Natural de Tegueste, Luis Gregorio Hernández Hernández (24 de diciembre de 1957) es el trabajador decano del vivero, que cuenta en la actualidad con un personal director de seis personas más los que desde la década de los años ochenta han rotado gracias a convenios; para todos tienes palabras de agradecimiento. Con más de 44 años de servicio, ayer miraba a los alumnos del Colegio Hispano Inglés casi con desconsuelo: “Mi mayor satisfacción sería que de entre ellos alguno quiera ser jardinero; ahora está todo profesionalizado y con tantos ordenadores un día los más pequeños van a pesar que la leche sale de la nevera; será todo artificial”, comenta casi con lamento mientras apura el desayuno bajo uno de los árboles del vivero antes de ir a arreglar algunos de los papeles de su próxima jubilación.

Hijo de agricultor y con tres hermanos más, Luis recuerda cuando su madre repartía entre todos la comida que llegaba a su casa. “No pasé hambre, pero sí necesidad”, apostilla.

Acabó el Bachiller Elemental, el equivalente a la Enseñanza Secundaria Obligatoria actual, y le dijo a su padre que quería trabajar. Coincidió que el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife convocó doce plazas de funcionario en 1976 para peón jardinero y aprovechó la oportunidad. Cuando llegó, el vivero es taba acondicionando aún en el barrio de La Salud, donde continúa en la actualidad, después de que se trasladara desde el parque de La Granja.

“Todo era diferente. No había compostaje como ahora. Por no haber, tampoco teníamos aquí ni luz ni baño... teléfono sí, porque hacía falta para que nos llamaran de abajo (el ayuntamiento) y nos dieran los encargos”.

“De aquí salían todas las plantas para los jardines de Santa Cruz, salvo las flores de Pascua –que primero se traían de Los Pinos y luego de Geranios Tenerife– y hasta se vendría plantas, pero eso lo prohibieron en los años ochenta y ya no nos dejan”. Dedica palabra de cariño a sus tres encargados durante este tiempo, y a los ingenieros y a Soledad Arocena, que fuera concejala de Parques y Jardines y que visitaba a diario el vivero.

Casado en 1986, padre de dos hijos –uno licenciado en Geografía y Medición del Territorio, de 30 años, y otro, periodista, de 23–, agradece la experiencia compartida con todos los compañeros durante este tiempo. “Antes hacíamos todo a mano, hasta que trajeron un tractor pequeño, y hasta nos encargábamos de la feria del parque y que los puestos estuvieran a punto”. Por las manos de Luis han pasado centenares de miles de plantas que hoy adornan la ciudad, monumento natural a su labor.