Opinión | SANGRE DE DRAGO

Juan Pedro Rivero

Más oyentes que parlantes

Más oyentes que parlantes

Más oyentes que parlantes

Hoy quiero volver a escuchar un sencillo dicho popular, que se repetía mucho en mis años mozos: «Cuatro ven más que dos». Era una forma de corregir una perspectiva personal ante una corrección alternativa que alguien nos hacía. Cuantos más ojos vean algo, mejor será la visión objetiva de la realidad observable. Dos ven más que uno, cuatro más de dos, ocho más que cuatro. En la deliberación y el discernimiento, el acceso a la verdad exige la concomitancia de los buscadores. Nadie posee, ordinariamente, una capacidad de análisis que sustituya la visión de otros. Nadie ve todos los palos de la baraja ni todas las caras de un poliedro. La búsqueda de la verdad es comunitaria.

Por eso es tan importante caminar juntos. A este respecto se escucha desde hace más de un año el término de sinodalidad, o sínodo en ambientes vinculados a la Iglesia, como propuesta de reflexión compartida, hecha por el Papa Francisco. La voluntad de Dios es un acceso también compartido, que exige procesos de discernimiento comunitario. Caminamos juntos hacia el conocimiento de la verdad, sea esta divina o humana.

Para esta experiencia hace falta capacidad de escuchar a los demás. Escucha humilde de las personas que, aun en medio de sus posibles errores de perspectiva, tienen una experiencia y una visión de las cosas que puede ayudarnos a comprender la globalidad de lo real o la belleza de la verdad. Caminar juntos merece que adaptemos nuestro ritmo a los ritmos ajenos y que vivamos la experiencia de la paciencia, virtud fundamental tanto de los docentes como de los discentes.

Desde esta perspectiva, incluso el más alto grado de investigación posible como es una tesis doctoral, debe comenzar escuchando a otros que han hablado antes que nosotros de eso que pretendemos investigar. Es lo que se conoce como el análisis de la situación, el repaso bibliográfico o la valoración del estado de la cuestión. Sin escucha no puede haber investigación innovadora.

Creo que hasta aquí todos estaremos de acuerdo. Otra cosa es nuestro nivel de incorporación de la escucha en la vida ordinaria como actitud básica. Hay muchos ruidos para escuchar a las personas. Algunos, incluso, sostienen inconscientemente que nada nuevo pueden aprender porque ya lo saben todo. Esa manera de vestir las relaciones sociales en las que lo que no sabemos lo inventamos, pero nos hacemos titulados de la verdad absoluta en la absolutez de los temas. ¡Qué falta nos hace Sócrates!

Y el invisible desprecio a que «tú no tienes nada que decirme a mí» que, si no lo decimos con palabras, lo afirmamos con actitudes. Caminar juntos es la mejor forma de alcanzar la verdad, o la mayor y mejor aproximación posible a la verdad. Ser sinodales es ser oyentes; más oyentes que parlantes. Estar a la escucha atenta nos facilita un acceso inmejorable a lo verdadero.

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