Apenas resta mes y media para la celebración del XL Congreso federal del PSOE, que se desarrollará en Valencia entre el 15 y el 17 de octubre. Y el partido está casi instalado en cierta estupefacción. En Canarias una estupefacción cerrada al vacío. Hace todavía poco tiempo Pedro Sánchez, el secretario general compañero presidente, fulminó José Luis Ábalos como secretario de Organización, aunque como ocurría con los senadores romanos condenados por la voluntad del emperador, le permitió suicidarse en la bañera cortándose las venas con un comunicado. A través de Ábalos, como es obvio, se vehiculaban las solicitudes, demandas, esperanzas y observaciones de las organizaciones territoriales sobre el futuro comité ejecutivo y el venidero comité federal. Santos Cerdán ha recogido este pesado fardo, pero no está negociando nada, ni siquiera parece estar preparando una negociación. Cerdán toma nota escrupulosamente, recuerda los límites y equilibrios, aconseja serenidad, realismo y colaboración «que es lo que necesita nuestro partido y el propio Gobierno». Se rumorea que Adriana Lastra, número tres de la jerarquía, recibirá el finiquito por los servicios prestados –como en el Gobierno ocurrió con Carmen Calvo– y podrá dedicarse por fin a cazar pokemons y a cantar en tik-tok.

Para conseguir el único objetivo estratégico, es decir, ganar las elecciones en 2023 y que el compañero secretario general continúe en La Moncloa, es necesario un partido que intensifique las señas de identidad del sanchismo: nulo debate interno, discrepancias extirpadas, cooptación de su propia dirección por el procedimiento de los ukases, renovación de las federaciones con problemas o debilidades evidentes, priorización de la propaganda como principal actividad política, voluntad de polarización como discurso oficial. Ocurre que el sanchismo ya no es el credo y la lealtad de un grupo de hombres y mujeres que estuvieron junto al secretario general en las horas más oscuras, sino una praxis ampliable e incluso universalizable. No es que Sánchez –según la extravagante ocurrencia de Enric Juliana– haya devuelto el poder al partido: es el partido el que asume íntegramente el estilo sanchista como método y capital simbólico para seguir en el poder. Nadie que lo haya leído puede olvidar ese cuento de Cortázar en la que a un hombre le regalan un magnífico reloj; con el paso del tiempo, precisamente, descubre horrorizado que él es el regalo que se le ha hecho al cronómetro. Algo así ocurre con Pedro Sánchez y el PSOE. Pedro Sánchez no milita en el Partido Socialista Obrero Español, es el PSOE el que milita ahora en Pedro Sánchez.

La joven aunque suficientemente ambiciosa Nira Fierro, vicesecretaria general del PSOE canario y presidenta del grupo parlamentario socialista, es la encargada de la ponencia sobre nuevos derechos y libertades y políticas de diversidad. Según la costumbre casi tradicional del partido, la mayoría de los responsables de las distintas ponencias congresuales suelen ser incorporados al comité ejecutivo federal, pero algunos insisten en que Carolina Darias, la ministra de Sanidad, goza de simpatías del Altísimo para llegar a la dirección; si no es así, con toda seguridad formará parte del comité federal. El resultado final condicionará en parte el Congreso del PSOE canario, que se celebraría a mediados de noviembre, y en el que, por supuesto, el liderazgo de Ángel Víctor Torres está fuera de cualquier duda razonable. Los únicos problemas reales de Torres son tres, además de no perder de vista a Blas Acosta: satisfacer el ansia de inmortalidad de Sebastián Franquis sin molestar excesivamente a nadie, conceder algunas satisfacciones a los socialistas tinerfeños que no estropeen la operación imprescindible para que Pedro Martín regrese a Guía de Isora, donde nunca debió haber salido, y poder anunciar que Casimiro Curbelo se sentará a su izquierda en todas las legislaturas imaginables. No será un congreso fácil.