Opinión | Maestras y maestros de ayer

Domingo J. Jorge

Antonia Adrián soñó y creó su escuela

Funda el Colegio San Antonio de Padua en 1964 en este barrio lagunero, hasta que lo cierra en la década de los 90

Chicha con sus alumnos (1970) en la nueva ubicación del colegio.

Chicha con sus alumnos (1970) en la nueva ubicación del colegio. / E. D.

La semblanza de hoy, dedicada a doña Chicha La Maestra del Barrio Nuevo de La Laguna, es un emotivo reconocimiento a los maestros y maestras del pasado Siglo XX, pero sobre todo a esas maestras y maestros, que pusieron su inventiva y creatividad a funcionar para lograr una escuela para su barrio. El pasado lunes, leíamos cómo surgió la Escuela San Antonio de Padua, creada por doña Antonia María Adrián Palmero (1939, La Laguna), conocida también popularmente como “Chicha La Maestra”.

Hasta aproximadamente 1997, doña Chicha ostentó la dirección de la Escuela San Antonio de Padua, como nos cuenta su hija Fátima, también docente, quien nos sirve de enlace durante esta entrevista con su madre. «Se trataba de una escuela reglada y registrada por el Ministerio de Educación. Mi hermana, la más pequeña, Alicia Ramallo, que acababa de terminar Magisterio, se hace cargo de la Escuela, porque mi madre iba a entrar a trabajar en la Pública. Alicia se hace cargo de la Escuela hasta aproximadamente el año 1999, ó 2000 en el que ya se cierra del todo. Estuvo abierta desde 1964».

Se trataba de una época, donde el maestro daba clases de todas las asignaturas. «Mi madre daba clases de todas las asignaturas, excepto los idiomas», recuerda. «Las aulas en la primera ubicación eran muy simples. Era un salón con mesas largas, y en torno a esas mesas distribuía a sus alumnos por edad. Una mesa para cada edad. Trabajaba con niños de hasta 4º de Primaria. En la segunda ubicación, en el segundo colegio, ya era destinado sólo a la enseñanza de Infantil y el Colegio estaba más preparado, con unas instalaciones más modernas, mesas individuales y demás», aclara.

Los alumnos

El Colegio de San Antonio de Padua se concebía como un centro totalmente privado, por lo que no recibía ayuda del Estado. «No éramos un centro público, ni concertado. Se cobraba al alumnado una pequeña matrícula a comienzo de Curso, y una mensualidad, acorde a la capacidad económica de las familias de las que provenían nuestros alumnos. El Barrio Nuevo y su entorno han sido siempre un núcleo de familias trabajadoras. La idea de mi madre era aportar al barrio la posibilidad de contar en él con una escuela, no enriquecerse como maestra», explica Fátima.

«Lo anecdótico es que ganaba lo suficiente para sacar una casa y una familia adelante. Mi padre, que también era un trabajador nato, su profesión era la de Policía Local, y aún así mi madre ganaba más que él, en aquel entonces», apunta. «Además el Colegio era parte de nuestra casa, porque la parte baja del edificio que construyeron mis padres era el colegio, con las aulas y el patio, y en la parte alta vivíamos nosotros, mis padres, y los cinco hermanos».

Maestra respetada

En los años sesenta, que en un barrio una mujer dirigiese una escuela, no era algo muy habitual. «Mi madre era para el barrio doña Chicha La Maestra. Ese nombre le hacia contar con un enorme respeto. Las familias ponían en sus manos el cuidado de sus hijos y su educación. Ella siempre se consideró respetada por las familias, sus alumnos, y los vecinos del barrio», comenta. «Todavía hoy cuando alguna amiga, o vecina habla conmigo hace mención a ese respeto y afecto que se le tenía a mi madre, Chicha La Maestra».

Chicha, en la puerta del colegio San Antonio de Padua.

Chicha, en la puerta del colegio San Antonio de Padua. / E. D.

Doña Chicha abre su escuela antes de casarse. «Ella abrió su negocio antes de casarse y lo hace con los pocos posibles con los que contaba, pero logra su sueño, tener su escuela. Se la puede definir como una mujer intrépida y atrevida. Se casó con 29 años y creó su colegio unos tres años antes». Respecto a su enseñanza podemos decir que fue bastante tradicional. «En sus métodos para que los niños aprendieran a leer y el cálculo, lo hacía de una forma muy tradicional, pero cercana a los alumnos. Ella sí tenía un elemento básico en sus clases, el respeto. Además, se sentía orgullosa de los resultados obtenidos por sus alumnos. Una vez se marchaban de su Escuela y seguían estudiando, incluso estudios superiores, le satisfacía mucho, por ejemplo, saber que el de la farmacia había sido alumno suyo, o que no se qué abogado también había recibido sus clases. Algo que repetía mucho es que lo mejor de todo es que había conseguido que esos niños y niñas fueran grandes personas. Dio clases a tres o cuatro generaciones de jóvenes de Barrio Nuevo. Desde los sesenta hasta casi el 2000».

El comedor

El horario del San Antonio de Padua era partido. Por ello, la mayoría de los niños iban a casa a comer, porque vivían relativamente cerca. «El Colegio no tenía comedor, pero algunos niños, recuerdo, que se quedaban a comer con nosotros en casa. Ha de tenerse en cuenta que mi madre conocía a las familias de los niños de toda la vida, del Barrio Nuevo de siempre. Por eso había total confianza y si los padres no llegaban a recogerlos al mediodía, pues ella hacía un sitio en el comedor de casa y comían con nosotros», señala emocionada. «También no podré olvidar, cuando había esas tardes de tormenta, mis hermanas y yo veníamos de nuestro Colegio, llegábamos a casa, y todavía había alumnos de mi madre que no los habían venido a recoger. Entonces, mi padre los subía en el coche y los iba entregando por el barrio. Era una Escuela donde todo el barrio era una familia para ellos».

Chicha La Maestra, doña Antonia María Adrián Palmero, siempre se sintió orgullosa de su profesión. «Mi madre decía que ella es una maestra con orgullo, orgullosa de serlo. Mantenía contacto con el Colegio La Salle, con el Nava La Salle, allí se reunía con el Hermano Ramón, con el que tenía mucha amistad. La Salle asumió durante una gran época los alumnos que salían de nuestro Colegio San Antonio de Padua», termina.

Con esta entrega finalizan las dos dedicadas a doña Antonia María Adrián Palmero, Chicha La Maestra del Barrio Nuevo, un modelo de docente enamorada de su oficio y con el pundonor necesario para crear una escuela. El próximo lunes, continuaremos nuestro recorrido por Maestras y maestros de Ayer, donde nos seguiremos llenando de esas vidas dedicadas al Magisterio.

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