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Joaquín Rábago

Hacer méritos

Ya lo hemos oído: el Gobierno de Pedro Sánchez envía a aguas del mar Negro la fragata que lleva el nombre del medio hombre, Blas de Lezo, y ha ofrecido también mandar cazabombarderos a Bulgaria.

Se trata, dicen, de algo planeado con anterioridad al agravamiento de las tensiones con el país de Vladimir Putin, pero que se ha adelantado al parecer en vista de las circunstancias.

El Gobierno del partido que cuando no gobernaba supo decir no a la guerra ilegal de Irak, desafiando a Estados Unidos, ahora parece, sin embargo, dispuesto a hacer méritos ante Washington.

Méritos de cara sobre todo a la próxima cumbre de la OTAN, que se celebrará en Madrid, y que el líder socialista aprovechará para darse relumbrón, que siempre viene bien, sobre todo cuando tiene enfrente una oposición inclemente hasta lo irracional.

También con el más o menos secreto deseo de ver si EEUU flexibiliza su posición descaradamente favorable a Marruecos en el conflicto en torno a la antigua colonia española del Sáhara Occidental, ilegalmente ocupada en las postrimerías del franquismo por nuestro vecino del Sur.

Posición que adoptó en su día el republicano Donald Trump, pero que su sucesor, el demócrata Joe Biden, no ha modificado porque el reconocimiento de esa ilegalidad fue a cambio de que Marruecos restableciera las relaciones diplomáticas con Israel, ariete de la superpotencia en Oriente Medio.

No olvidemos que, como ocurre siempre y más aún si se trata, como en este caso, de Estados Unidos, un país no tiene amigos y sólo intereses, y es interés primordial de Washington, con independencia de qué partido ocupe la Casa Blanca, reforzar a Israel, su principal aliado estratégico en la región.

El envío de esas fuerzas militares a países fronterizos con Rusia ha provocado ya tensiones dentro del propio Gobierno de coalición, pero a Sánchez esto no parece importarle demasiado.

Ha conseguido en cambio que el líder del PP, Pablo Casado, deponga, al menos por un día, su actitud de total oposición a cualquier medida del Gobierno para aprobar una decisión suya, aunque insista, eso sí, con toda razón en que Sánchez debe informar al Parlamento.

¿Cabía esperar otra cosa del discípulo de aquel presidente del Gobierno que, a cambio de apoyar sin fisuras a Estados Unidos en la guerra de Irak, se permitió la licencia de poner un día los pies sobre la mesa del líder del mundo libre?

Sorprende, o tal vez no tanto, lo solícito que ha estado ahora Sánchez al atender con inusitada presteza la petición de Washington vía OTAN de aumentar la presión sobre Rusia para disuadir al Kremlin de una nueva invasión de territorio ucraniano, algo que Biden daba el otro día por sentado.

Países europeos más importantes que el nuestro como Francia e incluso, hasta cierto punto Alemania, que tiene una gran dependencia del gas natural ruso, no parecen mostrar en este caso el mismo entusiasmo atlantista que el que exhibe ahora el líder del PSOE. Hay que saber hacerse respetar.

Y a juzgar por el trato que habitualmente ha dispensado la superpotencia a su aliado ibérico, que acoge dos bases importantes cedidas a Washington durante la Guerra Fría, no parece que sea ésa la mejor forma.

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