He leído un artículo en la prensa nacional, titulado “¿País de camareros? No, de opositores: La generación harta de la empresa privada.

Fácil sería escribir una contra crónica en la que se podría esbozar el mismo hartazgo de los empresarios a la falta de actitud de un gran número de personas que comienzan a trabajar y confunden el derecho al trabajo con el derecho a un status social, financiado por un trabajo para el que no están cualificados.

Pero aquí estamos para construir y no para disparar desde las almenas.

Parte de la base de que muchas personas han dedicado el tiempo de la pandemia a estudiar, porque opositar es la manera de salir de la desolación de un mercado laboral devastado por la pandemia, incluso partiendo de la base de que opositar también es un mérito, porque aceptarían un trabajo aburrido para tener la capacidad de decidir su propio futuro.

Y sigue el citado artículo, desgranado una serie de calamitosas razones, para llegar a la conclusión - triste conclusión - de que viven una desilusión vital, más allá de la laboral.

Independientemente de que la experiencia me dice que los problemas se arreglan desde dentro y comprometiéndose con metas y estrategias, no solo en las empresas, sino en cualquier iniciativa que intentemos en la vida, pensar que la administración pública es ilimitada en sus recursos financieros, eligiendo tan solo derechos para evitar los deberes, es tan torpe como estudiar por estudiar sin que antes te asegures de lo que demanda el mercado laboral.

La ofensiva del abismo de Helm es una batalla , perteneciente a la Guerra del Anillo, que se narra en la novela El Señor de los Anillos, del escritor británico J. R. R. Tolkien. En esta batalla se enfrentaron las fuerzas de Rohan y las de Isengard. Participaron también varios miembros de la Comunidad del Anillo y los ucornos.

Pues bien, el ella, Gandalf, a punto de caer al abismo junto al demonio balrog, ante el amago de ayudarle por parte de sus compañeros de la Comunidad del Anillo, ignorantes del peligro, los mira fijamente y sentencia: ¡¡¡Huid insensatos!!!

A buen entendedor, pocas palabras bastan. Fin de la cita.