Cómo duele comprobar nuestra irrelevancia. Ver las imágenes de un presidente del Gobierno que en apenas unas horas suspende un viaje internacional y se planta, a pecho descubierto, en la ciudad de Ceuta, en la frontera misma con Marruecos, para ponerse al frente de los cuerpos y fuerzas de la Seguridad del Estado y las cámaras de televisión. Como, sin duda alguna, tenía que hacer.

Cómo duele comprobar qué poco tiempo ha bastado para que el Gobierno de España haya reaccionado con toda la contundencia ante ocho mil emigrantes irregulares, enviados como en un espasmo por ese país abonado a una política exterior basada en la provocación y el chantaje. Ver cómo se han desplegado fuerzas militares en la frontera, como una exhibición de músculo, determinación y firmeza.

Cómo duele comparar esa diligencia celérica, ese desasosiego del Estado alarmado, con el pasotismo y el desinterés en el que se amontonaron miles de otros inmigrantes irregulares, también de carne y hueso, que terminaron sus días sobre los muelles, las playas y los hoteles de Canarias. ¡Cuánto tardaron en venir los ministros. Con cuánta desgana vinieron y qué poco nos dejaron, salvo palabras y mal sabor de boca!

Cuánto duele que en solo unas pocas horas se hayan devuelto en caliente —¡qué digo en caliente, literalmente ardiendo!— a la mitad de los migrantes que se colaron por la delgada línea que separa Marruecos de España. Y que se vaya a seguir devolviendo a todo el mundo todo el tiempo “que sea necesario”, según el locuaz Grande Marlaska. Una invasión, gritaron las autoridades, sin que nadie les haya acusado de promover la xenofobia y el racismo. ¿Acaso estos otros emigrantes no tienen también el derecho de buscar un sueño? ¿Acaso no huyen también de la miseria y el paro?

Cómo duele pensar que Marruecos nos envió miles de ciudadanos sin que sirviera para despertar la atención de Madrid. Estaban poniendo el mensaje en un buzón equivocado. Ceuta era la puerta en la que tenían que tocar. La cuerda que tenía que vibrar para la defensa de la integridad del Estado español, que reside allí, en menos de 19 kilómetros cuadrados de una ciudad autónoma, pero que no se pone en riesgo porque lleguen treinta mil emigrantes irregulares a un archipiélago fantasma, perdido en sus olvidos, sus complejos y su mansedumbre cobarde.

Pedro Sánchez, en cuerpo y alma, ha perdido las témporas y el culo para acudir prontamente a su destino de capitán Trueno, al grito de Santiago y Cierra España. Las del alba serían cuando suspendió su viaje a París para bajarse al moro. Para enfrentarse de cuerpo presente a la provocación marroquí. Y para responder, aunque sea por una vez y sin que sirva de precedente, con la contundencia que se merece una política de chantaje permanente que utiliza como ariete y amenaza a la población civil.

Dice la leyenda que existe un plan secreto de Marruecos, una “marcha azul” preparada para Canarias. Seguramente es falso. Porque, me temo, aunque nos invadan, Madrid no haría ni puñetero caso. Vaya ataque de cuernos.

El Recorte


Predicciones e ilusiones

Uno de los deportes nacionales en nuestra patria es la encuesta de barra de bar. Esa que nos lleva a decir que el noventa por ciento de los demás es un tronco de col. Más canario que el mismísimo gofio, Angel Víctor Torres (más altas han caído), mencey mayor de la macarronesia guanche, ha dicho en Madrid que este verano vamos a recuperar el 40% del turismo que teníamos en nuestras buenas épocas y que en la temporada de invierno llegaremos al 70%. Desconozco los datos científicos en los que está basada la afirmación de nuestro amado líder, pero me huelo que nacen más de una intuición que de una realidad palmaria. O sea, que son un deseo. Una esperanza. Un qué se yo. Vivimos tiempos líquidos en donde resulta temerario hacer una predicción que vaya más allá de la ropa que te vas a poner mañana por la mañana. Basta que en la frontera con Marruecos alguien nervioso meta la pata con un gatillo para que se líe la del pulpo. Y sin necesidad de ser tan catastrofista, a poco que tengamos un brote de coronavirus en alguna zona turística de las islas tengan por seguro que nos van a sacar en las portadas amarillas de media Europa. El turismo de Reino Unido y Alemania regresará, sin duda. Pero dudo mucho que volvamos a tener aquellas cifras de una burbuja creada por la inseguridad terrorista en los países árabes. Era un turismo prestado y ahora el mundo se ha vuelto globalmente inseguro gracias al maldito virus.