Se ha convertido en una vía a explorar cuando existen problemas de fertilidad, un camino que se inicia con una cita telefónica y que en el mejor de los casos termina con la paciente embarazada. La doctora Delia Báez explica algunas de las claves de la unidad de reproducción asistida que dirige en el HUC.

Ponerse en manos de una unidad de reproducción asistida es cada vez más frecuente, ¿no?

Hoy es un mal día para que me haga esta pregunta porque la pandemia, que va a marcar un antes y un después, está poniendo de relieve que la crisis sanitaria no solo va a generar problemas de esterilidad sino por las consecuencias económicas que hay detrás de una etapa tan adversa. Estamos empezando a notar cambios en el perfil de los pacientes que recurren a este servicio y, a su vez, un descenso notable en las solicitudes de ayuda a la reproducción asistida.

¿Cuál es el perfil tipo del paciente que se acerca a un servicio de estas características?

Ahora mismo existen dos picos de edad bien diferenciados, uno de gente joven que tiene alrededor de 24 años, y un gran pico que ya tiene más de 38. Estamos atendiendo un número significativo de casos en el que la pareja son dos mujeres, mujeres que afrontan el embarazo en solitario y, además, se están realizando muchas operaciones de preservación de la fertilidad a personas trans o que tienen un diagnóstico oncológico. Antes, en cambio, la normaldidad era trabajar con una pareja de edad media y hetero.

¿Al referirse a la existencia de un antes y un después de esta crisis sanitaria a qué dificultades se refería?

En un primer momento se cerró todo y solo por recomendación de la Asociación Española de la Fertilidad se atendían, y siempre cogido con unas pinzas, a los pacientes afectados por procesos oncológicos. Las transferencias de embriones, por ejemplo, se cancelaron hasta finales de mayo. Este parón ha condicionado la actividad del servicio, pero es que ahora nos enfrentamos a un escenario económico lleno de dudas y eso también va a trastocar la actividad de estas prácticas hospitalarias en los próximos años.

¿Qué responsabilidad le podemos achacar al estrés y a los horarios laborales al diagnosticar una anomalía que impida un embarazo sin tener que tirar de estas ayudas?

Mucha, son unos condicionantes bastante potentes. El estrés, los miedos y las preocupaciones que se generan en el ámbito laboral inciden de una forma directa en el semen, pero no es el único revés que hay que tener en cuenta. También existe un factor, que a veces no valoramos en su justa medida, que tiene que ver con los instantes de calidad sexual de una pareja. Muchas de las personas que acuden a consulta admiten no tener una clara exposición al embarazo. El estrés laboral es una merma importante a la hora de distinguir los primeros síntomas y empezar a pensar en reclamar una ayuda externa.

¿Dar prioridad a esa seguridad laboral es sinónimo de poner en riesgo a los instantes previos a la maternidad sin «sobresaltos»?

Y eso a quien más le afecta es a la mujer porque el primer factor pronóstico en cuanto a la salud reproductiva es la edad. La calidad seminal puede darnos problemas, pero lo habitual es que las dificultades más habituales se produzcan a partir de la salud ovocitaria; existe una frontera claramente marcada e importantísima que son los 37 años, pero también nos estamos encontrando con gente joven que tiene sus reservas ováricas mermadas.

Y la ansiedad por querer llegar a un final feliz, ¿cuánto influye esa gran carga emocional en una mujer para no quedarse embarazada?

Influye en un porcentaje parecido al asociado al estrés laboral. La esterilidad de por sí es un factor estresor porque no quedarse embarazada va contra las leyes de la naturaleza; lo normal es que pongas medidas anticonceptivas para no quedarte embarazada. Si no te quedas tras una correcta exposición eso genera mucha ansiedad y, además, si a eso le añades que para quedarse tiene que acceder a un entorno de médicos especialistas, unos quirófanos y a una masturbación para obtener muestras seminales en un baño los niveles de intranquilidad se disparan y eso se termina convirtiendo en un enemigo difícil de superar.

Usted lidera desde hace casi dos años un equipo que trabaja en la sanidad pública, pero también existe un auge notable de los centros de reproducción asistidas privados en Canarias. ¿Hay una frontera en los procedimientos que se siguen habitualmente en estos dos segmentos?

Nuestra referencia está en el Boletín Oficial del Estado (BOE) del 6 de noviembre de 2014. Ahí aparece especificada la cartera de servicios que puede dar la Seguridad Social. Lo que hacemos en el segmento público no se puede equiparar con lo que hacen en el privado. La edad media de las pacientes que acuden a estos centros es más alta que las que se tratan en una consulta de un hospital público. Nuestro tope son los 40 años, en el caso de las mujeres, y 55 en los hombres.

Casi todas las semanas escuchamos o leemos noticias relacionadas con avances genéticos que en ocasiones se acercan a lo imposible, ¿ese reciclaje es vital para no perder el paso?

Nosotros empezaremos pronto a hacer unos diagnósticos genéticos preimplantacional... Tengo la fortuna de contar con un equipo de biólogos y biólogas puntero en Canarias porque muchos de ellos son los que han impulsado la especialidad en el Archipiélago.

La frialdad o esa distancia que los médicos suelen marcar con los pacientes es igual en este servicio. Se lo pregunto porque muchas veces ustedes hacen posible el «sueño» de las personas que acuden a su consulta.

En el mundo de la medicina, al igual que en el resto de las profesiones, hay gente que es fría y gente que es menos fría... El territorio de la reproducción humana asistida y de mi especialidad, la ostitetricia, es un ámbito que lleva implícito algo tan privado como es la procreación o la génesis de la vida y eso inevitablemente hace que lo emocional se acabe imponiendo a lo intelectual... Cada embarazo lo celebramos como una fiesta porque somos conscientes de las debilidades emocionales por las que ha tenido que pasar un paciente.

Tenemos como referencia en clave positiva a las unidades del Servicio Canario de Salud (SCS) que son punteras a nivel nacional, ¿pero a qué nivel se encuentra el área que usted dirige?

El Hospital Universitario de Canarias (HUC) hasta el comienzo de la pandemia era el segundo centro hospitalario público de España en número de ciclos. El primero es la Fe (Valencia), que también ha pasado una mala racha porque le cerraron el laboratorio por el virus, dado que cuenta con un laboratorio mejor que el nuestro.

¿Qué espera de este ciclo, no lo voy a llamar postpandémico, pero sí de contención del virus?

Ahora la situación está un poco más relajada porque estamos todos vacunados y gracias a Dios solo tuvimos dos positivos, pero el problema puede venir de los contagios familiares. Si la pregunta es si notaremos la crisis ya le respondo que sí... No lo vamos a notar solo a nivel médico, sino en el plano económico y social. El cifras de paro que tenemos en Canarias son altas y eso supone una preocupación añadida a la hora de planificar formar una familia.