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Francisco Pomares

Bombardear la verdad

Ocurrió hace unos días en una tertulia en la radio de Chavanel: Casimiro Curbelo comentó la técnica de encauzar las coladas de lava destruyendo con explosivos una de las paredes del cono volcánico, para acelerar la salida del magma. Sus palabras, presentadas por algún medio prácticamente como si Curbelo hubiera tenido la ocurrencia de arrasar La Palma con bombardeos contra la población civil, provocó ayer una furibunda reacción del político gomero, probablemente harto de las mentiras y manipulaciones a las que últimamente está siendo sometido. Curbelo calificó a Carlos Sosa –que en los últimos meses parece atribuirse el rol de némesis suya– de ningundi y aseguró que piensa demostrar que lo que mueve a Sosa en sus descalificaciones constantes contra él es mantener el status logrado como productor, director y conductor del programa de la televisión canaria con peores datos de audiencia de los últimos años.

Probablemente, lo que ha cabreado a Curbelo es que Sosa haya convertido un comentario intrascendente –matizado inmediatamente por Curbelo en la misma tertulia, cuando aseguro que son los técnicos los que deben valorar los métodos y recursos para actuar frente al volcán– en una presunta propuesta de actuación, con la obvia intención de ridiculizarle. En realidad, por estrafalaria que parezca la ocurrencia de Curbelo, se trata de una técnica ensayada en otros casos de erupciones. Se probó en Hawai, en 1935, consiguiendo interrumpir la colada del Mauna Loa, un volcán muy activo, cuya colada cambió inesperadamente de dirección a finales de aquel año, avanzando hacia Hilo, un núcleo habitado situado al norte del volcán. El 27 de diciembre, un ala de biplanos de las Fuerzas Aéreas estadounidenses descargaron una veintena de bombas, de las que algo más de la mitad alcanzaron su objetivo. La lava redujo su avance y a principios de enero se paró: «El experimento no ha podido ser más exitoso», declaro al New York Times el director del observatorio volcánico de Hawai, Thomas Jagger. ¿Lo fue? Hoy no existe consenso científico sobre el éxito de la operación. Quizás el efecto del bombardeo de la colada contribuyera a retrasar su avance, pero es poco probable que la lava dejara de manar por eso. En 1942, se repitió el bombardeo contra el mismo volcán, con interpretaciones científicas sobre el resultado nuevamente enfrentadas. Tres días después del bombardeo, los respiraderos colapsaron y el flujo de lava con dirección a Hilo se paró de nuevo. Y en 1975 y 1976, la Fuerza Aérea arrojó bombas de 2.000 libras sobre antiguos depósitos de lava para probar su eficacia, dividiendo de nuevo a la comunidad científica.

Lo único que al parecer se acepta que ha funcionado, ha sido bombear agua de mar para enfriar la lava y crear corredores, con diques sólidos que la encaucen. En 1973, bomberos islandeses lograron con este procedimiento desviar la lengua de lava del Eldfell, un volcán que entró en erupción en la isla de Heimaey, salvando su puerto –único enlace con el continente– de la total destrucción. Pero cada volcán funciona de una manera distinta, cada colada tiene una composición y viscosidad diferente, no hay recetas claras. Y el volcán de Cumbre Vieja mantiene activa una caldera enorme, con una profundidad que algunos calculan puede superar los veinte metros. No es un tranquilo volcán hawaiano.

Probablemente no haya mucho que hacer, más allá de intervenir sobre lo que sí se puede, que es sobre la desesperación de la gente afectada. En ese terreno, Curbelo se ha destacado como pocos políticos de esta tierra. El periodista Sosa, condenado en cuatro ocasiones por mentir, parece disfrutar del daño gratuito que provoca con sus manipulaciones y sus probadas mentiras. Quizá aún no lo sepa, pero puede que él también necesite encontrar pronto alguna forma para frenar el volcán de desprecio y rabia que su impunidad ha activado.

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