Opinión | A BABOR

El partido del consejero de Hacienda

Después de la nota de prensa de la consejera de Turismo descalificando a su director general, uno pensaba que este Gobierno ya no podía ofrecernos más surrealismo. Hasta que ayer se publicó una de las noticias más frikis de la temporada: el partido del consejero de Hacienda ha dejado de existir por sentencia judicial firme, ha sido retirado por defunción del registro de partidos políticos, tras cuatro años sin presentar sus cuentas y recibir la resolución del ministerio de interior que –¡¡¡en agosto de 2021!!!– le daba un mes de plazo a los responsables del partido canarista progresista para presentar recurso.

Siempre he pensado que Román Rodríguez va bastante sobrado absolutamente de todo. Haber sido presidente del Gobierno tan joven y por carambola –como le ocurrió a él, elegido por sus socios de ATI en 1999, y como mal menor para evitar que Olarte volviera a la Presidencia–, le infundió la certeza de que iba a comerse el mundo. La convicción le duró tanto como la paga presidencial, cuatro años, y cuando lo sustituyó Adán Martín, se cogió tal berrinche que acabó escindiéndose. Su proyecto nacido por partenogénesis coalicionera no se comió una rosca, languideció penosamente, pero Román no se arredró en absoluto. Pasó la travesía del desierto, tiró de Abrótano Macho (el reconstituyente capilar que hizo ricos a los Bescansa) y acabó por tener un partido a su imagen: bien plantado, hirsuto, con ganas de pelea, y probada tendencia a olvidarse de hacer la tarea.

Pero las leyes hay que cumplirlas: y Nueva Canarias lleva cuatro años sin hacerlo. Cuatro años sin presentar ni un papel ante el Tribunal de Cuentas son muchos años. La ley es muy precisa al explicar que los partidos deben remitir las cuentas anuales, con detalle documentado de ingresos y gastos, antes del 30 de junio del año siguiente. Hace poco menos de un mes tenían que haber presentado los papeles del ejercicio 2021. Y los de 2020, 2019 y 2018, cuya presentación se pasaron por la retambufa cuando tocaba. Carmelo Ramírez, que es quien se ocupa de estos asuntos en Nueva Canarias, ha aclarado que nadie les avisó de que han dejado de existir. Pero consta un oficio del Ministerio, un día después de la sentencia, explicando que se procedía a la suspensión del partido y dando un plazo de un mes para presentar recurso. Y queda aún la multa: la legislación considera una infracción muy grave no presentar las cuentas anuales durante dos ejercicios consecutivos (o tres alternos) y castiga tal proceder con una sanción que va de los 50.000 a los 100.000 euros. El partido del consejero de Hacienda tendrá que explicar por qué no han rendido cuentas, como debe hacer cualquier empresa que reciba dinero público –y los partidos reciben por distintos motivos–, reinscribirse en el registro (si eso puede hacerse), analizar si ha sido legal o no la financiación recibida en estos años, devolver esa financiación (o no) y pagar la multa que proceda. Es cierto que el dinero que recibe el Grupo parlamentario del consejero de Hacienda es harina de otro cantar: la morterada que le pasa el Parlamento está dirigida al funcionamiento del Grupo, que tiene una diputada menos, pero aún existe, como prueba el que aplaude a rabiar cuando Román dice algo. Otra cosa es que el Grupo hubiera ingresado ese dinero o parte de él en el partido, que eso sería probablemente ilegal. O sea, que esto va a dar para un culebrón veraniego.

Habrá quien se pregunte qué clase de confianza puede tener uno en una consejería de Hacienda que no para de sablear a los ciudadanos exprimiéndoles hasta el jugo del tuétano, y cuyo responsable pasa de presentar las cuentas de su partido para justificar la pasta que recibe. Pero no se preocupen: ya sabemos que lo que le gusta a Román es jugar con el mando de la tele, montar escandalillos con nocturnidad y alevosía a sus socios, y conspirar para ser califa ladino en lugar del inocente califa Torres. Afortunadamente para todos nosotros, la consejería no la lleva Román, sino el leal y probo Fermín. Si Fermín se ocupara también del partido, en vez del despistado Ramírez, tendría todas esas cuentas en la cabeza, como tiene el reparto de subvenciones empresariales afines, y estoy seguro de que las habría presentado. Nueva Canarias seguiría entonces existiendo más allá del recuerdo compungido de sus viudas, viudos y afiliados. Lo que pasa es que Fermín no puede hacerlo todo.

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