Opinión

Palabra de corrupto

José Luis Ábalos y Koldo García Izaguirre.

José Luis Ábalos y Koldo García Izaguirre. / EFE

Probablemente jamás vayas a leer una entrevista parecida a esta. Si lo haces, será porque el personaje de turno decide que es el momento oportuno para tirar de la manta y redimir sus penas como nazareno en Semana Santa. Todos saben perfectamente que el precio del silencio es siempre muy alto. Hasta los nuevos, cuando llegan al partido, exoneran culpas porque al acceder al desempeño público «el aparato ya estaba montado». Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. De hecho, todavía dudo si ocurrió de verdad o todo es producto de la imaginación. Luz tenue, una mesa con dos sillas, un vaso de agua y la grabadora en marcha. «¿Le parece que comencemos ya?», pregunto. «Sí, adelante; pero le repito su compromiso, no desvele en ningún momento mi nombre y cumpla con lo acordado». «Canarias es la plataforma ideal para los pelotazos urbanísticos. Facilidad para contactos con empresarios de dudosa credibilidad, grandes constructores, y un electorado fiel; sin duda, miel sobre galleta. La maquinaria de la corrupción es relativamente sencilla: contratamos servicios por valores más altos de lo que marca el mercado a empresas de amigos o de familiares, compras terrenos, los recalificas y nos quedamos con la diferencia; amparamos leyes que benefician a grandes Corporaciones a cambio de un buen puesto cuando te retires. ¿Usted se cree que las campañas electorales las pagamos con rifas y chuletadas?» Avanzamos durante la entrevista en los detalles más escandalosos de una corrupción que permea en parte de las entrañas del poder político. Sin el más mínimo pudor, justifica el sistema métrico que normaliza la perversión en el desempeño público: «Prevaricar no es corrupción; si tengo que saltarme la ley para ayudar a un ciudadano, lo haré, esa es la esencia de la política. No voy a dejar tirado al vecino que me llevó hasta aquí». Evade mi pregunta sobre las mordidas y sobornos en los grandes negocios que se han hecho en Canarias. Sin embargo, interpela para poner énfasis en una cuestión fundamental para entender cómo se establecen las estrategias de influencia sobre los barrios: «Tenemos controladas a las asociaciones culturales, deportivas y vecinales. Haga un ejercicio de hemeroteca y ubique a los presidentes de las asociaciones que hoy forman parte de las planchas de los partidos y que ocupan algún cargo de cierta relevancia. Los barrios están infravalorados. Las calles no se pavimentan para que los coches circulen sin problemas, no sea usted tan cándido». Mientras se enciende un puro Cohiba, hablamos sobre la situación de pobreza y exclusión social que sufren miles de personas en las islas. También de los sueldos desorbitados de la clase política. Su sinceridad es casi insultante: «Tenemos que generar una economía productiva con empleos de más calidad. Hay mucho gandul que vive de las subvenciones y de ayudas que si estuvieran en mi mano cortaba de raíz. ¡Coño, yo empecé vendiendo plátanos en el norte de Tenerife y llegué a ser lo que soy! Mucho buenismo y poco afán de superación. Sobre su pregunta populista, tengo que decir que sí, son salarios justos acorde a nuestra responsabilidad pública. No tocarnos el sueldo es la verdadera unidad de la política y el espíritu de consenso. Todos acabamos comiendo en el mismo restaurante, creo que ya me entiende». Él, con el poder que otorgan unos votos mal empleados, dispara su reflexión: «El dinero y la reputación van de la mano, y muchos están dispuestos a hacer cualquier cosa para mantenerse en la cima. Yo solo hago mi trabajo con ciertos expedientes que bloquean grandes proyectos». Le da la última calada al cigarro y su abogado decide que la entrevista debe acabar aquí. Se despide con una aserción elocuente: «Le va a servir de bastante poco». Eso estaba claro, pero no podía dejar escapar la oportunidad de entrevistar a un delincuente confeso que hoy recibe visitas en la cárcel. Me desperté ligeramente agitado con la alarma del despertador. Eran las 6.30 y había tenido un sueño muy extraño. Palabra de corrupto.