Que recuerde, el discurso más innovador que he escuchado en mucho tiempo fue el de Díaz Ayuso en la calle Génova tras arrasar en Madrid. Por una vez, desapareció por completo la pequeña política de los tuit y eslóganes, y la canalla de los engaños, bulos y falsedades. El discurso de Díaz Ayuso tenía una carga ideológica que resulta imposible de escuchar, la convicción al expresarse y la fuerza de las ideas le conferían plena credibilidad, fácil así de transmitirlas con reverbero carismático.

El parlamento de Ayuso la noche de su triunfo, de manera muy intencionada gravitó en conceptos político ideológicos, que apenas lo he visto resaltado, y tuvo una carga didáctica inusual en un acto como aquel, fue el bucle que coronaba las ideas fuerza de su campaña. Había mucha coherencia y afán personal. ¿Por qué tanto énfasis en la idea de libertad, si ya la tenemos y de tal forma incluso, que un gobierno puede vulnerar la propia ley que lo crea, regula y ampara? La izquierda reaccionaria no lo entendía, su idea de libertad, salvo el periodo socialdemócrata de Felipe, ha sido una nebulosa sin sustancia ni representación, imposible de concretar y describir. La izquierda ama lo colectivo o transpersonal algo que le esquive en cuanto individuo singular. Con una poderosa vocación de administrado, tutelado, encuadrado, dependiente. La idea de lo colectivo, comunidad, pesa como una losa, es casi un sentimiento y, por tanto, con el contorno emocional que troquela los dogmas. Para la izquierda reaccionaria tanto la economía como la razón, como haz de posibilidades y elecciones, les resulta muy enojosas. Es mas de productos planos y acabados. Y sencillísimos. La economía se constriñe a esquelética cuestión aritmética, máximos impuestos para mejor solidaridad de progreso (y bolsillo). Lo público como ideal regulador omniabarcante. Aunque en su auxilio se precise la coacción, el rodillo. Díaz Ayuso ahondó en la libertad de una manera vívida y sentida, susceptible de ser ejercitada con actos; me acordaba de los liberales de la Constitución de Cádiz, que no pasó de ser ejercicio importante pero doctrinario, retórico.

A la libertad real de actos de elección, los reaccionarios contraponen la regulación y heteronomía normativa más minuciosa e invasiva, cuanto más ignota les resulta la economía, en nombre de lo público (que alguien lo gestiona monásticamente) todo queda legitimado, un valor sin aristas o zonas grises, inmodulable, completamente acorazado. Enseñanza, sanidad, comercio, economía, derechos, actividades y espectáculos permitidos, identidad de territorios pero no libertad de las personas, sin acomodo para compatibilidades o correlaciones, sino plazas fuerte de ideologías retrogradas revocadas por las propias dinámicas sociales. Sanchismo/populismo versus libertarismo.