Carecen de razón y de sentido las palabras del ministro de Justicia pidiendo que los españoles acepten con “naturalidad” los indultos que el Gobierno quiere promover en favor de los condenados del procés. Según la Fiscalía del Supremo, no existe una sola razón admisible en derecho que los justifique. Ni jurídica, ni política, ya que, como ha quedado probado tras la declaración de intenciones del presidente de la Generalidad, a los sediciosos jamás se les ha pasado por la cabeza arrepentirse de lo que hicieron y no tendrían inconveniente en repetirlo para conseguir la autodeterminación, si esta no la logran a través de un supuesto “diálogo” claudicante que solo consiste, bajo su punto de vista, en una tapadera para salirse con la suya sin volver a las tensiones. Para el Gobierno, el “diálogo” supone fingir que maneja un espíritu conciliador cuando, en realidad, lo que prima es únicamente el interés partidista de mantenerse colgados de un hilo de la legislatura gracias a los votos de los independentistas. El problema es que esto que ahora contempla como una tabla de salvación acabará convirtiéndose seguramente en su tumba.

Solamente en este lado de la cuestión, sin entrar en otros detalles y problemas que sacuden al país, abundan las razones para ello. En primer lugar, aunque algo tarde para la evidencia que sustentaba, ha quedado al descubierto la estrategia trapacera de culpar al centroderecha de mantener relaciones “incestuosas” con Vox mientras Sánchez y los suyos se apoyan en los independentistas y los cómplices del terrorismo etarra. En segundo, está el desprecio a la dignidad de las propias instituciones con una medida de gracia en bloque hacia los dirigentes del colectivo que con mayor deslealtad ha atentado desde el propio poder contra la integridad del territorio nacional. No se trata de cualquier delito político, sino seguramente del más grave que se puede perpetrar. Un colectivo que mantiene como objetivos, contra viento y marea, “hacer inevitable la amnistía y la independencia”, en palabras del propio Aragonés. ¿Naturalidad?