Opinión

Antonio Papell

El éxito español en Europa: Next Generation

El diciembre de 1992, el entonces jefe de la oposición, José María Aznar, criticó irresponsablemente por avariento al presidente del gobierno, Felipe González, quien había trabajado lo indecible en Bruselas para conseguir la puesta en marcha de unos fondos de cohesión que habrían de facilitar el ascenso de España en el seno de la UE, en la que había ingresado el 1986 con la rémora de haber sido marginada durante la larga noche de la dictadura. La frase oprobiosa fue esta: “Gasta —González— como si fuera un nuevo rico, mientras fuera mantiene actitudes mendicantes y de pedigüeño”.

La historia se ha repetido a raíz de las decisiones europeas adoptadas tras la trágica llegada de la COVID-19, que representaba no solo el fin de la recuperación tras la crisis 2008-2014 sino un nuevo mazazo a la actividad, de consecuencias catastróficas aunque imposibles de evaluar en los albores de aquel dramático 2020, cuando irrumpió aquel maldito virus. Todavía no se ha escrito del todo la historia de como la Comisión Europea, que había marcado pautas de irrazonable austeridad para acometer la crisis anterior, optó esta vez por acentuar el gasto, incluso a fondo perdido, con el keynesiano objetivo de mantener latente en lo posible la actividad y de facilitar una rápida recuperación tras la gran pandemia. Lo cierto es que la UE dispuso 750.000 millones de euros en ayudas (390.000 a fondo perdido), y que a España le correspondieron 77.000 millones no retornables y 84.000 en créditos a muy bajo interés. Esto sí: los recursos se entregarían como contrapartida de una serie de reformas e inversiones tendentes a la reconstrucción y el relanzamiento de las economías dañadas, que habrían de ser programados por los gobiernos nacionales, que deberían rendir cuentas por tramos para ir recibiendo la totalidad de los recursos otorgados.

El periodista Jesús Rodríguez acaba de publicar un extenso y brillante análisis en la prensa madrileña en el que relata y descifra este proceso. La gestión de los fondos ha sido realizada con criterios de país. Nadia Calviño explicó desde el principio que aquellos recursos no eran para que todas las comunidades autónomas tuvieran su aeropuerto, sino para promover el desarrollo armónico del conjunto, con criterios innovadores que, además de permitir a España recuperar el terreno perdido, sometieran al país a un proceso de intensa modernización. Para las reformas, este gobierno ha promulgado más de 60 leyes y ha dispuesto 102 reformas y 110 inversiones, divididas en 416 hitos y objetivos.

La derecha ha hecho incomprensiblemente lo posible para desacreditar, e incluso frustrar, el papel del gobierno en la conducción de este espléndido proceso de resurrección tras la crisis. Paradójicamente, la conservadora presidenta de la comisión, Ursula von der Leyen, ha sido la que más ánimos ha otorgado al ejecutivo español por la puntualidad de sus comunicaciones y la agilidad del proceso de financiación. La derecha, secundada como siempre por la patronal, ha lamentado también que el gobierno haya administrado los recursos con sus criterios ideológicos. Y ha habido que explicarle que sí, porque la mayoría política tenía y tiene toda la legitimidad para hacerlo, utilizando positivos criterios sociales.

Rodríguez relata que, por ejemplo, Fernández-Lasquetty, gurú económico de Ayuso en la CAM, propuso que se invirtieran los recursos europeos destinados a Madrid en una superterminal de carga aérea, una planta de tratamiento de residuos sólidos y la línea 11 de Metro. Ni siquiera obtuvo respuesta: los objetivos señalados fueron más de contenido social, productivista e integrador que constitutivos de acciones faraónicas. “Para sobrevivir, Europa debía ser más verde, digital, feminista, cohesionada, social, productiva, competitiva e innovadora. Era a vida o muerte”, ha explicado Rodríguez, tomando al pie de la letra la visión de Bruselas.

El papel de España ha sido modélico. Mientras Italia, por ejemplo, ha dejado de ingresar por ahora 19.000 millones de euros de esos Fondos por retrasos en la programación y en la ejecución de los proyectos, España ha ido percibiendo con puntualidad todo lo acordado, tras rendir cuentas escrupulosas de su actuación. Como resultado, la economía española va a la cabeza de la UE. Y es muy triste que la única contribución de la oposición haya sido poner palos en las ruedas hasta hacer peligrar realmente unos recursos de los que todos nos estamos beneficiando.

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