Opinión | Ventana a la Ciudad

Santa Cruz abraza el futuro con su nueva Ordenanza de Tráfico

Tráfico en Santa Cruz.

Tráfico en Santa Cruz.

Hay ciudades que laten con vida propia, que respiran y exhalan el pulso de sus calles. Y entre ellas, Santa Cruz de Tenerife se prepara para una metamorfosis urbana que, aunque gradual, promete redefinir el lienzo de su centro histórico. La noticia resuena en las esquinas de Galcerán y se desliza por la Rambla, como un susurro de cambio en la brisa atlántica.

La nueva Ordenanza de Tráfico, aprobada y lista para desplegar sus alas el próximo 9 de febrero, marca un punto de inflexión en la historia de la ciudad. Dejemos atrás el polvo acumulado en las páginas del reglamento del 85’, que como un vestigio anacrónico nos recordaba que las ciudades también envejecen. Esta vez, parece que la reforma será real, palpable, con ese toque de frescura y modernidad que muchos anhelábamos.

Y es que, ¿quién iba a imaginar que en pleno 2024 aún viviríamos bajo los designios de una normativa de tráfico que tiene más años que algunos de los edificios que perfilan el skyline de esta joya canaria? Pero, la espera ha valido la pena, y la nueva ordenanza viene cargada de sorpresas, como un regalo esperado durante décadas.

Quizás, el cambio más notorio será la introducción de la ansiada Zona de Bajas Emisiones. Una respuesta no solo a la demanda ciudadana, sino también a las obligaciones impuestas desde Bruselas para ciudades de más de 50,000 almas. Veintiséis calles se convertirán en el escenario de una danza de cámaras de lectura de matrículas, que como jueces imparciales, determinarán el destino de los vehículos según la etiqueta medioambiental que ostenten. ¡Santa Cruz se pone al día con la calidad del aire!

Y claro, qué sería de una transformación sin ciertos sacrificios. La Zona de Bajas Emisiones se perfila como una suerte de oasis, circunvalada por las calles Galcerán, Méndez Núñez, Rambla, avenida de Anaga, avenida Marítima y calle Ni Fú Ni Fá. Un espacio vital que triplicará su extensión, pasando de 226.697 a 778.244 metros cuadrados. Como si la ciudad, de repente, decidiera ampliar sus pulmones y respirar con más fuerza.

La regularización de los estacionamientos dentro de este epicentro de cambio no es un detalle menor. 1.754 plazas de aparcamiento se ven afectadas, y es aquí donde los colores toman protagonismo. Las zonas azules y verdes irrumpen en el paisaje urbano, delineando un nuevo código de conducta para residentes y visitantes por igual.

Las zonas verdes, ese oasis para los habitantes de la urbe, donde el tiempo parece detenerse para aquellos que tienen la fortuna de llamar hogar a este rincón de Tenerife. Sin límite de tiempo, pero con una tarifa ligeramente más elevada para los intrusos que se aventuren en este remanso de tranquilidad. Las zonas azules, en cambio, son el reloj que no perdona, dos horas y una tarifa que recuerda que el tiempo, incluso en el paraíso, es oro.

Pero ¡atención!, que nadie se llame a engaño. La nueva Ordenanza no solo trata de rediseñar el ajedrez del aparcamiento, sino que impone sus propias reglas en la partitura del día a día. Las prohibiciones se multiplican como hojas de otoño, cayendo con elegancia pero firmeza sobre las aceras y las calzadas.

La mendicidad en los semáforos, esa danza desesperada por unas monedas que se extingue con un gesto legal. Los malabares y la venta ambulante, esa exhibición callejera de habilidades y mercancías que, de repente, son arrojadas al escenario de la ilegalidad. La limpieza de cristales, una forma de vida que se desvanecerá como el rastro de una lluvia pasajera.

Y en este vaivén de cambios, los vehículos de movilidad personal (VMP) se erigen como los nuevos protagonistas. Los patinetes eléctricos, esos compañeros de viaje silenciosos que inundaron nuestras calles sin advertencia, finalmente encontrarán su lugar en el concierto urbano. La falta de regulación que dejó a muchos ayuntamientos en pañales ante el auge de estos dispositivos será cosa del pasado en Santa Cruz.

La ciudad se embarca en la tarea de regularizar el uso de los VMP, priorizando al peatón y fomentando el uso responsable de bicicletas y patinetes. Un paso necesario en este tablero de movilidad que se ha vuelto cada vez más complejo. ¡Que suene la música para los patinetes, pero con orden y armonía!

José Manuel Bermúdez, alcalde de la ciudad, señala con acierto que estas transformaciones buscan «mejorar la calidad de vida en el municipio», enmarcando la ciudad como un lugar «amable con sus peatones, accesible y seguro». Y es que, en la danza de los cambios, la melodía que busca componer Santa Cruz es la de una ciudad que crece, evoluciona, y se adapta a los tiempos modernos.

En el horizonte del 9 de febrero, se vislumbra un nuevo amanecer para el centro de Santa Cruz de Tenerife. La metamorfosis urbana está en marcha, y en cada calle, en cada prohibición y en cada zona coloreada, la ciudad escribe una nueva partitura. La melodía del cambio, esperemos, sea armoniosa y conduzca a una ciudad más sostenible, habitable y, sobre todo, llena de vida.