Opinión | la columna

Ana Bernal-Triviño

¿Qué dicen ahora los que insultaban a las jugadoras de fútbol?

¿Qué dicen ahora los que insultaban a las jugadoras de fútbol? No se les escucha

La fiesta de la selección española tras ganar el Mundial.

La fiesta de la selección española tras ganar el Mundial. / EFE

¿Qué dicen ahora los que insultaban a las jugadoras de fútbol? No se les escucha. Aquellos que humillaban con ganas se han tragado la lengua. Durante décadas hemos soportado escuchar que el fútbol femenino no interesaba, que nadie lo veía, que era secundario, que aburría, que era tirar el dinero. Las jugadoras, niñas o adolescentes, han crecido escuchando que eran unas machotas, ineptas, vagas, el hazmerreír del campo, que estaban mejor en casa, que eran una quejicas o peor, unas guarras o putas. Se reían de las que querían ser profesionales, coartando sus derechos. O decían que el fútbol de mujeres y los trofeos eran un acto de caridad. Y esto es reciente, de un influencer en 2023, que también dijo: «No hay absolutamente ni una sola persona en el universo a la que le pueda interesar un partido de fútbol femenino». Ha tenido menos visión que un futurólogo.

Qué fácil debió ser hombre e iniciarse en un deporte que te apasiona con todo tu favor: los clubes, los patrocinadores, la federación, la prensa, la sociedad. Qué complicado para las que no lo tuvieron por ser mujeres. La final del Mundial es la recompensa a tanto despropósito vivido, tanta mirada machuna, tanto chantaje y tanta desvalorización. Por fortuna, las jugadoras españolas que nos han llevado a la final del Mundial tuvieron familias que las apoyaron. Estos días las escuchamos contar cómo muchas se criaron con sus hermanos jugando al fútbol, con unos padres que defendieron a sus hijas de los ataques y que, de la misma manera que a sus hermanos le enseñaban cómo manejar el balón, lo hacían con sus hijas por igual. Unas jugadoras que, tras lo vivido con Vilda, han mostrado una fortaleza mental superior al resto.

Pero las desigualdades siguen ahí. Y no solo en la diferencia del premio del campeonato Mundial. Aquí hay mucho por hacer. Su retribución sigue lejos de las de ellos, con el añadido de la condescendencia y el paternalismo. A partir de ahora qué. Ellas han demostrado que valen. Y de sobra. ¿Estará el resto a la altura? ¿Dónde estáis esos machitos que despreciabais y os reíais del fútbol femenino? ¿Seguiréis explicándoles lo que saben? ¿Seguiréis hablando desde vuestros cómodos asientos, con cerveza y pipas?

Han hecho historia ganando el Mundial. Un hito por todas aquellas que no fueron escuchadas. Por aquellas a las que les dijeron pesadas y machorras. Por aquellas que escucharon que su sitio era fregar platos y no pisar el terreno de juego. Por aquellas obligadas a dejar el fútbol por la maternidad. Por aquellas que no las dejaron ser profesionales. Por aquellas que han hecho huelga y han llamado «caprichosas». Por las insultadas, pitadas o humilladas por pisar el campo o pedir derechos. Y todo esto, para aquellas que ahora, cada vez más, podrán estar en un campo de fútbol más respetadas y libres, gracias a las mujeres que dieron antes la cara y el cuerpo ante el machismo.

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