Opinión | Desde el Blocao

Jerónimo González Yanes

Almirantes de origen palmero

Sendero del Time, en Tazacorte.

Sendero del Time, en Tazacorte.

El palmero Francisco Díaz Pimienta, capitán, luego almirante y por último general de la Armada de Indias, nació en el año 1594 en Tazacorte en la isla de La Palma, si bien en este aspecto existe polémica pues hay quien sostiene que era natural de Cuba y que de pequeño se trasladó con sus padres a la isla canaria, si bien genealogistas e historiadores isleños mantienen lo contrario, pues entre otras razones la fecha de su nacimiento coincide con las edades de este marino en la documentación de su vida militar.

De pequeño residirá durante unos años en Garachico, en Tenerife, en casa de unos tíos, pues por esa época la prosperidad económica del lugar constituyó su época dorada, ya que al consolidar su rada fue la puerta comercial de esta isla, con tráficos comerciales con Europa, América y África, continuando como puerto importante del tráfico entre Canarias y América. Es de suponer que al existir en la localidad varios conventos, entre ellos del de San Agustín al que llamaban el colegio, aunque no tenía facultad real, fue enviado allí para iniciar sus estudios. Posteriormente, se traslada a Sevilla para continuar su formación académica, resultando que en 1610 estudiaba la carrera eclesiástica, aunque sus pretensiones eran que le destinaran a la marina.

Una vez fallecido su padre abandona esos estudios, se encamina en los galeones de Indias a Cartagena y se alista en la marina de guerra, desde ese lugar embarca para Flandes, donde por actos heroicos alcanza el empleo de alférez. De vuelta a Indias –en torno a 1625– destacó al ser uno de los más aguerridos luchadores contra los piratas que deambulaban por las rutas del Imperio español; pues, Felipe IV –que le había nombrado capitán– le encomendó la limpieza de bucaneros, contrabandistas y resto de filibusteros que asolaban las aguas de la América española, pues peligraban las rutas mercantiles entre España y sus colonias. Además, se conoce que en La Habana el capitán Díaz Pimienta gozaba de la condición de prestigioso fabricante de naves, fabricando galeones para la armada de Indias, destacándose la importancia que para la Corona merecía este reputado marino.

Tras muchos años de servicio, en 1641 encontrándose en La Habana con su escuadra, le ordenan acudir a liberar las islas de Santa Catalina, Providencia y Santa Engracia que habían tomado los ingleses, que tras feroz y glorioso combate las liberó. En prueba de gratitud el Rey le concedió el hábito de Santiago. En 1652, durante el sitio naval a Barcelona, recuperada valientemente por los marinos españoles y la experiencia del almirante, falleció. Destacar que fue capitán general de Menorca, virrey de Sicilia y consejero de guerra de Su Majestad.

Otro marino canario célebre es el palmero Antonio Fernández Rojas, almirante de la flota de Filipinas y Adelantado de las Palaos, que nació en Santa Cruz de La Palma en 1671, de padre de origen portugués propietario de un navío que visitaba con asiduidad La Palma, donde conoció a su madre y contrajo matrimonio. Ya con 20 años, el intrépido marino se trasladó a las indias en un navío como piloto auxiliar, destacando como valiente luchador contra los piratas, bucaneros y corsarios, principalmente, que acechaban la ruta del Imperio español.

En 1693, cuando se encontraba en Cumaná, otro palmero y amigo de su padre, el gobernador Mateo de Acosta lo colocó como alférez de Infantería en las tropas que se enviaron para sofocar levantamientos en Araya (ambas ciudades hoy pertenecen al estado de Sucre, en Venezuela). Dos años después, su vida dará un giro importante pues el virrey de Nueva España le destina a Filipinas como tercer piloto, instalándose en Manila, donde vivirá prácticamente toda su vida. Desde allí y ya como piloto mayor realizó numerosos viajes a Nueva España, así como a las Islas Marianas y más tarde a las Palaos a fin de colonizarlas, resultando que el primer monarca de la Casa de Borbón le dio el cargo de almirante de la Flota de Filipinas.

Durante meses lideró la lucha contra piratas chinos, siendo nombrado hacia 1724 castellano del Castillo de San Felipe de Cavite. Con acreditado talento en materia de arquitectura naval, así como destacado cartógrafo militar, resultando su obra maestra Topografía de la ciudad de Manila. En mérito a los servicios prestados y tras la conquista de las islas de Malasia, gozará de un retiro en los pueblos de Cuyo y Lacutaya, en la provincia de las Islas Calamianes –un pequeño grupo de islas situadas entre el Mar de la China Meridional y el Mar de Sulú, entre Mindoro y Palaos–, donados a tal fin por la Corona (Revista de Canarias, 1985).

Cuatro años después, se le ordena que realice un viaje a Nueva España, resultando que fue su último viaje, pues unos días después de atracar en Acapulco, el almirante Antonio Fernández Rojas fallecía el 31 de enero 1729.

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