», señala Martín, cuyo periplo para abandonar el tabaco nunca fue fácil. «Todavía a los dos o tres años tosía y notaba el alquitrán que se había quedado en mis pulmones», indica el psicólogo, que con esa deshabituación consiguió recuperar su vitalidad, y capacidad pulmonar». «Yo he dejado de roncar por las noches, algo que mi mujer ha agradecido», indica Herrera, por su parte, que explica que desde que dejó el hábito de consumo se siente «más sano y feliz». «Ha cambiado mi vida», resalta el periodista que afirma que para él ha sido toda una heroicidad.

Leocadio Martín, psicólogo Alex Rosa

«Dos años después de dejarlo aún notaba el sabor a alquitrán después de toser»

Pero si hay algo en lo que todos los exfumadores coinciden es en que ahora identifican mucho mejor los sabores y los olores. «Los distingo claramente, cosa que mientras fumaba no lo hacía», indica Diego Domínguez, aunque entre risas apunta que «hay veces que mejor no olerlos».

Algunos de estos canarios se fumaban una cajetilla al día, lo que supone unos 20 cigarrillos. «En los momentos de mucho estrés o de fiesta podía llegar a incluso dos cajas«, señala Domínguez. Para otros, como Leocadio Martín, lo habitual pasaba por una caja y media. «Si llegaba a casa y me quedaban 8 cigarrillos me veía obligado a salir a comprar una caja nueva; igual no me los fumaba, pero lo necesitaba», explica Martín. El tabaco está presente en muchos momentos de la vida, al trabajar, estudiar, la pausa del café o al consumir bebidas alcohólicas, lo que genera que aún sea más complicado dejarlo.

Por esta razón, hay algunas personas que requieren apoyo externo para dejarlo. En ocasiones son los amigos o la familia, pero también pueden ser profesionales sanitarios o fármacos. Como señala la Consejería de Sanidad los tratamiento s farmacológicos y los psicológicos incrementan las posibilidades de éxito al dejar de fumar. Asimismo, las posibilidades de abandonar este hábito con éxito se incrementan hasta 10 veces si es un profesional sanitario el que acompaña en su periplo a la persona que quiere dejar de ser fumador. «Yo utilicé Champix, un medicamento que me ayudó a no tener ansiedad ni ganas de fumar en lo más duro de la desintoxicación de la nicotina», explica Diego Domínguez. Para Leocadio Martín lo fundamental fue la ayuda de su médico de cabecera, y Óscar Herrera se congratula de haber decidido paralelamente empezar a hacer deporte. Dejar de fumar no es un camino fácil, ni hacerlo garantiza una vida perfecta. Sin embargo, cada vez se hace más urgente conseguir erradicar el tabaquismo, no solo por la salud individual sino también por la de todos los ciudadanos.