Por mucho que una mujer se empeñe en dar el pecho de manera exclusiva, esas ganas y predisposición iniciales apenas son determinantes en el éxito de poder llevarlo a cabo finalmente. Sin ayuda conyugal o familiar, la posibilidad de compartir experiencias con otras madres que estén atravesando la misma situación y sin un apoyo claro en el entorno laboral, es probable que la madre acabe desistiendo de la tarea y decida que es más fácil empezar a dar el biberón. Algo que en Canarias y en el resto de España, ocurre en tres de cada cuatro ocasiones.

Es a la conclusión a la que han llegado un grupo cinco de investigadoras vinculadas a la Universidad Autónoma de Madrid, CIBER de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP-ISCIII), Instituto de Salud Carlos III y Joint Research Centre European Commission, lideradas por la matrona de Atención Primaria de Tenerife, Seila Lorente Pulido, al estudiar las situaciones psicosociales y biológicas que empujan a las mujeres tinerfeñas a abandonar esta práctica tan importante para el bienestar del bebé en sus primeros meses –y años– de vida. Lo que han descubierto es que el entorno tiene un papel definitorio en la consecución de este objetivo. Uno mucho más importante incluso que el que puede jugar la propia madre.

Múltiples beneficios

Desde hace años se intenta impulsar la lactancia materna teniendo en cuenta los múltiples beneficios para la salud física tanto para el bebé. Y es que esta práctica ayuda a prevenir enfermedades respiratorias y digestivas, además de reforzar el sistema inmunitario, como para la madre al disminuir la probabilidad de padecer cáncer de mama y ovario. Asimismo, presenta beneficios emocionales y psicológicos, pues permite reforzar el vínculo afectivo entre madre e hijo y favorecer el apego. La Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja que se mantenga la lactancia materna exclusiva durante los primeros 6 meses de vida, es decir que, durante ese tiempo, no se añada ningún otro alimento ni bebida. Lo ideal sería que el 50% de la población mundial pudiera hacerlo, y sin embargo, en países como el nuestro, el porcentaje no alcanza el 30%.

«Todo son barreras», explica Seila Llorente, que indica que «la responsabilidad no puede seguir recayendo únicamente en las mujeres», dado que en muchas ocasiones se ven «forzadas» por el propio entorno a abandonar la lactancia. El problema está en la base del sistema, pues las políticas actuales no se adaptan a la lactancia. Ejemplo de ello es el permiso de maternidad que apenas dura cuatro meses, mucho menos de lo que requiere el cuidado completo del bebé. A la incorporación temprana al puesto laboral se suma que muchos trabajos carecen de un lugar específico donde las madres puedan extraerse la leche durante la jornada. «Algunas acaban haciéndolo en el baño o en un momento de descanso», como indica Llorente, lo que a largo plazo suele ser insostenible para la madre.

Escasez de políticas dirigidas

Otra de las posibilidades es que la madre decida cogerse una excedencia hasta que el bebé cumpla el año para poder mantener la lactancia y los cuidados, «pero al final renuncia a percibir un salario durante ese tiempo», concluye la matrona. Los países nórdicos son quizás los más avanzados en esta materia en Europa, y han logrado que las cifras de lactancia crezcan a niveles por ahora impensables en España

Noruega, por ejemplo, ha reorganizado todas sus políticas en torno a la maternidad, permitiendo que la mujer pueda elegir entre un permiso de 10 meses con el 100% de su retribución o uno de un año percibiendo el 80% de su sueldo. Los hombres tienen derecho a 10 semanas (2 meses y medio) percibiendo el 100% de su salario, en España sí se ha mejorado en este aspecto, dado que ya a 1 de enero de 2021, es equiparable al de la madre, y es también de 16 semanas (4 meses). Esto último es realmente importante, dado que la pareja es fundamental en continuar la lactancia materna al ser un punto primordial del apoyo emocional. El cónyuge, así como la familia, son fundamentales en la decisión de la mujer para continuar la lactancia materna dado que «no es lo mismo que te animen a dejarlo y tirar del biberón que te ayuden a continuar», señala la matrona.

El biberón se concibió como una liberación para la mujer. Un recurso que, junto a algunas marcas comerciales de alimentación infantil, logró impulsar la creencia generalizada de que la lactancia artificial era igual de buena que la materna. «Era una forma de fomentar la igualdad y darle a la mujer un método de compartir la carga», concluye Llorente, que advierte que aquello «solo era publicidad». Poco a poco, en el sistema sanitario de toda España se está intentando revertir esta creencia, pero aunque la mayoría de madres cuentan ahora con suficiente información para poder discernir entre un tipo de alimentación y otra, los obstáculos son aún demasiado altos.

«A las madres hay que darles herramientas y apoyo, intentar que no se sientan solas, y acompañarlas en cualquier dolor», aconseja la matrona. De hecho, sobre esto último, recalca que la lactancia materna «no debería por qué ser dolorosa». Cuando eso ocurre, es probablemente porque haya otro factor que lo esté provocando y a veces está tan oculto que hallarlo es un verdadero trabajo para CSI. «Primero descartamos que sea un problema a nivel físico o postural, y luego intentando no banalizar ni considerarlo frecuente», señala Seila Llorente, que entiende que a veces una imagen de idilio tanto del parto como posterior a él, es lo que acaba «frustrando» a muchas mujeres y acabando la búsqueda de una salida más fácil: abandonar la lactancia.