Si todo va bien, mañana se inaugurarán los Juegos Olímpicos. La de Tokio es la edición número 32 desde que, en 1896, se celebrara la primera en Atenas. Normalmente existe la creencia de que aquel resurgimiento fue el primer movimiento olímpico desde el tiempo de la antigüedad. Se atribuye el mérito al francés Pierre de Coubertain. Nacido en 1863, hijo de una familia aristocrática, quien en vez de hacer carrera militar prefirió estudiar pedagogía. Durante una estancia en Inglaterra descubrió el movimiento llamado Muscular Christianity (cristianismo musculoso), que defendía que ser creyente no excluía ser activo. Aquella corriente de pensamiento influyó, por ejemplo, en la creación de la Young Men Christian Association (YMCA). En definitiva, la idea era que los jóvenes practicaran deporte.

William Brookes, pionero del olimpismo

Inspirado por aquella experiencia, Coubertain introdujo la práctica deportiva en los institutos franceses pero su verdadero sueño era que el deporte fuera universal y se utilizara para promover la paz y la unidad mundial. Por esta razón, en 1894 presentó el proyecto de hacer unos Juegos Olímpicos. Dos años más tarde se celebraron en Atenas, para vincularlos a los Juegos primigenios.

En realidad, Coubertain fue quien culminó la larga cadena de intentos para recuperar el olimpismo. Cuando, después de la Edad Media, el Renacimiento recuperó las culturas griega y latina, poco a poco se fue produciendo la aproximación a la antigüedad. Como resultado de ese proceso, en el siglo XVII en Inglaterra ya se organizaron los Costwold Olimpick Games, a partir de 1612. Y después de la Revolución francesa, entre 1796 y 1798, existió la Olympiade de la Republique. A partir del siglo XIX, en el Reino Unido –cuna del deporte moderno– proliferaron competiciones multidisciplinares como el Grand Olympic Festival, de Liverpool.

Durante aquella etapa otros factores también ayudaron a la popularización de ese tipo de eventos. Por ejemplo, las excavaciones arqueológicas que se llevaron a cabo en Olimpia. Esto permitió recuperar el pasado griego de la práctica deportiva. Sumado a esto, apareció la cuestión política. En 1821, los territorios griegos habían iniciado su lucha por independizarse del Imperio otomano y esto provocó un resurgimiento del sentimiento nacional heleno.

Por ejemplo, el poeta Panagiotis Soutsos, en su obra Diálogo de los muertos, publicada en 1833, mencionó los Juegos Olímpicos como referente identitario. Evangelos Zappas recogió el guante. Era un veterano de la guerra de la independencia griega que se había instalado en la región de Wallachia –actualmente Rumanía–, donde se convirtió en uno de los hombres más ricos de Europa oriental gracias a su exitosa carrera en el mundo los negocios.

Zappas destinó parte de su fortuna a promover el patriotismo griego. Consideró que una de las mejores maneras de conseguirlo era organizando una competición deportiva como las que se hacían en tiempos de los antiguos. A tal efecto, en 1856 ofreció 400 acciones y el beneficio de una compañía de barcos de vapor para sufragar los gastos. La competición se celebró el 15 de noviembre de 1859. Su compromiso perduró incluso después de su muerte, ya que en su testamento dejó un legado económico para organizar los juegos entre 1870 y 1875.

En aquella época, Grecia mantenía una estrecha relación con el Reino Unido. Lo que ayuda a explicar la intensa actividad olímpica en el país con competiciones como los Wenlock Olympic Games, por iniciativa del médico William Brookes, un gran admirador de la Grecia clásica. Se sabe que contactó con Zappas y que incluso dio dinero para uno de los premios. No solo eso. En 1890 invitó al barón de Coubertain, que entonces había organizado un Congreso Internacional de Educación Física. Gracias a ello, el francés conoció la organización de Brookes, a quien siempre reconoció como referente.

De hecho, le quiso invitar a los JJOO de 1896, pero el médico británico murió en diciembre de 1895. Sin embargo, la familia olímpica siempre lo ha considerado, junto con Zappas, como los pioneros del gran fenómeno global de los Juegos.