Dedicado a nuestro entrañable y admirado amigo Pedro Ontoria Oquillas, que nos ha dejado recientemente.

Se atribuye a Napoleón la frase alusiva a la necesaria suerte que habían de tener sus generales, por valientes y cualificados que fuesen, en la consecución de la victoria. Su contemporáneo el almirante Horacio Nelson, héroe británico por antonomasia, ganó para su nación gran número de combates, pero en Tenerife no llegó a alcanzar su objetivo. Aún más, cayó gravemente herido y estuvo a punto de morir. ¿No tuvo Nelson, en aquellos días de julio de 1797, la suerte que el galo ambicionaba para sus oficiales? El fracaso militar inglés fue notorio, pero –paradojas de la vida– a Nelson le acompañó otra fortuna que, a la postre, resultó determinante para la Historia de Inglaterra: salvó la vida. Y ocurrió por mano, entre otros, de nuestro personaje de hoy, el marinero John Lovell, casi un desconocido, discreto y escondido entre ecos del pasado. Aproximémonos sucintamente a su figura a través de los pocos registros disponibles a la fecha.

Nacido en Londres en 1770, Lovell llegó a formar parte del grupo de barqueros elegidos por el entonces contralmirante Nelson y que se convirtieron en una especie de cuerpo de guardia que le acompañaría en muchas de sus acciones. Para obtener ese puesto, Lovell hubo de ganarse la confianza del afamado marino: ya desde 1793, al sentar plaza en el navío Agamemnon, consiguió hacerse un hueco entre los remeros de su barcaza. Desde dicho buque pasó al Captain, en 1796 y, posteriormente, al Theseus (buque insignia en el ataque a Tenerife), en mayo de 1797, siempre por petición expresa de Nelson, que quería tener consigo en todo momento crítico a sus hombres selectos y de fidelidad contrastada.

Esta selección de personal de Nelson le dio muy buenos resultados con anterioridad al ataque a Tenerife. Así, en ese equipo de auténticos guardaespaldas, casi ángeles de la guarda, se encontraba el timonel John Sykes, que en los asaltos a Cádiz realizados a principios de julio de 1797, con combates cuerpo a cuerpo entre lanchas británicas y españolas, salvó hasta en dos ocasiones la vida a Horacio Nelson, recibiendo varias heridas, una de ellas en la cabeza tras interponerse ante un estoque fatal que iba dirigido al contralmirante. En el escogido conjunto de marineros debemos citar también a William Fearney, John Ramsay, Shillingford o Francis Cook, todos old Agamemnon’s (como reza en las memorias de varios personajes, miembros de la tripulación de aquel mítico navío, bajo la capitanía de Nelson entre 1793 y 1796). A todos ellos los fue promoviendo Nelson en diferentes buques de la Flota del Mediterráneo, llegando incluso algunos a sentar plaza de guardiamarina y ascender en el escalafón de oficiales. Una prueba más del liderazgo de Nelson, plasmado en el prestigio y aprecio que dispensaban a Nelson sus subordinados en la marinería, amén del de sus oficiales.

El papel jugado por John Lovell en Tenerife, en el fatídico momento de la herida sufrida por Nelson en su brazo derecho, fue de enorme ayuda para el hijastro del contralmirante, Josiah Nisbet, quien con los pañuelos de su cuello elaboró un torniquete a fin de cortar la hemorragia que comprometía por minutos la vida del contralmirante. Lovell, por su parte, rompió en tiras su propia camisa para componer un cabestrillo con el que afirmar y estabilizar el lacerado brazo del herido, además de aliviar en lo posible el tremendo sufrimiento de su líder. Se encontraba presente también Andrew Webb, marinero del navío Leander (que recibiría por ello, desde entonces, una pensión anual de 5 libras). Entre todos hicieron lo posible por acomodar a Nelson en el fondo de la barcaza, buscar a otros hombres para ocupar los remos y retornar al Theseus a toda prisa. Un torniquete bien aplicado, según los estándares médicos, marca un tiempo máximo de dos horas antes de que el herido fallezca sin atención facultativa. De este modo el cirujano de a bordo recibiría al herido en las mejores condiciones que permitió el escenario al que se enfrentaron los ingleses, muy adverso desde un principio merced a la eficaz defensa española.

Las circunstancias de la herida de Nelson en Santa Cruz siguen siendo objeto de investigación y de confirmación en el marco de un episodio del que tanto queda por aprender. A pesar de las abundantes fuentes primarias y literatura existente en torno al asalto, los puntos primordiales no se han cerrado y en esa línea trabajamos para una mejor aproximación al esclarecimiento sobre lugar, momento y origen de aquella herida que marcó la Historia y que hoy en día es uno de los iconos mediáticos asociados a esta Gesta, orgullo de Tenerife, Canarias y España.

Para concluir detallaremos que después del fallido ataque al Archipiélago, cuando Nelson precisó regresar a tierras británicas para recuperarse de la pérdida del brazo en Tenerife, Lovell fue designado –diciembre de 1797– como quarter gunner (cabo de cañones) en el Theseus, desde donde fue trasladado en agosto de 1798, «por orden expresa de Nelson», a la corbeta La Mutine (también vieja conocida en la estampa marinera de Santa Cruz, bajo bandera francesa, antes de sufrir el asalto y robo británico en la rada, en mayo de 1797). Dicho buque, con nuestro marinero a bordo, participó en la relevante victoria de Nelson sobre Napoleón en Egipto. Luego se pierde la pista documental de Lovell hasta que fue retratado, a los 70 años, por el pincel de Frederick Cruikshank mientras pasaba sus días como pensionista en el Hospital de Greenwich, donde fallecería en 1848.