¿Alguien se está preocupando de averiguar si las reformas fiscales del Gobierno peninsular –previstas para el próximo año– van a tener en cuenta el Régimen Económico y Fiscal diferencial de Canarias? La respuesta es: nadie, que se sepa. Hay que tener en cuenta que en este país todo se hace a última hora, como estamos viendo con las agonías jurídicas que tienen ahora las Comunidades Autónomas ante el fin del estado de alarma –que se había anunciado hace ya mucho tiempo– para el que parece que nadie se había preparado. Los impuestos a los billetes aéreos, para desincentivar el uso de un transporte altamente contaminante, tienen muy poco sentido en los trayectos entre Península y Canarias. Porque el transporte aéreo es fundamental para un archipiélago y tendría muy poco sentido que por un lado se subvencionen los billetes y por el otro se imponga un gravamen que encarezca el precio del transporte. Y si hablamos del turismo (como explica el de la columna de aquí al lado) es para echarse a temblar. Encarecer los paquetes vacacionales con nuevos impuestos –y probablemente el aumento de tasas aeroportuarias– es la peor noticia para una economía como la nuestra, que depende enteramente de ese turismo para levantar cabeza. Con 360 mil personas que buscan empleo y no lo pueden encontrar el tema no es que sea serio. Es dramático.