Los Verdes formarán parte con seguridad del próximo Gobierno de coalición de Alemania y lo más probable es que lo hagan con la CDU como socio principal.

Así lo indican al menos todas las encuestas, que sitúan a los ecologistas casi a la par en intención de voto con los cristianodemócratas y cristianosociales bávaros y muy por delante de los socialdemócratas.

No es la primera vez que integran un gobierno federal de coalición: lo hicieron ya durante siete años con el Partido Socialdemócrata de Gerhard Schroeder, en el que el “verde” Joshka Fischer ocupó la cartera de Exteriores y la vicecancillería.

Desde ese ministerio, Fischer provocó la ira de buena parte de los militantes del que se preciaba hasta entonces de ser un partido ecopacifista al aceptar la participación alemana en el bombardeo de Yugoslavia por la OTAN.

En el congreso del partido celebrado en mayo de 1999 en medio de fuertes disturbios que exigieron la intervención de la policía, se aprobó finalmente una resolución que exigía la interrupción provisional de los bombardeos para que las tropas serbias pudiesen retirarse de Kosovo.

El conflicto que estalló entonces entre idealistas y pragmáticos ha permanecido más o menos larvado, y con la nueva dirección bicéfala de Robert Habeck y Annalena Baerbock- esta última candidata del partido a canciller federal- parecen dominar los pragmáticos, al menos de momento.

Incluso los representantes del ala izquierda del partido aceptan la evidencia de que no es lo mismo estar en la oposición que en el Gobierno y que en este último caso termina primando siempre la realpolitik.

No existe una política exterior exclusiva de los Verdes, sino una una política exterior de Alemania, argumentan los pragmáticos.

Y si en algo están de acuerdo unos y otros es en que la lucha contra el cambio climático y la defensa de los derechos humanos deben ocupar mayor espacio en la misma.

Los Verdes, escribe Der Spiegel, ven muchas veces el mundo como “una competencia entre democracias liberales y autocracias, como una lucha entre el bien y el mal”. Algo así como lo ven los neocons estadounidenses.

Sólo que en lugar del recurso a la fuerza militar, prefieren el arma de la economía cuando se trata de castigar a las autocracias como la Bielorrusia de Alexandr Lukashenko.

Con todo, consideran que Alemania y en general los países europeos deben responsabilizarse más de lo que han hecho hasta ahora de su seguridad y no seguir dependiendo de EEUU.

Lo cual significa que Berlín ha de vencer su repugnancia, fruto de su historia reciente, a participar en misiones militares en el extranjero, algo que, sin embargo, tropieza todavía con fuertes resistencias en un sector importante del partido.

Hasta ahora, en la oposición, se han mostrado con frecuencia divididos a la hora de votar en el Parlamento algunas de esas aventuras exteriores, por ejemplo la de Afganistán junto a EEUU y otros países europeos.

Muchos dudan de que los Verdes vayan a optar a la cartera de Asuntos Exteriores en un futuro gobierno de coalición: seguramente preferirían las del Medio Ambiente e Interior: serían menos conflictivas para la cohesión interna del partido.

Que sigue habiendo sobre todo en cuestiones de defensa diferencias entre pacifistas y realistas se vio por la fuerte polémica que provocaron hace sólo unos días las palabras del copresidente del partido, Habeck, a favor de suministrar a Ucrania armas que él calificó de “defensivas” con el argumento de que ese país está defendiendo también “la seguridad de Europa”.

La propia portavoz para desarme del partido ecologista criticó a Habeck al reiterar la posición oficial del Gobierno de Berlín, contraria al envío de cualquier tipo de armas a las zonas de conflicto, algo en lo que se mostró asimismo de acuerdo el jefe del grupo parlamentario socialdemócrata.