Como decía en un escrito anterior, en su preámbulo, es una constante histórica que las relaciones entre dos naciones vecinas, como España y Marruecos, vienen condicionadas por factores geopolíticos del momento, junto a otros temas de discrepancia que pueden considerarse históricas. Y precisamente éste es el momento en el que las circunstancias geopolíticas y geoestratégicas han modificado ese statu quo que venía dando una estabilidad a las relaciones entre estas naciones, ahora con dificultades, tan cercanas en el espacio, pero tan distanciadas en sus culturas, historia y creencias religiosas.

En esta crisis intervienen las dos naciones citadas y un tercer actor, Frente Polisario, que reclama su territorio original, el Sahara Occidental. Por otra parte, éste último viene apadrinado por Argelia, un cuarto actor importante que tiene intereses en este territorio, enfrentado también a Marruecos en pugna por el liderazgo de esta región, el Magreb, cuya costa atlántica es de gran riqueza económica por los posibles yacimientos de hidrocarburos y del mineral telurio de interés tecnológico en sus fondos marinos, además de los bancos de pesca.

Por su parte España es importante también en este conflicto por haber sido la nación colonizadora del Sahara Occidental, territorio que actualmente es considerado “territorio a descolonizar” desde 1967 por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (ocupado en 1975 para “la administración temporal por Marruecos y Mauritania”, según el Tratado de Madrid), cuyo destino final será decidido por este organismo internacional. Esta es la única legalidad frente a la política de hechos consumados.

El Magreb, ademas, ocupa una situación estratégica importante para el control del Estrecho de Gibraltar, transcendental para la seguridad del Mediterraneo Occidental, por lo que existe una pugna por liderarlo entre las dos naciones africanas, Argelia y Marruecos, vecinas y enfrentadas, con las fronteras cerradas desde 1994. Ambas están enzarzadas en una carrera por reforzar sus ejércitos con la compra desmedida de las armas más actuales y costosas de última generación.

Y aquí se centra el problema de difícil solución, pues esta costa sahariana al Atlántico es ambicionada por los marroquíes, obsesión del rey Mohamed VI para construir el «Gran Marruecos», y Argelia, que defiende y protege al pueblo saharaui y al Polisario, único partido oficial de este sufrido pueblo recluido en los campamentos de refugiados en Tinduf, suroeste de Argelia. En el caso de triunfar las tesis del Polisario, aquella, su patrocinadora, podría obtener bases navales al Atlántico de sumo interés para su defensa y obtener el liderazgo ambicionado de todo el Magreb. Lo que se juegan Argelia y Marruecos en esta contienda es mucho y muy importante.

Cabe recordar que España tiene compromisos de defensa contra el terrorismo yihadista con ambas naciones norteafricanas (el Sahel, avispero terrorista, se encuentra en sus retaguardias) y de importantes acuerdos comerciales, jurídicos, culturales y de otros ámbitos. Digamos que estamos «entre dos fuegos» en un proceso ya crónico en el tiempo. Difícil de encontrar una solución que sirva para ambas.

En un resumen corto, cabe recordar que el Polisario fue poco amistoso con España cuando por mandato de Naciones Unidas ésta acepta iniciar el proceso de autonomía en diciembre de 1963, previa a la autodeterminación del entonces Sahara Español, para lo que realiza un censo de 73.497 habitantes de origen saharaui en 1974 y fija una fecha para el referéndum, mayo de este mismo año. El gobierno español crea el Partido Unificado Nacional Saharaui (PUNS) y una Asamblea o Yemaa (Djema´a, compuesta por ancianos y líderes elegidos por las tribus), pero fracasa. El Polisario se opone a las iniciativas españolas y decide seguir la lucha de un movimiento de liberación que venía actuando desde los años 60, y toma el relevo actuando mediante la lucha armada. Llegaron a atacar a dos patrullas de Tropas Nómadas, en mayo de 1975, sublevándose los nativos, matando a un soldado, Angel Moral Moral, que apercibido de la situación les hizo frente (otro héroe español olvidado), secuestrando y humillando al resto de españoles durante más de tres meses, que fueron llevados a Argelia.

Marruecos, por su parte, actuó también militarmente contra las fuerzas españolas mediante el Frente de Liberación y Unidad del Sahara (FLU), una guerrilla de saharauis adiestradas por marroquíes con incursiones en territorio español llegando a atacar Mahbes y Aaiún, causando muchos heridos. Posteriormente vino la Marcha Verde.

La situación actual de la crisis sigue su curso, con una importante variación. A la gran noticia que tuvo Mohamed VI con el “obsequio” del presidente Trump, cuando el 10 de diciembre último emite un Twitter reconociendo la soberanía marroquí sobre el Sahara, se sintió poderoso y creyó que el resto de las naciones occidentales le seguirían, cosa que no ha ocurrido. En un primer momento intentó forzar a Alemania (el más poderoso de la Unión Europea, creyendo que después el resto de naciones caerían como naipes) con la que ha llegado a romper relaciones. Y, cómo no, contra España, que a la equivocación de nuestro gobierno de acoger al líder saharaui Brahim Gali en un hospital español (en mi opinión una “chapuza”, fue una decisión irreflexiva) reaccionó abriendo su frontera en Ceuta y enviar a más de 9.000 inmigrantes, muchos de ellos menores, incluso bebés a la espalda de la madre, que provocó una cruda crítica del propio marroquí contra su gobierno en las redes sociales, calificando tal hecho como «acto mezquino». Muy importante también la reacción contraria de los países de la Unión Europea y la indefinición del actual presidente Joe Biden, que tuvo que rectificar unos datos de las recientes maniobras “African Lion 2021” en Marruecos, por una noticia publicada por el jefe de Gobierno marroquí, que afirmaba se realizarían en parte del territorio saharaui.

Por todo ello cabe preguntarse, ¿quo vadis, Marruecos?, ¿a dónde vas?, ¿qué pretendes, que la gran nación norteamericana, del ahora presidente Biden te apoye a imitar a Putin cuando se hizo con la Península de Crimea?

La política de hechos consumados no está contemplada en la dinámica democrática del mundo occidental.