Opinión

EEUU no quiere que China le dispute su presencia en el Pacífico

Acostumbrado a dominar el Pacífico gracias a sus bases militares y a sus aliados, Estados Unidos no quiere que China, su principal rival económico, le dispute la fuerte presencia que mantiene en esas aguas desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Cada dos años, la superpotencia lleva a cabo las mayores maniobras navales del mundo, bautizadas con el nombre de Rim of the Pacific o simplemente Rimpac.

En ellas participan más de 25.000 uniformados de veintiséis países de ambos lados del Océano, treinta y ocho buques de guerra y 170 aviones.

Hace seis años, China llegó a formar parte de esos ejercicios con un buque hospital y una unidad de buceo, pero a partir de 2024, el Congreso de EEUU decidió admitir solo a Taiwán, la isla rebelde que Pekín considera parte de su territorio nacional.

Durante casi cuatro décadas, las islas Salomón reconocieron a Taipéi y no a Pekín como representante legítimo de China, pero eso cambió hace tres años para profunda irritación de Washington.

El Gobierno del archipiélago rompió entonces sus relaciones con Taiwán y las sustituyó por nuevos vínculos con China.

Pekín firmó con las Salomón un tratado de seguridad que inquieta tanto a Washington como a sus principales aliados en la región: Australia y Nueva Zelanda.

Ocurre que, enfrascado en guerras en otras partes del mundo como Afganistán, Oriente Medio y últimamente también Ucrania, Washington pareció perder interés en la región del Pacífico, que ya dominaba militarmente.

EEUU clausuró algunas representaciones diplomáticas, incluida su embajada en la capital de las Salomón, y recortó algunos programas de ayuda al desarrollo.

Lo cual no significa que EEUU no siga teniendo allí una presencia abrumadora: en Hawái está su mando del Indopacífico y en Corea del Sur tiene estacionados a miles de soldados.

Está además el llamado Diálogo Cuadrilateral de Seguridad (Quad) con Australia, la India y Japón, clara respuesta al poder creciente de China, que lo considera una «OTAN asiática».

Al mismo tiempo, EEUU firmó con Australia y Gran Bretaña el pacto militar conocido como Aukus, que compromete a la superpotencia a compartir con Australia tecnología avanzada como, por ejemplo, submarinos nucleares.

Pese a esa presencia militar en aguas lejanas, Washington considera lo ocurrido en las Salomón como una provocación por parte de la China comunista.

No es, sin embargo, que todo el mundo acepte en ese archipiélago el viraje diplomático acometido por su Gobierno, y así en otoño del año pasado hubo en su capital, Honiara, fuertes protestas antichinas.

A comienzos del pasado mes de agosto ancló en ese puerto el buque de guerra estadounidense Oakland. Y llegaron allí la subsecretaria del Departamento de Estado Wendy Sherman y la embajadora en Australia, Caroline Kennedy.

Se conmemoraba el 80 aniversario de la batalla naval de Guadalcanal, que enfrentó a las fuerzas aliadas, principalmente las estadounidenses, con las del Japón imperial, que intentaba hacerse con el control de aquellas aguas.

En clara alusión a China, a la que no mencionó por su nombre, la segunda del Departamento de Estado norteamericano dijo que dependía de todos el que «en el futuro tengamos sociedades en las que cada cual pueda decir lo que piensa».

Pero no todo el mundo está convencido del altruismo estadounidense: para EEUU, la región tiene una gran importancia estratégica como atestiguan sus numerosas bases y la cooperación militar reforzada con el nuevo Gobierno filipino de Ferdinand Marcos, hijo del dictador homónimo.

Muchos no han olvidado tampoco que la superpotencia no tuvo ningún reparo en expulsar a los isleños de sus tierras ancestrales para llevar allí a cabo sus pruebas nucleares.

Mientras tanto, China sigue reforzando su presencia económica en la región, y así el volumen de su comercio con los territorios del Pacífico occidental más que dobla ya al de EEUU.

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