El papel aguanta lo que le echen. Luego llega la realidad y te suele poner en tu sitio. Y los sueños y las promesas acaban disolviéndose en el viento de las cifras. Y esa es precisamente la mala pinta que tienen los objetivos de vacunación que se anunciaron como la única salida fiable para esta maldita pandemia que padecemos.

Canarias está a la cola de población vacunada en España. No se trata de que no tengamos la logística adecuada: lo que nos falta es la materia prima. España no está recibiendo suficientes vacunas y, además, Canarias no está saliendo demasiado bien tratada en el reparto. Los fallos en el suministro a la Unión Europea, los conflictos con AstraZeneca y los incumplimientos de producción nos están perjudicando. Especialmente a nosotros, que vivimos del turismo.

En las islas solo tenemos doscientas noventa mil personas vacunadas con pauta completa. Es una cifra muy baja para la fecha en la que estamos. Y nos enfrentamos a otro problema: para completar la pauta de vacunación con la segunda dosis podríamos tener que inyectar una vacuna diferente a la primera. Eso es lo que se puede deducir de la precipitada e insólita decisión del Ministerio de Sanidad que —ahora sí— permitirá al ciudadanos elegir entre AstraZeneca o Pfizer, cosa que hasta hace solo unos días estaba taxativamente prohibido. Y no es que sea una decisión insólita para los ciudadanos, es que ha causado asombro hasta en la Sociedad Española de Vacunología.

El gobierno enfrenta un dilema: el paro o el virus. Este verano queremos traer millones de visitantes. Pero resulta que la masa laboral del sector turístico —hoteles, restauración y ocio— no está en el tramo de edades que ha sido vacunado. El problema no es la gente que vendrá —mayoritariamente inmunizada o con PCR— sino la nuestra. Porque el que está vacunado puede ser un portador asintomático del virus, que para él no supondrá ningún problema, pero puede ser un desastre para el que no esté inmunizado.

Al consejero de Sanidad, Blas Acosta, le sentó como un tiro que la portavoz de Ciudadanos, Vidina Espino, le planteara en el Parlamento los riesgos que supone traer a las islas algunos millones de turistas sin haber vacunado previamente a los trabajadores del sector. Pero es que es la verdad. E ignorar la realidad no la hace menos cierta.

Si, como parece, el Gobierno espera una recuperación del turismo, necesitamos una campaña masiva de vacunación específicamente destinada a aquellas personas que van a estar en estrecho contacto con esos visitantes. Y pensar los contrario es estar en Belén con los pastores.

Grecia, acuciada por la crisis económica, decidió adelantarse al resto de destinos turísticos. Y la consecuencia ha sido un incremento exponencial de los casos de contagio en el país, al punto de llevarles al borde de un nuevo confinamiento. La creación de un certificado digital europeo de vacunación ofrece seguridad a los viajeros, pero ninguna a los trabajadores de la hostelería que les van a atender. La respuesta de nuestro gobierno ante esta evidencia es que con las cosas de comer no se juega. Y que hablar de ese asunto perjudica al turismo. Parecen proponer una “pacto de silencio”. Una ‘omertá’.

O sea, estás flotando en el mar, te has cortado un dedo y se acerca un tiburón. La solución que al parecer plantean nuestros lúcidos gobernantes es sencilla: no hace falta salir del agua echando hostias. Que va. Cierra los ojos e ignora el problema y seguro que no pasa nada. Yo, desde luego, tengo muy claro lo que haría. Y seguro que ustedes también.

¿Se aproxima un meteorito a la tierra? ¿Aterrizará en Las Mercedes un platillo volante procedente de otra galaxia? ¿Está entrando nuestro planeta en una nube de plasma mágico? No sé la respuesta, pero están pasando cosas extrañas. Misteriosas. Como por ejemplo que alguien del Gobierno de Canarias haya tenido el cuajo de soltar por esa boca una de esas verdades que duelen, por incómodas. A Yaiza Castilla, la consejera de Turismo, la deben haber colgado de los pulgares en la sala del consejo de Gobierno y la estarán torturando con técnicas que atentan contra los derechos humanos básicos. Algo realmente insoportable, como por ejemplo hacerle escuchar las grabaciones íntegras de todas las intervenciones parlamentarias de Román Rodríguez. ¿Y por qué tanta crueldad? Pues porque se ha permitido decir lo que muchísima gente piensa: que es una vergüenza que de 70.000 millones que han venido de Europa se hayan dedicado apenas 3.400 al rescate del turismo, que suma doce puntos a la riqueza española. Y que, dentro de esa vergüenza, es un verdadero escándalo que solo se hayan mandado a Canarias 300 millones, que es menos de lo que el gobierno peninsular dedicó al rescate de la compañía aérea AirEuropa. Lo que ha dicho la consejera es tan estruendosamente evidente que lo que llama poderosamente la atención es que nos llame la atención que lo diga. Nuestro resignado, pachorrudo y muy leal gobierno del menceyato ganaría mucho encanto si se quitara el tapón de la boca. No es que vaya a cambiar nada en la vida real —Pedro Sánchez seguirá pasando de nosotros por muchos timples que le mandemos a La Moncloa— pero decir verdades como puños es sicológicamente saludable. Tragarse sapos políticos, a largo plazo, termina produciendo flatulencias venenosas. Y convendría preguntarse, ya de paso, si Yaiza Castilla ha dicho lo que ha dicho porque sí o porque ha recibido permiso y estímulo de la Torres del Conde.

El Recorte


Una verdad evidente

¿Se aproxima un meteorito a la tierra? ¿Aterrizará en Las Mercedes un platillo volante procedente de otra galaxia? ¿Está entrando nuestro planeta en una nube de plasma mágico? No sé la respuesta, pero están pasando cosas extrañas. Misteriosas. Como por ejemplo que alguien del Gobierno de Canarias haya tenido el cuajo de soltar por esa boca una de esas verdades que duelen, por incómodas. A Yaiza Castilla, la consejera de Turismo, la deben haber colgado de los pulgares en la sala del consejo de Gobierno y la estarán torturando con técnicas que atentan contra los derechos humanos básicos. Algo realmente insoportable, como por ejemplo hacerle escuchar las grabaciones íntegras de todas las intervenciones parlamentarias de Román Rodríguez. ¿Y por qué tanta crueldad? Pues porque se ha permitido decir lo que muchísima gente piensa: que es una vergüenza que de 70.000 millones que han venido de Europa se hayan dedicado apenas 3.400 al rescate del turismo, que suma doce puntos a la riqueza española. Y que, dentro de esa vergüenza, es un verdadero escándalo que solo se hayan mandado a Canarias 300 millones, que es menos de lo que el gobierno peninsular dedicó al rescate de la compañía aérea AirEuropa. Lo que ha dicho la consejera es tan estruendosamente evidente que lo que llama poderosamente la atención es que nos llame la atención que lo diga. Nuestro resignado, pachorrudo y muy leal gobierno del menceyato ganaría mucho encanto si se quitara el tapón de la boca. No es que vaya a cambiar nada en la vida real —Pedro Sánchez seguirá pasando de nosotros por muchos timples que le mandemos a La Moncloa— pero decir verdades como puños es sicológicamente saludable. Tragarse sapos políticos, a largo plazo, termina produciendo flatulencias venenosas. Y convendría preguntarse, ya de paso, si Yaiza Castilla ha dicho lo que ha dicho porque sí o porque ha recibido permiso y estímulo de la Torres del Conde.