Los investigadores, al intentar explicar lo que hacemos, solemos caer en una cierta infantilización de ustedes, los lectores. Metáforas edulcoradas, juegos cutres de palabras (menos mal que nos dedicamos a la ciencia) y, en general, una idea de que el conocimiento científico es algo impoluto, cuqui, un edificio moderno acabado ya casi por completo. Nada más lejos de la realidad. Sirva este artículo para poner de manifiesto que el día a día de un científico se parece más a un bizcochón medio crudo que a un cupcake. Una amalgama de ideas casi contradictorias, atravesada por las circunstancias personales de cada investigador, que, de vez en cuando, cobran sentido. “En el barro encontrarás al científico, no en los museos” —dijo Sócrates— y no puedo estar más de acuerdo. Les cuento mi amalgama entonces a ver si me ayudan.

Como a lo mejor recuerdan de entradas anteriores, hay un gran interés dentro de la comunidad astrofísica por entender el papel que juegan los agujeros negros en la evolución de las galaxias. Resulta que los agujeros negros al crecer expulsan cantidades muy locas de energía, ya sea en forma de radiación o empujando el gas que tienen a su alrededor. Además, este proceso de calentamiento, de expulsión de energía, ocurre de forma violenta. La mayor parte del tiempo los agujeros negros suelen estar inactivos pero si de repente algo (generalmente gas) se acerca demasiado, entran en una fase frenética de crecimiento y radiación de energía.

Me van a permitir ahora una de esas metáforas cutres de las que les hablaba antes. Seguro que en estos tiempos de pandemia que nos ha tocado vivir, mascarilla en ristre, si soplamos con ella puesta nos daremos cuenta de que el aire se escapa por los lados. Como suele ocurrir, el aire lo que está haciendo es seguir el camino más fácil, el de menor resistencia. Bueno, pues con el material que lanzan los agujeros negros pasa lo mismo. En lugar de atravesar toda la galaxia de lado a lado, sale por los costados a modo de mascarilla. Visto desde fuera, y si nos imaginamos las galaxias como discos, la energía de los agujeros negros acaba saliendo como una burbuja perpendicular al disco, por la parte estrechita de las galaxias donde tiene menor resistencia.

Por ahora bien, ¿no? En el centro de las galaxias hay agujeros negros que, esporádicamente, crecen y radian energía como si no hubiese un mañana. Toda esa radiación a su vez tiende a salir hacia fuera de las galaxias por los costados, como si fuera el humo de un plato caliente.

Ante esta situación, hace más o menos un año, decidimos plantearnos el siguiente experimento. Imagínense una galaxia con su agujero negro expulsando energía. ¿Qué pasa si otra galaxia se acerca demasiado? ¿Le afectará toda esa radiación que recibe? Volviendo a la metáfora de las mascarillas, la pregunta sería: ¿qué pasa si me pongo una mascarilla y soplo (soplar = agujero negro lanzando cosas) hacia una vela? ¿Se apagará? ¿Y si la vela está, no de frente, pero justo al lado de la mascarilla por donde sale el aire?

Para averiguarlo, buscamos todas las galaxias que pudimos encontrar que estuvieran cerca de agujeros negros, unas trescientas mil en total, y miramos si les estaba pasando algo. No solo eso sino que miramos si las galaxias estaban en un lado, asocadas de la radiación de los agujeros negros, o si por el contrario estaban recibiendo la radiación de frente. Aunque parezca una tontería la metáfora de las velas y la mascarilla, todos sabemos que si soplas hacia una vela con una (buena) mascarilla, no se apaga. Para apagarse debería estar a un lado, justo por donde sale el aire. Esa era también nuestra idea con las galaxias.

Después de un par de semanas jugando con nuestra muestra de galaxias lo teníamos todo listo. Primero miramos las galaxias que estaban protegidas de la radiación y un sesenta por ciento de ellas estaban apagadas, esto es, sin formar nuevas estrellas. Bien. Ahora a por las pobres a las que les llega directamente la radiación. “Un veinte por ciento apagadas… ¿Solo? No tiene sentido” — pensamos. ¿Cómo puede ser que las que más radiación reciben sean también las que menos se apaguen? Es como si en una tarta de cumpleaños las velas se encendieran soplando pero se apagaran con un mechero. Hay algo que no estamos entendiendo de nuestras galaxias y no sabemos qué es.

Y en esas estamos. ¿Qué les parece mi amalgama? ¿Alguna idea? Bueno, que se me acaba el espacio, me vuelvo al barro con Sócrates. Cualquier cosita, avisen.