Opinión | A babor

La pancarta de Clavijo

¿Qué pancarta llevaría Clavijo si fuera a llevarla? ¿Una reclamando el cambio de modelo? ¿La que apuesta por la introducción de la ecotasa? ¿La que dice que «Canarias no se vende»? ¿La que pide que no se permita comprar propiedades a no residentes? ¿O la que exige una nueva moratoria turística y vacacional?

El presidente de Canarias, Fernando Clavijo,

El presidente de Canarias, Fernando Clavijo, / Andrés Gutiérrez

Había que verlo a Fernando Clavijo, ayer en el Parlamento, aclarando a sus colegas diputados que él no va a sujetar ninguna pancarta en la manifestación convocada el 20 de abril, para exigir el cambio del modelo turístico canario. Me pregunto qué es exactamente lo que ha podido hacer pensar al presidente que hay gente que espera que él mismo porte una pancarta en el ágape turismofóbico del próximo sábado. Y la pregunta clave: ¿qué pancarta llevaría Clavijo si fuera a llevarla? ¿Una reclamando el cambio de modelo? ¿La que apuesta por la introducción de la ecotasa? ¿La que dice que «Canarias no se vende»? ¿La que pide que no se permita comprar propiedades a no residentes? ¿O la que exige una nueva moratoria turística y vacacional?

Clavijo ha dejado claro que –a pesar de sus declaraciones conciliadoras de estos días– no lo vamos a ver encabezando la manifa más grande de la historia de las islas. Hace muy bien, por una norma de elemental prudencia: en la última manifa más grande de la historia, la de las torres de Vilaflor, recuerdo ver a lo lejos un grupito acoquinado de cargos públicos de Coalición, con el presidente del Cabildo a la cabeza –era entonces Ricardo Melchior–, que acudieron a la marcha para mostrar su apoyo a un monte sin tendido, y a punto acabaron de ser trasquilados. Clavijo no va a llegar a tanto: no portará pancartas con lemas reivindicativos, y no creo que se acerque ni desde una prudente distancia a la protesta, pero es un político experto en repicar estando en misa, y ha dicho que la manifa de las decenas de miles le parece una gran oportunidad, porque «hemos sido parte del problema y queremos ser parte de la solución».

Bueno, está bien eso de entonar el mea culpa. Es políticamente correcto y socialmente elegante. Puro politiqués al modo canario, un derroche de contrición y humildad. Nada de presumir de que el turismo ha sido el único modelo económico de éxito en la historia económica de las islas, ni presumir de los centenares de miles de puestos de trabajo creados por la industria, ni mucho menos felicitar al sector por haber sobrevivido (con algo de ayuda europea, eso sí) al desastre de la pandemia, recuperando todo lo perdido y un poco más. Nada de eso: ser parte de la solución, para dejar de ser parte del problema.

Y para la solución, las ofertas, a saber:

Uno: revisar el modelo turístico, pero no para cambiarlo o darle la vuelta como si fuera un calcetín, sino para que siga siendo «un motor de éxito…» ¿Y por qué hay que revisar algo que ya es un motor de éxito? Pues para que no sea «un problema». Es sabido que el éxito es el mayor partero de los problemas.

Dos: hablar de la ecotasa. Hablar. Lo dijo ayer Cristina Valido, que había llegado el momento de empezar a hablar. Eso está muy bien, aunque empezar a hablar no signifique necesariamente llegar a ningún lado. Pero hablando se entiende la gente. O por lo menos se entretiene.

Tres: poner a caldo pota a esos egoístas hoteleros con ínfulas de Tío Gilito. Nada de meterles un impuesto al beneficio o reducir las exenciones fiscales, pero sí recordarles que hay que pagar mejores salarios. Y a los que no son de aquí, que hay que dejar más dinero en casa. El Gobierno quizá espere que los empresarios se arrepientan y conviertan a la solidaridad interclases. Que cambien y sean a partir de ahora más responsables.

Cuatro: reunir a la Comisión de Presidentes de Cabildos –el 30 de abril– para abordar el reto demográfico y el reequilibrio poblacional. ¿Cómo? Pues creando un grupo de trabajo en el que participen partidos políticos, patronal, sindicatos y representantes de la «sociedad civil organizada» (sic), para abrir un «periodo de reflexión». No con la intención de cambiar el modelo (recuerden que es de éxito), sino revisarlo para rebajar la tensión sobre el territorio y que el empleo sea de más calidad y mejor pagado.

Cinco: aprobar la Ley de vivienda vacacional, que es muy valiente, porque la hizo la consejera De León, y porque frena el disparate que ha sido el incremento de viviendas destinadas a vacaciones, y hará que los alquileres dejen de estar tensionados, o sea, por las nubes.

Clavijo, en fin, en estado puro de centralidad consagrada, después de cuatro años de soportar que Ángel Víctor y Román Rodríguez le colocaran en la derecha. Ahora, Ángel Víctor anda pendiente de las requisas de la Fiscalía Europea de documentos sobre las compras en el Servicio Canario de Salud, y Román no está ni se le espera, aunque su grupo se gasta la asignación con la que antes se contrataban asesores y técnicos para pagarle un sueldo de 70.000 euracos. Y enfrente, un presidente que presta oídos a las quejas, comparte la necesidad de reflexionar y considera una oportunidad el que miles de personas salgan a las calles a ciscarse en nuestra principal fuente de riqueza y trabajo. Esto es Vilaflor. Este país, quise decir.

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