Me alegra verles otra vez por aquí. Les voy a proponer un ejercicio, un challenge, como gustan decir los jóvenes hoy en día. Si tienen la suerte de vivir en un lugar donde las luces de la ciudad les permiten ver las estrellas, salgan a la calle un momento. El challenge consiste en lo siguiente: con el móvil en el bolsillo y sin más ayuda que la de sus ojos y su ingenio, intenten responder a la siguiente pregunta: ¿qué edad tienen esas estrellas que están viendo? Inténtenlo, no caigan en la tentación de buscar la respuesta con Google. Intenten al menos imaginar cómo atacarían el problema, qué necesitarían para dar una respuesta a una pregunta a priori tan sencilla. ¿Listos? ¿No? ¿Necesitan una pista? OK, vamos a ver.

¿Qué es lo mínimo que necesitamos para medir el tiempo? Piénsenlo, les doy unos segundos. ¿Ya? Bueno, en principio lo mínimo que necesitamos es algo que cambie con el tiempo. Parece una respuesta trivial pero no lo es. Piénsenlo de nuevo. Cuando no había relojes la gente usaba la noche y el día, el paso de las estaciones, cualquier cosa que no sea constante nos sirve. Seguro que conoce a alguien que aparenta no envejecer, que los años no pasan por ella o él. ¿Cómo saber qué edad tiene si se mantiene siempre igual? ¿30? ¿40? ¿50 años? Puede parecer una tontería pero es una propiedad muy fundamental de nuestro Universo. El tiempo ES cambio.

Bien bien, tenemos una pista entonces. Volvamos a levantar la cabeza hacia el cielo. ¿Hay algo que cambie en las estrellas que nos pueda dar una idea de qué edad tienen? Mmm... difícil. Centellean, pero eso es cosa de la atmósfera. Llevamos ya un rato aquí fuera al frío y parece que se han ido moviendo, pero eso es por la rotación de la Tierra... Esperen. Esa estrella es un poco rojiza comparada con la de al lado. ¿Podemos rascar algo de ahí? Estaría bien porque el frío empieza a apretar aquí fuera. Para entender por qué dos estrellas pueden tener distinto color hay que entender primero por qué brillan. Prometo ser rápido. Las estrellas pasan su vida intentando no morir ahogadas por su propio peso. Esto, que para ellas no es nada agradable, para el challenge que nos ha traído aquí es fundamental. Cuanto más pesada es una estrella, más energía tiene que invertir en no colapsar sobre sí misma y por tanto más azul será su color. Es más, como tienen combustible limitado, al usar más rápido su energía acaban muriendo antes también, en apenas unos millones de años. Las estrellas rojas por su parte, mucho menos masivas, consumen poco a poco su combustible y tienen vidas mucho más largas.

¿Un momento? ¿Así de fácil? A ver qué edad tienes las estrellas del cielo entonces. Mira, la roja y la azul de antes. Y otra roja, y otra, y otra... Argh, parece que son todas medio rojas. No son buenas noticias. Las azules por lo menos mueren rápido y podemos medir algo. Las rojas sin embargo pueden permanecer así por miles de millones de años, como nuestro amigo que no envejece. Sí, podemos decir que son más viejas que las azules, pero ya está, es como tener un reloj que solo te indica el paso de las décadas... no es muy útil cuando lo que quieres es coger el tranvía a tiempo.

Aquí estamos, atascados de nuevo. Sabemos que no hay muchas estrellas azules así que nuestra Galaxia tiene que ser bastante vieja, ¿pero cuánto? ¿Mil millones, cinco mil o incluso diez mil millones de años? Necesitamos algo más preciso y sigue haciendo frío. ¿Cómo dicen? ¿Que qué ha pasado con las estrellas azules que ya explotaron? Buena pregunta, veo que ya están empezando a pensar como investigadoras. Cierto, las estrellas azules, al explotar como supernovas, dejan tras de sí un rastro de material que es luego reciclado por generaciones siguientes. Es más, ese rastro es muy rico en magnesio (sí, los átomos de sus huesos formaron parte alguna vez del interior de una estrella azul de esas que ven en el cielo). ¿Podemos usar entonces la cantidad de magnesio y por tanto el número de supernovas que han explotado para medir con precisión la edad de las galaxias? Efectivamente. La química de las estrellas es el superreloj más preciso del que disponemos. ¿Pero cómo medir entonces la composición química de las estrellas y responder al challenge?

¿Setecientas cuarenta y tres palabras ya? Me estoy quedando sin espacio. Siento dejarles así pero la respuesta al challenge tendrá que esperar a próximas entregas de Gaveta de Astrofísica. Como científicos muchas veces tenemos que esperar años para dar con la solución a un problema; espero que ustedes puedan aguantar unos meses. Nos leemos pronto.

Imagen de la estrella Eta Carinae envuelta en una nebulosa de gas expulsada por ella misma. Se trata de una estrella masiva azul que está en proceso de convertirse en supernova y que por lo tanto permitirá a los astrónomos del futuro (dentro de miles de millones de años) calcular con precisión la edad de nuestra Galaxia midiendo el rastro de material que dejará atrás tras su inevitable explosión. Créditos: NASA/ESA/HST/Judy Schmidt

Ignacion Martín Navarro: Natural de Santa Cruz de Tenerife. Tras licenciarse en Física y doctorarse en Astrofísica por la Universidad de La Laguna con un proyecto llevado a cabo en el Instituto de Astrofísica de Canarias, pasó cuatro años investigando a caballo entre la Universidad de California, Santa Cruz, y el Max-Planck-Institut für Astronomie, Alemania, estudiando la formación y evolución de las galaxias más masivas del Universo. En la actualidad es investigador Ramón y Cajal del IAC.

Sección coordinada por Adriana de Lorenzo-Cáceres Rodríguez