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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Terror a las tetas

De repente aparece en la pantalla del televisor la ministra de Igualdad. No le presto demasiada atención hasta que pronuncia la palabra tetas. «¿Por qué le tienen tanto miedo a nuestras tetas?», grita Irene Montero, y lo repite, enfervorizada, y luego pasa lista a un montón de cosas a las que alguien tiene casi tanto miedo como a las tetas. Así que asaltar los cielos era esto. Recuerdo una nota que garrapateó Henry Miller al cumplir 80 años: «Si no te has quedado culiatornillado y si te sigue emocionando un buen trasero o un magnífico par de tetas, si todavía puedes enamorarte las veces que sea y si perdonas a tus padres por el delito de haberte traído al mundo, si te hace feliz no llegar a ningún lado y vivir al día, si puedes olvidar y perdonar y evitar volverte amargado, cascarrabias, resentido y cínico, hombre, ya vas ganando». A la impostada indignación de la ministra prefiero la filosofía vital de Miller, quien pregona que un par de tetas son un motivo más de goce y agradecimiento existencial para él y para ella. Hacer de la indignación una industria palanganera y del sentimentalismo una herramienta electoral es algo que ya no soporto y sospecho que a muchos miles de ciudadanos les ocurre lo mismo.

La ministra se puso a hablar de tetas porque en un festival de música pop y tal una cantante cantó una canción supuestamente reivindicativa que incidía en las glándulas mamarias como objeto de rechazo y disgusto por los delincuentes machistas y/o marichulos. La canción es una bobería insustancial, pero junto con otras berreadas en el mismo certamen han sido objeto de apasionados debates en las redes sociales. Especialmente por parte de nuestra izquierda patria, sin excluir a sus hermanos canarios. Por ejemplo, Idoia Villanueva, eurodiputada de UP, en su cuenta de Twitter: «Miedo a nuestras tetas. Miedo a nuestras lenguas cooficiales. Miedo a su país y su gente». Un texto valeroso retuiteado de inmediato por Noemí Santana y otros compañeros isleños. En el concurso de marras se dilucidaba la canción que representaría a España en Eurovisión. La de las tetas no ganó, lo que enfureció a mucha gente de izquierdas, para los que fue evidente en cinco minutos que todo había sido un complot para que ganase otra canción repugnante. Pablo Echenique declaró que «el jurado de Benidorm Fest es como el Consejo General del Poder Judicial». Corrupción. Alerta Antifacista. Todos con las tetas. Todos con nuestras tetas. Todos tetudos y tetudas ya.

Que un concierto mierdoso se haya transformado en un debate ideológico, con ministros, directores generales y diputados pontificando sobre el mismo con perfecta seriedad, es una maravillosa evidencia de la situación de la izquierda española. Para la izquierda española –sin excluir a amplios sectores del PSOE– el Festival de Eurovisión, una de las metáforas más asentadas de la casposidad más trivial, merece ser tratado como una guerra cultural y justifica sobradamente la crítica, la sospecha, la denuncia la indignación. Y la explicación de este histrionismo –puro humo de tramoya– es muy sencillo: porque apenas pueden hacer otra cosa que no haga un muy moderado gobierno socialdemócrata más o menos normalito, más o menos apañado. No se trata siquiera de que con todo este estruendo sobre semejante nadería intenten parecer que están ahí, que existen, que garantizan la preminencia de sus valores, que no se les escapa nada. No se simula hacer algo, sino se apantalla no estar haciendo sustancialmente nada. Así que se escoge una cancioncilla de mierda y se la convierte en una pieza de Serrat o de María del Mar Bonet y a tener una buena bronca, a solicitar incluso información sobre la votación al Congreso de los Diputados, a tuitear durante días al respecto, porque el terror que le causan las tetas a Pablo Casado, a Santiago Abascal y a toda la vieja guardia del PSOE debe ser denunciado. Las tetas no tienen nada que perder más que sus wonderbras.

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