Opinión

Pilar Ruiz Costa

Purpurina

La purpurina es perjudicial para la salud y el medio ambiente

La purpurina es perjudicial para la salud y el medio ambiente / Francois Durand

Eclosionaba la adolescencia en mi mediogénito con tal mala suerte que la banda sonora del evento se redujo prácticamente a una sola canción de moda, en repeat, retumbando por todas las paredes de la casa: Purpurina de Alberto Gambino. Fueron muchos meses de mi vida entregada a la tarea de respirar muy hondo contando hasta diez repitiéndome: «esto también pasará», mientras cruzaba los dedos para que, por favor, por favor, no pillara del todo el trasfondo de la letra de una canción, tan pegadiza… que me maldecía al descubrirme a solas en el coche tarareando «Y es que esa gyal tiene que ser mi gambina, la veo por la calle, adoro cómo camina, quiero lamer su gloss, quiero esnifar su purpurina, ella es mi adicción, ella es mi cocaína».

Creía firmemente que habíamos superado aquella edad del pavo sin grandes secuelas, pero no, qué va. Al menos yo no. Me he dado cuenta estos días al leer la noticia del anuncio de la Comisión Europea de prohibir la purpurina y la simple presencia de la palabra en el titular ha actuado como un resorte en la memoria, un detonante que ha activado esa diabólica canción. En repeat.

Pero volviendo a lo que importa, la prohibición que se hará de manera escalonada entrará en vigor el próximo día 17 de octubre, restringiendo en toda la Unión Europea el uso de purpurina y «todas las partículas de polímeros sintéticos inferiores a cinco milímetros añadidos intencionadamente y que se liberan durante su uso, que son orgánicas, insolubles y resistentes a la degradación». El objetivo, dentro de la Agenda 2030, es reducir la contaminación por microplásticos en un 30% en seis años, o en cifras, evitar la liberación de medio millón de toneladas de estas partículas.

La noticia, que supongo aplaudida por toda la comunidad de profesores de primaria –cuentan que alguien supo de una profesora, una, una, solo una de una escuela infantil de un pueblo de Logroño que alcanzó a junio sin purpurina en las uñas–, pero también auguro una fuente de polémica. Respiremos hondo mentalizándonos a ver a españoles de bien, pero con brillibrilli en los ojos, en vídeos de Tik Tok rebelándose contra esta tiranía progre al grito de libertad.

Recordemos la polémica pancarta de Vox en que tiraba a la papelera las banderas LGTBI o los símbolos del movimiento feminista y la Agenda 2030. «Esta agenda no responde a intereses patrióticos, supone una planificada destrucción de nuestra soberanía, de nuestra economía y del orden moral social y político», decían. Una agenda que marca como objetivos de desarrollo el fin de la pobreza, hambre cero, igualdad de género, energía asequible y no contaminable o la acción por el clima que los de Abascal califican de «adoctrinamiento» y un «ataque a las tradiciones y costumbres».

Tampoco parece muy por la labor el candidato a la presidencia, Núñez Feijóo, quien de las 14 largas horas de las dos primeras jornadas de la sesión de investidura dijo, literalmente, «No voy a perder ni un segundo en discutir sobre el cambio climático, por muchos esfuerzos que haga cualquiera de ustedes». Zanjando como: «Transición ecológica sí. Dictadura activista en ningún caso». Una cucharada de dictadura activista, esta del 17 de octubre, que le pillará a saber si presidiendo el Gobierno o la oposición, pero calentito. La Aemet ha alertado de que nos espera «un octubre sin precedentes». España alcanzará temperaturas de hasta 38 grados, las propias de agosto.

En junio conocíamos los alarmantes resultados de un estudio publicado en Water Research por la red EnviroPlaNet –que coordina esfuerzos de más de una decena de grupos de investigación españoles– revelando la presencia de microplásticos en el agua del grifo de varias ciudades de las comunidades autónomas de Madrid, Cataluña, Galicia, Murcia y las islas Canarias. Ya en 2020, otra investigación de Orb Media –organización de periodismo sin fines de lucro con sede en Washington–, analizó 259 botellas de agua embotellada –que suele promocionarse a sí misma como «garantía de pureza»– de 11 marcas distintas en 9 países, detectando la presencia de microplásticos en un 90% de ellas. Otros estudios similares alertan de la creciente presencia de plásticos en los alimentos o en el aire que respiramos. Su origen secundario es consecuencia de la descomposición de objetos de plástico más grandes que nos llegan arrastrados por las olas o el viento, pero el primario es precisamente ese, su introducción directa e intencionada en microtamaño en forma de purpurina, juguetes, detergentes o incluso medicamentos.

Del otro lado del cuadrilátero, seis cuasiadolescentes portugueses con brillo propio de entre 11 y 25 años han llevado esta semana ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos a 32 países –incluyendo a España, por supuesto–, acusándonos de atentar contra los Derechos Humanos por el perjuicio y la amenaza a sus condiciones de vida causados por el cambio climático. Cansados, ya ven… de esnifar nuestra purpurina.

@otropostdata

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