A medida que la Guerra de Ucrania se prolonga en el tiempo crece la preocupación por una posible utilización de armas biológicas por parte de la Federación Rusa.

No es para menos.

La antigua Unión Soviética tuvo una fuerte tradición en el desarrollo de armamento biológico.

De la "Oficina Especial" de Lenin al "Laboratorio 1" de Stalin

 Ya en 1921 Lenin fundó la "Oficina Especial" dirigida por Dr. Ignatii Kazakov para desarrollar agentes de guerra biológica y química. El trabajo de la "Oficina Especial" fue ingente.

Luego Stalin decidió incrementar este tipo de armamento y en 1938 creó el célebre "Laboratorio 1" del NKVD dirigido por el Dr. Grigori Maira­novsky, un hombre de pocos escrúpulos que demostró una extraordinaria capacidad para idear amenazas biológicas fatales y ensayarlas sin piedad en sus conciudadanos.

Patógenos, biotoxinas y venenos diseñados por el grupo del Dr. Maira­novsky, se ensayaron en cobayas humanos procedentes del Gulag.

La caída de la URSS no significó, ni mucho menos, el fin de este tipo de estudios.

La Federación Rusa siguió manteniendo varias de estas instalaciones para desarrollar armas biológicas. Y a lo largo de su mandato, Vladimir Putin mostró un interés creciente por este tipo de armamento.

En la actualidad Rusia dispone de una serie de peligrosos agentes de guerra biológica, incluyendo cepas del virus de la viruela.

Ataque biológico: una preocupación desde la Guerra Fría

Ya durante la Guerra Fría la posibilidad de un ataque biológico por parte de la URSS inquietó mucho a Occidente.

Tras la Segunda Guerra Mundial varios de los científicos que habían trabajado en el desarrollo de la bomba atómica durante el "Proyecto Manhattan" comenzaron a investigar en el entonces novedoso campo de la biología molecular.

Físicos como Erwin Schrödinger, Max Delbrück, Leo Szilard o Francis Crick realizaron contribuciones esenciales para el desarrollo de la genética, la bioquímica y la microbiología.

Pero a medida que aumentaba el conocimiento sobre cómo funcionaban las bacterias y los virus en el nivel molecular, muchos de estos científicos, con formación previa en armamento, se dieron cuenta de que era posible fabricar con relativa facilidad un gran número de armas biológicas con una enorme capacidad de destrucción.

Y dieron la voz de alarma.

Tras su advertencia, los analistas de riesgos empezaron a estudiar el daño potencial que podrían producir las armas biológicas y la posibilidad de que llegaran a utilizarse.

Sus modelos matemáticos mostraron que la probabilidad de que se usen armas biológicas es significativamente mayor que la de que lleguen a emplearse armas nucleares.

Y hoy en día se piensa que hay una probabilidad significativa de que en algún momento se empleen armas biológicas contra Occidente.

Especialmente en forma de atentados bioterroristas de grupos radicales, aunque también en un conflicto en el que estén involucradas naciones como la Federación Rusa o Corea del Norte.

El uso de armas biológicas es demasiado sencillo Freepik

El uso de armas biológicas es demasiado sencillo

Es difícil saber qué ocurriría en un ataque con armas biológicas porque hay algunas incertidumbres sobre el alcance total de sus efectos y su posibilidad de control.

Pero sí que hay una serie de características que hacen de las armas biológicas algo especialmente peligroso.

  • Las armas biológicas son muy diversas y pueden resultar extremadamente dañinas.
  • Además, no es necesario contar con instalaciones muy sofisticadas para desarrollar muchas de estas armas biológicas, ni tampoco se necesita destinar mucho dinero para hacerlas.
  • Por otra parte, toda la información necesaria para construirlas la puede encontrar cualquiera en artículos científicos publicados en revistas especializadas de fácil acceso. 
  • Para desarrollarlas hoy en día no hace falta reunir a un gran grupo de genios ni miles de científicos brillantes acompañados de centenares de miles de ingenieros trabajando coordinados, tal y como ocurrió en el “Proyecto Manhattan”. Hoy, unos cuantos científicos competentes pueden construir armas biológicas muy dañinas.
  • Y además, aunque se utilizase un arma biológica resultaría difícil identificar con certeza al agresor, sobre todo si el ataque se produjese en forma de un atentado bioterrorista.

 Por eso los expertos aseguran que las armas biológicas presentan la máxima relación Daño/Inversión.

 Armas que pueden utilizarse contra 3 objetivos diferentes

Para hacernos una idea precisa del peligro que entrañan estas armas biológicas, empezaremos analizando su diversidad, que podemos diferenciar según sean sus objetivos:

  1. Armas biológicas que pueden emplearse directamente contra seres humanos.
  2. Contra los animales de abasto (aves, cerdos, vacas…)
  3. Contra las cosechas (trigo, maíz, arroz…).

 Por eso las armas biológicas no solo pueden matar directamente, sino que también pueden hacerlo desatando enormes hambrunas.

 Los agentes infecciosos

Muchas de las armas biológicas contra seres humanos se basan en agentes infecciosos (virus, bacterias y parásitos) bien conocidos, como pueden ser la viruela o el ántrax.

Los efectos de estos patógenos pueden llegar a ser catastróficos.

Y aunque durante no poco tiempo nos aferrarnos a la creencia de que en nuestros tiempos las enfermedades infecciosas nunca serían capaces de originar nada peor que algunas epidemias aisladas en países poco desarrollados, la COVID-19 nos enseñó lo vulnerables que seguimos siendo frente a los agentes infecciosos, incluso en el primer mundo.

Así, las cifras oficiales indican que el SARS-CoV-2 contagió hasta la fecha a casi 500 millones de personas en todo el mundo, matando a más de 6 millones de infectados. Una barbaridad.

Pero las estimaciones basadas en censos de "sobre-mortalidad" a nivel mundial indican que la cifra real podría triplicar estas cifras oficiales.

Y pese a todo, podemos decir que tuvimos suerte.

Porque si bien es cierto que el SARS-CoV-2 es muy contagioso, no lo es menos que su letalidad es relativamente baja, y "solo" mueren alrededor del 1.28 % de los infectados.

 ¿Algo tan contagioso como el SARS-CoV-2 pero más letal?

Para tener una idea de lo que podría hacer un organismo de guerra biológica pensemos en que el virus de la viruela resulta tan contagioso como el coronavirus, pero mata al menos al 30% de los infectados.

Y en algunas cepas la mortalidad puede ser más del doble.

No olvidemos que la viruela, producida por el virus Variola, ha sido la enfermedad infecciosa más devastadora para la humanidad de los últimos 10.000 años.

También fue la única erradicada mediante el uso masivo de vacunas.

Sin embargo, desde hace más de 40 años ya no se vacuna a nadie contra la viruela, porque el virus se extinguió en la naturaleza y solo quedan cepas en laboratorios de bioseguridad de Rusia y Estados Unidos.

De hecho, el último muerto por el virus de la viruela se contagió en un laboratorio de seguridad biológica.

¿Algo tan contagioso como el SARS-CoV-2 pero más letal? Freepik

Virus Variola: puede llegar a tener una letalidad del 80%

 Imaginemos un ataque con una cepa del virus Variola.

El agresor podría emplear una cepa de la máxima letalidad. Y en ese caso tendría una infectividad similar al SARS-CoV-2 pero con una letalidad del 80%.

Sin duda tomaríamos medidas de cuarentenas y distanciamiento social, y rápidamente conseguiríamos vacunas que funcionarían mejor que las que empleamos contra el SARS-CoV-2.

Pero entre que las fabricamos y vacunamos masivamente a todo el mundo pasaría un tiempo precioso.

Y por eso, si realmente ocurriese un ataque biológico con una cepa de virus Variola, las cifras de muertos se contarían en cientos de millones antes de que consiguiésemos controlarla.

Modelos matemáticos de simulación de un ataque con el virus de la viruela indican que podría causar más de 300 millones de muertos antes de poder ser controlado.

 ¿Cómo sería el ataque de la viruela?

Un ataque con el virus Variola se vería favorecido por el elevado período de incubación sin síntomas que presenta este organismo (hasta 3 semanas).

Imaginemos un hipotético ataque con este virus, aprovechando las circunstancias actuales de la guerra de Ucrania.

El agresor podría organizar un corredor humanitario para emigrantes que huyen de la guerra en los territorios que ocupa.

Si previamente contagia a estos emigrantes sin que ellos se den cuenta antes de dejarlos salir (algo que es muy fácil de conseguir simplemente pulverizando el virus en el aire), en 15 días el virus podría haberse dispersado por Europa y Estados Unidos, antes de que nadie pudiese siquiera darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.

Pero previamente a este ataque el agresor necesita haberse preparado.

Por ejemplo, lo normal es que llegado este punto él ya hubiese vacunado a su población, o al menos habría hecho acopio de suficientes vacunas para minimizar el efecto del virus sobre sus propios ciudadanos.

Por supuesto, el agresor cerraría sus fronteras o impondría cuarentenas.

En este sentido diversos expertos en guerra biológica han querido ver en la estrategia de COVID cero que sigue manteniendo China, un ensayo general para un escenario de guerra biológica.

¿Y si se trata de acabar con la comida?

Lo que a lo mejor nunca nos habíamos planteado es que una guerra biológica o un ataque bioterrorista no se limita a los seres humanos.

Así, en el mundo hay muchísimos más animales de abasto (gallinas, pavos, patos, cerdos, cabras, ovejas, vacas…) que seres humanos. Y estos animales pueden ser el blanco perfecto de un ataque con armas biológicas.

Existen cientos de patógenos de animales y plantas bien conocidos que resultan idóneos para un ataque de guerra biológica.

Ataques contra el ganado Freepik

Ataques contra el ganado

Por ejemplo, los cerdos son extremadamente vulnerables a la peste porcina africana. Una enfermedad vírica cuyas cepas más agresivas pueden matar al 100% de los animales infectados en menos de 10 días.

Por el momento no se ha conseguido desarrollar una vacuna ni una cura mediante fármacos.

El virus de la peste porcina africana es mucho más contagioso que cualquier enfermedad humana conocida.

La infección se produce por múltiples vías incluyendo el contacto directo entre animales, los fluidos corporales, la carne y despojos, objetos contaminados por el virus, e incluso a través de picaduras de garrapatas.

Los desplazamientos de animales infectados y los productos porcinos contaminados dispersan rápidamente la enfermedad.

Pero también se contagian fácilmente los jabalíes salvajes y la dispersan en sus desplazamientos en libertad.

Para combatirla se producen vaciados sanitarios sacrificando e incinerando a todos los cerdos en kilómetros a la redonda de las áreas afectadas.

Para hacernos una idea de la repercusión que tendría, por ejemplo, un atentado bioterrorista con el virus de la peste porcina africana basta pensar que, en España, durante el año 2020 fueron al matadero 56,4 millones de cerdos que produjeron alrededor de 5 millones de toneladas de carne y derivados.

Estas cantidades dan una idea del potencial destructivo de las armas biológicas contra el ganado.

Vale la pena recordar que en 2014 la enfermedad entró en la Unión Europea precisamente desde Rusia y Bielorrusia, afectando a Lituania, Polonia, Letonia y Estonia. Bulgaria, Eslovaquia, Hungría y Rumanía.

Ataques biológicos contra las cosechas

 Además de estos ataques contra el ganado, también se podrían emplear armas biológicas contra las cosechas.

La Gran Hambruna que sufrió Irlanda a mediados del siglo XIX es un buen ejemplo de lo que podría pasar tras un ataque por un agente biológico contra la agricultura.

La principal producción agrícola irlandesa era la patata.

En 1845 las patatas enfermaron por Phytophthora infestans, un oomycete que se dispersó rápidamente por todo el país. La cosecha se perdió en su totalidad. Y la consecuencia fue que se desató una gran hambruna que tardo 4 años en superarse.

Antes de la llegada de Phytophthora infestans Irlanda tenía un censo de 5.350.000 personas. Tras la hambruna quedaron menos de 3 millones. La mayoría murió de hambre. Los que pudieron escapar, emigraron a Norteamérica.

Indudablemente las amenazas biológicas son un peligro ingente, tanto si se emplean directamente contra los seres humanos como si se hace contra nuestras plantas y animales de abasto.

Pero la realidad podría ser aún peor, pues de momento solo hemos analizado agentes infecciosos clásicos que resultan bien conocidos.

Hay muchos más y sin duda mucho peores.