Opinión

Pere Casan Clarà

El resentimiento

Benitto Mussolini junto a Adolf Hitler.

Benitto Mussolini junto a Adolf Hitler.

El resentimiento se define como un sentimiento persistente de disgusto o enfado hacia alguien o algo, por considerarlo causante de cierta ofensa o daño sufridos y que se manifiesta en palabras o actos hostiles. Si vieron la película Oppenheimer, del director angloamericano Christopher Nolan (Londres, 1970), donde se narra la vida del físico teórico Julius Robert Oppenheimer (1904-1967), considerado el organizador del Proyecto Manhattan y el padre de la bomba atómica, recordarán la frustración que encierran la persona y los actos de Lewis Lichtenstein Strauss (1896-1974), uno de sus constantes opositores. (Curiosamente, la relación entre ambos se presenta en la película siempre en blanco y negro). Este americano resentido, de ascendencia judía, fue un self-made man, banquero y benefactor de la causa hebrea, que desempeñó un importante papel en la audiencia seudojudicial contra el físico atómico, por otra parte también de origen judío. El origen de este sentimiento contrario se inició, al parecer, cuando Strauss interpretó erróneamente un desdén de Albert Einstein (1879-1955), tras una breve charla del físico alemán (posteriormente nacionalizado suizo, austríaco y estadounidense), también de ascendencia judía, con su colega Oppenheimer, en un encuentro de los tres personajes en Princeton en el año 1947. Fruto de un equívoco nació un profundo rencor que tuvo muy notables consecuencias para ambos.

¿Dónde empieza el resentimiento y se inicia el rencor? El primero puede convivir únicamente con la frustración y sin tomar represalias. El segundo encierra un deseo claro de venganza y es más profundo, duradero y destructivo. El resentimiento y el rencor son un potentísimo motor negativo que emponzoña la vida de las personas. Sólo hace falta mirar a nuestro alrededor para darse cuenta que la relación entre nuestros representantes políticos sería mucho más eficaz si pudieran obviarse los resentimientos. Muchas veces apetece gritar: «Todos al punto de salida, póngase cada uno su dorsal ideológico, olvídense de viejas rencillas y fijen su mirada en la meta y en el camino a seguir para alcanzarla».

El resentimiento tiene raíces ancestrales. La historia y la literatura están llenas de ejemplos relacionados con este sentimiento tan común. La Ilíada, fiel reflejo de la variada conducta humana y divina, es un permanente ejemplo de luchas fratricidas, fruto de un resentimiento. La psiquiatría encuentra frecuentes orígenes de trastornos nerviosos y enfermedades mentales, a partir de una frustración mal resuelta que acabó en rencor. Quién no haya tenido nunca un atisbo de esta emoción puede disponerse a tirar la primera piedra, pero anden con ojo ya que todos estamos expuestos a padecerla. En general, sus causas pueden resumirse en tres: sentimiento de inferioridad, un fracaso inesperado o haber sufrido una humillación. Gregorio Marañón (1887-1960), en su obra Tiberio, historia de un resentimiento (Espasa Calpe Argentina, 1939), sitúa al resentido entre las personas sin generosidad, mediocres y con espíritu de venganza, elaborada tras un largo periodo de incubación. Citando a Miguel de Unamuno (1864-1936), nos recuerda que aunque no figure entre los pecados capitales, el resentimiento es el más grave de todos, más que la ira y más que la soberbia. Una persona resentida con poder es un cóctel explosivo que puede producir grandes males a la sociedad. Sin ir más lejos vean los ejemplos de Adolf Hitler (1889-1945), o el más cercano en el tiempo, responsable de la guerra en Ucrania. Igual que es necesario un «certificado de penales» para ejercer ciertos cargos públicos, debería exigirse una «certificación de no resentimiento» para actuar en política.

Un buen ejemplo musical de este sentimiento es el que nos presentó Shakira Isabel Mebarak Ripoll (Barranquilla, 1977), tras la separación de su compañero Gerard Piqué (Barcelona, 1987). «Una loba como yo no está para novatos. Una loba como yo no está pa tipos como tú». Afortunadamente, la música es una buena válvula de seguridad para expresar emociones de cualquier tipo. Por este motivo es preferible cantar al primer amor, aquel que nos coge desprevenidos, aquel que nos apasiona a la vez que nos atormenta, cuando los resentimientos quedan aún muy lejanos en el tiempo. Escuchen atentamente el aria Nel cor più non mi sento, del acto II de la ópera La Molinara, del compositor italiano Giovanni Paisiello (1740-1816). Mi versión preferida es la de Cecilia Bartoli, acompañada al piano por Gyorgy Fischer. https://youtube.com/watch?v=7u-s-47f-ec. Paisiello fue un músico muy popular y prolífico. Admirado de Napoleón y por el propio Mozart, sus obras se interpretaron en toda Europa. La melodía es alegre, sencilla y divertida, por lo que forma parte del repertorio iniciático de cantantes. El propio Ludwig van Beethoven (1770-1827) compuso seis variaciones para piano (WoO 70), mucho más exigentes para la interpretación. Aunque existen numerosas versiones, mi preferida es la del pianista alemán Wilhelm Kempff (1895-1991) https://youtube.com/watch?v=47D2dFOEHLA&feature=share9. Dejen el resentimiento para los resentidos y sumerjan sus emociones en esta bella melodía amorosa. Les resultará mucho más estimulante y placentero.

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