Opinión

Omar Batista

Un proceso discontinuo

Ángel Víctor Torres, ministro de Política Territorial.

Ángel Víctor Torres, ministro de Política Territorial.

Para perdonar a Cataluña primero hemos de perdonarnos a nosotros mismos. Este proceso está comenzando a marchas forzadas, con un relato marcado aún por la oposición.

En este contexto frágil, el Gobierno configura la amnistía en el ordenamiento como un medio adecuado para abordar circunstancias políticas excepcionales que, en el seno de un Estado de Derecho, persigue la consecución de un interés general. Hablamos de la necesidad de superar y encauzar conflictos políticos y sociales arraigados, en la búsqueda de una convivencia nacional asertiva, sana y coherente.

El proceso necesita de un entendimiento común de lo que significa España hoy, que acompañe a la idea de que somos los 17 territorios que formamos el Estado. Sumamente unidos, sumamente propios, y sumamente diferentes.

Según datos recientes de 40db sólo un 38% de los españoles cree que la amnistía esté orientada a la mejoría de la convivencia. ¿Cómo va a transitar esta Ley con un clima en su contra si su componente busca precisamente la pacificación de las costuras del país?

Urge un entendimiento sosegado y cotidiano sobre el valor de este proceso de amnistía, para que no traiga aún más problemas de los que tenemos ya en el país, y así podamos centrar la agenda política en las cuestiones que verdaderamente preocupan a los españoles, tales como la mejora de las condiciones laborales, que continúan cada día en el país, así como el sostenimiento de los servicios públicos o la apertura de más derechos civiles para las personas, así como la atención a nuestro campo y la introducción de las necesarias novedades e innovaciones que necesita nuestro futuro.

Estamos transitando hacia un entendimiento de la medida en la que aún asumiendo las debilidades de lo político, la inmensa mayoría de los españoles asumirá que es positiva y que está orientada a la pacificación de nuestros debates identitarios, asumiendo natural el que hoy parece un escenario complejo como país de países.

Sin transformar de forma generalizada las deudas identitarias de la España de hoy, es imposible generar un futuro para el socialismo y las organizaciones periféricas. La clave de este éxito futuro está no ya en convertir al socialismo a aquellos apoyos sociales de las organizaciones particularizas, sino que las posturas de estos nacionalismos se acerquen a una práctica regionalista y no independentista de su estrategia. Entender la diferencia propia como algo coherente con el común, del que querer participar con más entereza, y no utilizarla como un medio para la soledad.

En ese sentido, hablamos de un posicionamiento que haga que estas voluntades que representan BNG, PNV o ERC, por nombrar las más responsables de la gestión del actual Gobierno de España, generen en el debate público la salvaguarda de un buen lugar para sus comunidades en el reparto nacional de la importancia. Este es un papel que ya ejercen Teruel Existe, Coalición Canaria, Más Madrid, Compromís o Unión de Pueblo Navarro a escala estatal, o Democracia Ourensana, ¡Soria YA! y la Agrupación Socialista Gomera dentro de los sub-sistemas políticos de Galicia, Castilla y las Islas Canarias.

Sobre cuál es la dinámica social colectiva que nos lleva a tener tantas voces particularistas, existen multitud de teorías, pero quizás la que más se le acerque sea que es precisamente la que más lógica da a la forma contemporánea de ser españoles. España es un conjunto de territorios en permanente comparación, un crisol de identidades, la debilidad no está en esa diversidad, sino en la ausencia de un relato común que sustituya al histórico, al conocido, al más institucional y elitista. Necesitamos una España del pueblo.

Necesitamos mucha pedagogía para darle cuerpo a un orgullo trascendental de lo que significa la España de hoy. Necesitamos mucha pedagogía para dar un guión al presente del país, nunca contemporáneo, pero cada vez más lejos de los clichés comunes que se cosieron tras la pérdida de todas las colonias y la muerte de Francisco Franco Bahamonde, quizás los dos sucesos que más han logrado que los españoles hablemos de forma diferente de nosotros mismos en este último tiempo.

¿Cuándo vamos a aceptar nuestra forma de ser? No puede ser uno de otra manera que como es.