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Barrio a barrio | Nuevo Obrero

Los vecinos temen la caída a la autopista de la baranda del puente de la Pepsi Cola

El presidente de los mayores del barrio lamenta la supresión de un paso de peatones en la rotonda

Una mujer pasa por el puente de la Pepsi-Cola Andrés Gutiérrez

Andrés Alonso bien puede presumir de encarnar el dicho que reza que de casta le viene al galgo. Hijo del recordado dirigente vecinal Rosendo Alonso que da nombre a la asociación del barrio de Nuevo Obrero, se ha jubilado en la vida laboral pero no en sus demandas en pro de favorecer tanto al colectivo de mayores que preside como del núcleo donde vive, sin caer en la autocomplacencia por haber conseguido desde hace más de un año y medio un centro ciudadano que lleva el nombre de su padre, lo cual le podría cubrir su ego.

Los vecinos temen la caída a la autopista de la baranda del puente de la Pepsi Cola

Atendiendo su llamada, Andrés fija la visita en el referido centro cívico para lamentarse de que se siente extraño en su propia asociación pues no es libre para organizar actividades. Tiene que pedir permiso al Ayuntamiento para cuantas acciones pretende desarrollar en lo que en el pasado fue la asociación de vecinos. Hoy se ve limitado a una oficina en el centro cívico y el resto de las instalaciones las gestiona el Consistorio, pudiendo convertir una sala multiusos de depósito u organizar, como ocurrió la semana pasada, un curso donde había dos monitores y el mismo número que participantes.

Los vecinos temen la caída a la autopista de la baranda del puente de la Pepsi Cola

«Pero la gente no viene aquí porque no siente que sea su asociación», reprocha Andrés, que en el recorrido por las dependencias parece que una legión de personas había pasado por los cuartos de baño por el estado que presentan. Claro que la justificación está en que antes iban a limpiar hasta dos veces a la semana y en la actualidad una al mes y gracias, cuenta. «Estoy harto. Todavía presento la dimisión y me desvinculo de todo esto», advierte Andrés, que lamenta que el dinero de los contribuyentes de Santa Cruz se invierta de la piscina municipal para abajo.

Los vecinos temen la caída a la autopista de la baranda del puente de la Pepsi Cola

La falta de limpieza en el centro cívico es evidente, pero la denuncia más potente de cuantas realiza el presidente de la asociación de mayores Rosendo Alonso, en Bueno Obrero, se localiza a un par de cientos de metros de la sede social, en el puente que popularmente se denomina de la Pepsi Cola, que cruza la parte alta de la autopista del norte a la altura del desvío hacia el Hospital de Nuestra Señora de La Candelaria.

Rumbo por la acera de la Carretera General de El Rosario, Andrés se muestra contrariado. «Estoy cansado de todo esto, pero tranquilo que en mayo del próximo año hay elecciones». Si la situación de olvido que reprocha en el centro cívico, donde se siente extraño en la que fue su casa, compete al Ayuntamiento de Santa Cruz, la denuncia del mal estado de las barandillas del puente de la Pepsi Cola atañen directamente al Cabildo de Tenerife; vamos, que las denuncia de Andrés no van por signos políticos, sino por la dejadez de este barrio que corresponde al otro Santa Cruz, «el del olvido», en su opinión.

Para acceder al puente, la primera incomodidad, situación de riesgo y hasta sorpresa es que «alguien» quitó el paso de peatones para poder sortear la rotonda y cruzar la vía a la que acceden, en muchos casos como tiros, los vehículos que llegan desde la Autopista del Norte en dirección bajada para acceder al desvío de Taco. Tras jugarse la vida el peatón y llegar al puente, luego ya viene una nueva carga de adrenalina. En ambas aceras o pasos peatonales del puente de la Pepsi Cola está acotado el margen exterior por las correspondientes barandilla. La zona más próxima a la parte alta o norte de la autopista goza de más seguridad, sin que eso se traduzca en que la baranda tiemble a poco que Andrés la mueva con la mano y ponga en evidencia que, al estar podrida la estructura metálica interior y son inexistentes algunos de los puntos de soldadura, la barandilla casi levita sobre esta vía de paso por la que a diario los coches se cuentan por decenas de miles, con el riesgo que supone.

Las soldaduras

Tras sortear ahora sí un paso de peatones más cercano a Taco que delimita la rotonda y que resiste al deterioro mientras espera una manita de pintura, Andrés se adentra en el lateral del puente de la Pepsi Cola más próximo a Santa Cruz que cuya barandilla presenta tal deterioro que da hasta miedo poner la mano encima no porque no soporte al transeúnte, sino por sentir el vano de la estructura metálica y el riesgo de que acabe desplomándose sobre alguno o algunos de los ocho carriles de la Autopista del Norte. Algunas soldaduras evidencian la reparación realizada en el pasado, pero es que hay tramos donde el hierro ya pasó a mejor vida mientras otros están cogidos en el aire con el riesgo que supone. «Solo estoy esperando que pase algo para ir al juzgado de guardia y presentar la correspondiente denuncia contra las autoridades porque yo esta situación ya la he denunciado en reiteradas oportunidades y no me han hecho ni casa», reitera Andrés.

Ya de regreso al centro cívico por la Carretera General de El Rosario, el presidente de los mayores muestra las heridas del asfalto por el que a diario también pasan miles de coches hacia Ofra. «Ahora están empichando la avenida Príncipes de España, debe ser que esto no es Santa Cruz».

Al pasar por Casa Sinencio, en el número 160 de la referida carretera, Andrés empuja la puerta metálica que oculta los vestigios de un almacén que en el pasado fue pasto de las llamas y que, al parecer, «al ayuntamiento compró para hacer algo». «Hoy da cobijo a los okupas», explica Andrés en el interior del inmueble, mientras se lamenta de un nuevo olvido que atribuye al ayuntamiento. Está cansado. Harto. Aburrido. Espera por las elecciones de mayo 2023 si es que antes no decide abandonar.

El presidente de la asociación de vecinos del barrio teme que caiga la barandilla del puente, podrida y en el aire en varios tramos. También denuncia la supresión de un paso de peatones o el abandono de un inmueble municipal, refugio para okupas.

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