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Cómo salir de aquí

La población en riesgo de pobreza o exclusión social sube hasta el 26,5 % en 2023

La población en riesgo de pobreza o exclusión social sube hasta el 26,5 % en 2023

La pobreza crece, se multiplica, adopta nuevos formatos y estilos, se convierte en el horizonte insuperable de muchas decenas de miles de personas en Canarias. Cada año, al llegar el informe de Cáritas, la realidad brinda una trompada a todos los relatos políticos y periodísticos. También los medios contribuimos voluntaria o involuntariamente a invisibilizar la pobreza. Hace muchos años, Walter Lippmann explicó que todo periódico, como producto intelectual, presupone un lector ideal, que es al que se dirige comercial e ideológicamente. La prensa – salvo las publicaciones doctrinarias o de partido – rara vez se dirige a los pobres o a los excluidos sociales. El lector ideal de la prensa ha sido durante el último siglo un sujeto de clase media o media baja, con estudios superiores o secundarios, y lo suficientemente pudiente como para disfrutar del hábito económico que supone el periódico. La prensa –y hoy la totalidad de los medios de comunicación y las pestilenciales redes sociales– siempre aborda la pobreza, la pauperización y la exclusión social desde fuera. Como si fuera una anormalidad. Tal vez lo fue en los años dorados del crecimiento económico occidental, del cual los canarios nos beneficiamos también parcialmente, a través del turismo. Pero en el mejor de los casos esa explosión de bienestar duró un par de generaciones. A partir de 1973 –subida de los precios del gas y derivados del petróleo– hemos surfeado sobre sucesivas crisis. Y en 2008 llegó, bajo la apariencia de una crisis financiera contagiada a la economía productiva, un auténtico parteaguas epocal: se acabó el viejo capitalismo democratista, risueño y con rostro humano y definitivamente se asumió que el Estado de Bienestar debería limitarse porque en caso contrario la crisis fiscal del Estado sería insoportable. El ascensor social, que renqueaba desde hace lustros, se detuvo definitivamente. Si Cáritas habla de que la cronificación de la pobreza en Canarias no deja de ampliarse es, fundamentalmente, porque el ascenso social resulta hoy excepcional. Como ocurría hasta principios de los años sesenta la pobreza vuelve a ser una herencia, un cepo, un laberinto sin centro y sin salida, una negra condena.

No sé cómo vamos a salir de esta. De acuerdo, el turismo, tal y como dijo ese egregio economista español, Paco Martínez Soria, es un gran invento. Pero no encontrarás un destino turístico maduro que no presente problemas estructurales crecientes: externalidades negativas difícilmente controlables o reconducibles, impacto medioambiental, nulo estímulo y escasa aportación a la productividad económica global, salarios modestos, consumo intensivo de recursos finitos, cogestión urbana, gentrificación, presiones culturales. Y sin embargo no soy particularmente pesimista sobre el desarrollo de la situación laboral en la industria turística. Para los trabajadores del turismo las cosas mejorarán moderadamente en los próximos años salvo catástrofe. Los que los tiene crudo son los que están fuera: parados de larga duración, menores de 25 años sin formación académica o laboral, mujeres obreras a cargo de familias monoparentales. Una clase media antes amplia y ahora pauperizada (en muy poco tiempo la clase media será casi exclusivamente funcionarial) y una juventud universitaria que si puede se larga al extranjero. Un Estado que incluso en las coyunturas más graves –como las migraciones, la crisis hídrica, la catástrofe volcánica en La Palma– ejerce la indiferencia o racanea financiación. La mejor tasa de desempleo que ha tenido Canarias en este siglo superaba el 10% de parados en 2017. Actualmente cuesta que baje sustancialmente del 15%. Hacia 2009 escaló hasta sobrepasar el 30%. Así es imposible estabilizar un país, disponer de mayores recursos públicos propios, trazar una estrategia consensuada que comprometa a las fuerzas sociales y económicas. Antes de pensar en la Canarias de 2050 debe metabolizarse críticamente la de 2024. Y nadie parece dispuesto a hacerlo.

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