Opinión | SANGRE DE DRAGO

Juan Pedro Rivero

3.700 pesetas en 1923

Pude asistir a una extraordinaria conferencia en la Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife el pasado jueves sobre la religiosidad de Albert Einstein. El profesor y doctor en Física y en Teología David Alcalde nos relató el itinerario existencial del gran físico de la Teoría de la Relatividad.

Un resumen simple podría ser, con el inevitable riesgo de ser parcial, que según Einstein la investigación científica era para él su forma de vivir la experiencia religiosa y darle sentido a su vida. El arte y la ciencia eran formas de abrirse al misterio y descubrir, asombrado, lo inabarcable de la verdad prodigiosa del Cosmos.

Siempre será verdad aquella frase de que poca ciencia nos aleja del misterio de Dios y hace ateos, mientras que mucha ciencia nos hace humildes y abre al misterio infinito de lo trascendente volviéndonos creyentes. Me llamó la atención el sencillo comentario del conferenciante, que manifestó, no con poca pena, que a Albert Einstein le faltó tener un encuentro con Jesús de Nazaret, a quien reconocía como modelo a imitar más que como referencia de trascendencia. Me gustó asistir a ese evento en el que dialogaron la ciencia y la fe en el marco extraordinario de la Sociedad Económica de Amigos del País.

En un momento extraordinario, justificando el motivo de la charla por el centenario de la visita a España en 1923, el profesor Alcalde señaló que el físico judío había dado tres conferencias en Madrid por 3.700 pesetas. Y que esa cantidad era lo que un profesor universitario cobraba durante un año de labor docente e investigadora en la Universidad Central de Madrid.

Inevitable hacer números y reducir a poco más de 22 € lo que le costó a la institución universitaria las tres conferencias de Albert Einstein. Descubrir que la evolución del saber y de la búsqueda de la verdad cambian y avanzan también de esa simbólica forma, convirtiendo una extraordinaria cantidad de dinero entonces a nada en la actualidad. Recordaba, también, que mi bisabuelo regresó de Cuba un poco antes de esa fecha trayendo como fortuna de trabajador del tabaco poco más de 200 pesetas y lo que compró en lo alto de Icod con aquellos mínimos ahorros.

La perspectiva del tiempo puede evitar convertir en ridículo el pasado. La historia solo puede ser interpretada desde el tiempo en el que los hechos ocurrieron. La empatía histórica es imprescindible para no decir hoy en día que el físico de la Relatividad nos regaló tres conferencias por lo que cuesta un menú diario en un restaurante de mediana categoría. Toda una lección contable que nos ayuda a no juzgar desde fiera del tiempo concreto lo que ocurre en él.

Es otra forma de humildad intelectual, aspecto destacable en todo investigador sea de la disciplina que sea. Sabemos poco aún de muchas cosas, y de las cosas que sabemos, hemos de ser lo suficientemente comedidos para no echar las campanas al viento. Las certezas siempre son limitadas porque la evidencia de algo tan enorme como la verdad es tan difícil de adquirir, que rozamos como un ciego con su bastón el borde de la acera de la existencia que recorremos.

3.700 pesetas era mucho dinero en 1923.

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