Opinión

¿Servirá con Putin la táctica de hervir la rana?

Emmanuel Macron y Pedro Sánchez.

Emmanuel Macron y Pedro Sánchez.

Dicen que en el Departamento de Estado, sus diplomáticos se refieren a veces metafóricamente a la estrategia de hervir la rana cuando hablan de cómo tratar con el presidente ruso, Vladimir Putin.

Como es sabido, dicha estrategia consiste en ir elevando poco a poco la temperatura del agua en la cazuela donde está el batracio, de tal modo que en el último momento, cuando el animal intente salir, no le queden ya fuerzas para dar el salto.

En este caso, la rana sería Putin, y la práctica consistiría en ir aumentando poco a poco la presión militar sobre las fuerzas rusas para ver hasta dónde se puede llegar sin arriesgarse a desencadenar la tercera guerra mundial.

Se dice también que al jefe del Gobierno alemán, el socialdemócrata Olaf Scholz, esa estrategia le parece adecuada, y por eso ha decidido finalmente dar luz verde al envío de los tanques Leopard al país invadido.

Lo hizo, como se sabe, tras numerosas vacilaciones y sólo después de cerciorarse de que el presidente de EEUU, Joe Biden, haría lo propio con los Abrams, de fabricación norteamericana.

Biden y Scholz parecen querer tantear a Putin para determinar dónde están realmente sus famosas líneas rojas, cautela que, por el contrario, no muestra, en su virulenta rusofobia, el Gobierno de Varsovia.

El canciller federal alemán parece sentirse seguro sólo en compañía del gran aliado transatlántico, algo que le reprocha duramente la oposición, sobre todo la ultranacionalista Alternativa para Alemania, que acusa al Gobierno de preocuparse más de Ucrania que de defender los intereses alemanes.

También al presidente francés, Emmanuel Macron, le gustaría una política del Gobierno de Berlín más independiente de Washington, más autónoma y decididamente europea, sobre todo cuando no se sabe qué partido va a estar en la próxima Casa Blanca.

Es, sin embargo, demasiado pedir de una coalición como la que preside el dirigente del otrora orgulloso partido de Willy Brandt y en la que sus dos socios actuales –verdes y liberales– se destacan por un entusiasta filoamericanismo.

Y todo ello en un país cuyos medios, ya sean públicos o privados, defienden con fervor las tesis atlantistas mientras que excluyen, salvo rara excepción, cualquier voz disidente.

Tras todos los titubeos, Alemania enviará, pues, a Ucrania algunos de sus tanques más modernos y permitirá además que sus socios europeos, con Polonia a la cabeza, manden también los suyos.

Al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, le parecerán sin duda insuficientes y pedirá muchos más, como está ya pidiendo el envío urgente de aviones militares y como hace tiempo que pidió la declaración por la OTAN de una zona de exclusión aérea.

Para desesperación de Kiev y de bálticos y polacos, el Gobierno de Washington ha preferido hasta ahora avanzar con cautela y no ha querido poner a disposición de Kiev los misiles de más largo alcance que le reclamaba Zelenski.

Esto podría cambiar, según el diario The New York Times, porque EEUU parece haber llegado a la conclusión de que Ucrania no podrá obtener la victoria total a la que aspira su presidente sin recuperar la península de Crimea.

Pero ésta es la más roja de las líneas rojas del Kremlin dado que allí está la base de su flota del Mar Negro, y para Rusia, perder Crimea es permitir que EEUU domine totalmente esas aguas estratégicas.

Además, Crimea difícilmente podría reconquistarse sin una intervención militar directa de la OTAN. Y la rana nuclear rusa podría dar entonces el temido salto.

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