Opinión | El recorte

Belén o abeto (que tiene rima)

Plantación de abetos para Navidad.

Plantación de abetos para Navidad. / Pixabay

En las fiestas Navideñas, en las casas de los canarios que tienen casa donde vivir (quita diez o doce mil) siempre se pone alguna decoración navideña, algún turrón en la despensa y algún cuñado insoportable en la mesa. En la época de nuestros abuelos no había discusión: se montaba un Belén, como hoy en la política nacional. Papel de cartón pintado de verde, un musgo más falso que la palabra de un Sánchez, un trozo roto del cristal de un espejo con dos patos encima, un pastor cagando, que ahora se llama caganer; el buey, el burro, los padres con el niño en el pesebre y una paloma –el otro padre– colgada del techo del portal.

Luego, con los años, llegó a España la tele en color, el grasiento sucedáneo de chocolate se convirtió en Cadbury y en las casas entró el abeto navideño y el señor mayor con barba blanca, vestido de rojo y pinta de borracho, que empezó a desplazar a los tres reyes magos, porque parecían la escolta mora de Franco. Una cosa de la dictadura. ¡Puajjj!

Para los canarios nuestro mayor problema es que tardan mucho en darnos cita para quitarnos la vesícula. O se retrasan más de la cuenta en pagarnos una pensión. O suspenden al chiquillo porque es un tolete que no estudia. O que nos han subido los precios hasta de los langostinos congelados. Pero si miras al resto del mundo se te caen los palos del sombrajo. En estos tiempos montar un Belén, por mucho que seas de defender nuestras tradiciones, es un sinsentido. Tendría que ponerle, además de a los machanguitos de siempre, un tanque Merkava judío y un guerrillero de Hamás con un lanzacohetes apuntando a la caravana de los camellos. En los alrededores del Belén real están en guerra y pasando hambre. Ahora tendríamos que hacer un portal con un paisaje de las ruinas de Gaza y miles de cadáveres de judíos y palestinos. O inspirado en Ucrania con medio millón de pastores muertos alrededor del nacimiento.

Un belén canario, además, sale más caro que uno peninsular. Hoy no pondríamos espejos o papel de plata porque aquí no tenemos lagos, ni ríos, sino barrancos llenos de colchones viejos y neveras estropeadas y charcas verdes de musgo. Y para poner al lado del buey nos sobran burros a punta pala. Pero las figuritas cuestan más por la insularidad y porque llevan traje típico y hay que poner molinos para hacer gofio de millo y pastores con cabras en vez de ovejas y un timplillo en las manos. Y algún guanche despistado, para darle el toque nacionalista.

Una sociedad laica como la nuestra en vez del nacimiento del hijo de Dios debería apostar por la vegetación, que es mucho más neutral en lo religioso. Y más de Agenda 2030. Y en vez de un abeto deberíamos plantar en una maceta, subvencionada por nuestro Gobierno Guanche, un hermoso y enhiesto pino canario, conífera endémica y anémica isleña. Si lo llenamos de guirnaldas y le ponemos unas bolas de adorno tendremos la más fiel representación estética del pueblo de Canarias. Y si las cosas se ponen mal siempre podemos plantar unas papas.

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