Son excesivas las heridas que han quedado al descubierto cuando la pandemia se ha apoderado de nuestra existencia. Lo cierto es que hemos olvidado que “la Tierra no pertenece a los hombres, que el hombre pertenece a la Tierra” y lo «que acaece a la Tierra les acaece, también a los hijos de la Tierra», como manifestó el Gran Jefe Seattle al Presidente de los Estados Unidos en 1855.

Sin duda, esta catástrofe que azota al mundo nos ha cogido impróvidos, y muy despistados de lo que significa pertenecer a un mismo Planeta. Lo alarmante es que hemos desdeñado las señales enviadas por la Tierra que, ¡exhausta y agonizante! nos apremia para cambiar el modelo social que nos engulle y nos atrapa.

Para promover estos cambios urgentes, la educación debe tomar un papel primordial y, para ello, tenemos una magnífica hoja de ruta ofrecida por la Agenda 2030 con sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Su lema «No dejar a nadie atrás» pivota alrededor de cinco ejes: Planeta, Personas, Prosperidad, Paz y Alianzas.

Esos cinco pilares deben ser el foco de nuestras miradas ya que constituyen una oportunidad para hacer las cosas de forma diferente. Por eso, es inaplazable que avancemos hacia una educación global, en la que además de aprender a conocer, aprender a hacer y aprender a ser, nos centremos en que aprendamos a vivir juntos (Delors, 1996) en este mundo globalizado. La educación deber ser la prioridad para todos, gobiernos y ciudadanía, de tal manera que, unidos por el mismo compromiso, seamos capaces de poner en marcha la transformadora Agenda 2030.

Es posible conseguirlo, la profesión docente ha demostrado con creces su capacidad de adaptación y –con mucho esfuerzo personal, mucha pasión, gran responsabilidad y escasa ayuda– ha confirmado que es factible. Sin embargo, tenemos que reforzar los procesos de formación, de reflexión y de trabajo conjuntos, procesos en los que la innovación educativa cobre un papel de vital importancia. Indiscutiblemente, el camino debemos recorrerlo desde la corresponsabilidad. La educación del siglo XXI no puede concebirse únicamente como competencia de las escuelas, ni pretender que toda la responsabilidad recaiga en la institución, si incurrimos en este error, no llegaremos a la meta.

En este marco, además, hay que prestar atención a la educación no formal y a la informal: los barrios, los pueblos y las ciudades ofrecen múltiples posibilidades para la educación y la cultura de sus habitantes, por tanto, la Agenda 2030 debe tener su implementación en estos ecosistemas comunitarios. Debemos glocalizar cada uno de los 17 ODS y sus metas, trabajando desde lo local.

¿Cómo podemos actuar? Difundiendo su conocimiento, concienciando a las personas y pasando a la acción, con el objetivo irrenunciable de que todos tengamos la oportunidad de desarrollar nuestro proyecto de vida personal y profesional. La Agenda pone el acento en la lucha contra la pobreza (ODS 1); en la adquisición de hábitos saludables (ODS 2); en el cuidado y la protección de nuestra salud, en especial, la de los más vulnerables (ODS 3); en el trabajo por la igualdad real de género, el respeto a las identidades diversas, el papel de la mujer en los avances sociales (ODS 5); en la importancia del agua potable (ODS 6); en el fomento del uso de transporte más sostenible, el ahorro de electricidad… (ODS 7); en el consumo responsable y la economía sostenible, el calentamiento de los océanos… (ODS 13); en el conocimiento de la vida submarina (ODS 14); en los ecosistemas terrestres y su degradación (ODS 15).

Con esta apasionante guía, avanzaremos en una educación de calidad (ODS 4), de aprendizaje significativo formando a una ciudadanía crítica y conocedora de los problemas a los que se enfrenta el Planeta, dando voz –especialmente a niñas, niños y jóvenes- para que de manera creativa busquen soluciones y, a la vez que aprenden, las aporten a la sociedad. Así el ODS 16, nos propone construir una sociedad que vele por el desarrollo sostenible, una sociedad más justa e inclusiva y, para ello, será imprescindible crear las alianzas necesarias (ODS 17).

La ciudadanía en su conjunto es corresponsable de que el cambio se produzca. En palabras de Adela Cortina somos seres interdependientes y tenemos que adoptar, entre otras, la ética del cuidado y la ética de la responsabilidad (Cortina, 2021). Solo con este cuidado, y reconociendo al otro, en diálogo permanente y recíproco, podemos avanzar hacia un mundo de Paz y Prosperidad, mediante Alianzas en las que las Personas y el Planeta sean el eje de todas nuestras actuaciones.

Si al unísono conseguimos colocar la educación como la prioridad medular de la sociedad, lograremos que sea posible un mundo en el que «nadie se quede atrás».