Opinión

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El cambio climático se debe principalmente a causas antropogénicas

El cambio climático se debe principalmente a causas naturales

El cambio climático se debe principalmente a causas naturales

El pasado día 6 de febrero, el periódico EL DÍA publicó un artículo de opinión firmado por Luis Herrera Mesa, premio Humboldt y catedrático emérito de Zoología de la Universidad de Navarra, con el título El cambio climático se debe principalmente a causas naturales.

Las teorías científicas se corroboran con datos y el conocimiento se genera sobre la base de ellos. Precisamente por eso, los autores de este escrito hemos dado un paso adelante para indicar al profesor Herrera que el cambio climático, o calentamiento global, que estamos viviendo es el resultado directo de la actividad humana, tal y como demuestran los datos que generan el conocimiento y la ciencia, que son distintos a las opiniones.

El profesor Herrera afirma, y estamos de acuerdo con él, que debemos diferenciar el cambio climático natural del cambio climático provocado por la actividad humana. Por lo que se refiere al primero, desde la década de 1920, sabemos que las variaciones orbitales de la Tierra , denominadas ciclos de Milankovitch y totalmente predecibles, son las causantes de los periodos glaciales e interglaciales, es decir, las variaciones producidas en el clima a lo largo de miles de años. Junto a estas variaciones astronómicas coexisten efectos naturales no predecibles, tales como las grandes erupciones volcánicas o la propia actividad biológica. Cualquier otro evento natural que afecta al clima, como su nombre indica, es natural y , por consiguiente, poco podemos hacer para evitarlo. Sea predecible o no.

Por lo que se refiere al segundo, los datos y las múltiples simulaciones climáticas indican tozudamente que el cambio climático ocasionado por el hombre es un hecho incontestable. En efecto, desde la revolución industrial, la inyección de gases de efecto invernadero a la atmósfera es incuestionable, según se refleja en las series temporales medidas en todas las estaciones meteorológicas, como puede ser la de Izaña en Canarias, o la de Mauna Loa en Hawaii. La emisión de estos gases ha ido creciendo como consecuencia, principalmente, de la quema de combustibles fósiles, de tal modo que hemos pasado de una concentración de dióxido de carbono en la atmósfera de 320 ppm en 1959, a 416 ppm en la actualidad, valores muy superiores a los registrados en los últimos 800.000 años. Nunca se ha detectado un cambio tan abrupto en tan corto espacio de tiempo en la concentración de estos gases en la atmósfera. Estos mismos estudios han permitido también relacionar los cambios experimentados en la concentración de tales gases con las modificaciones identificadas en la temperatura de la atmósfera. La relación causa-efecto existente entre estos gases y la temperatura es, por tanto, inapelable y se identifica con el denominado efecto invernadero.

Los científicos han constatado que, en la actualidad, el planeta se ha calentado aproximadamente 1,2ºC respecto al periodo 1850-1900. La superficie del océano, particularmente, ha aumentado más de 0,8ºC. Por otra parte, además, de acuerdo con los últimos informes del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, organismo internacional encargado de evaluar los conocimientos científicos relativos al cambio climático), en los próximos años se espera un incremento en el número y en la intensidad de eventos extremos, como hemos vivido en Canarias, donde la AEMET (Agencia Estatal de Meteorología) ha registrado, en los últimos lustros, una duplicación de las noches cálidas (aquellas con más de 25ºC). Los datos atmosféricos de la organización meteorológica mundial demuestran que cada año es más cálido que el anterior.

Evidentemente, este cambio brusco de temperatura en el planeta derivado de la emisión de gases de efecto invernadero genera impactos a escala global: acidificación de los océanos, aumento del nivel del mar, incremento de la frecuencia de fenómenos meteorológicos adversos, etc. Todos estos fenómenos ya están ocurriendo, como testifican multitud de investigaciones que se han publicado en la literatura científica.

En definitiva, la evidencia científica muestra que, principalmente, el cambio climático actual es de origen antropogénico (humano). Negar esta evidencia es, simplemente, continuar contribuyendo a la quema de combustibles fósiles, generar más impactos sobre el planeta y, por lo tanto, exponerlo a una mayor vulnerabilidad. Negar esta evidencia es como negar que el ser humano es capaz de generar fuego porque este se produce también de forma natural. Mirar a otro lado o seguir actuando como hasta ahora, no elimina la emisión de gases de efecto invernadero, ni permitirá adaptar nuestros territorios para hacer frente a los numerosos impactos del cambio climático. El avance que ha permitido el nivel de vida actual se ha conseguido poniendo el conocimiento científico por encima de las opiniones.

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