La escritora Cristi Cruz Reyes (Santa Cristóbal de La Laguna, 1962) vuelve a sorprender gratamente a los lectores con una nueva propuesta literaria, titulada Entre el agua y el suelo (Ediciones Idea y Aguere), en la que reúne quince relatos inspirados en diferentes viajes, a los que se suma un breve epílogo, y que agrupa en cinco capítulos.

Si algo distingue hasta el momento la trayectoria de esta autora es su versatilidad narrativa, su capacidad para fusionar géneros y abordar argumentos complejos con naturalidad, desde la sencillez del lenguaje cotidiano. Su primera obra, En el centro del viento (Ediciones Idea y Aguere, 2015, traducida y publicada en inglés por Algani Editorial en 2018), constituye una aventura con detalles de novela histórica y de intriga, que transcurre en escenarios aparentemente antagónicos y que abarca diferentes épocas. La segunda, El dueño del barranco (Ediciones Idea y Aguere, 2018), posee un marcado carácter urbano, transita por calles y espacios públicos de una Santa Cruz reconocible por cualquiera de sus vecinos o visitantes, donde la ciudad es más protagonista que decorado en la trama psicológica que se desarrolla como trasfondo.

Su tercer libro mantiene algunas constantes de sus anteriores trabajos, en cuanto a la claridad del lenguaje, la luminosidad de las descripciones y la agudeza argumental, pero incorpora nuevos formatos narrativos, aprovechando la propia dinámica estructural del relato breve y la capacidad de los viajes para cambiar la percepción y la propia vida de las personas. Londres, Salvador de Bahía, Praga, Copenhague, Helsinki, Atenas, Berlín, Dubrovnik, Dublín, Normandía, Nueva York y otras ciudades norteamericanas son algunos de los escenarios donde la autora despliega su creatividad.

El volumen comienza con un formato de diario, con una pincelada inicial de crónica, para luego alterar el tiempo, mientras mantiene constante el espacio, sumando vivencias como si fueran una sola, como sucede en nuestro cerebro cuando configura la memoria. Después traslada la comunicación directa con el lector hacia otra protagonista, para profundizar en el intenso contenido emocional de las primeras páginas y que mimetiza con el paisaje que detalla, de manera que entorno, historia y sentimiento llegan a confundirse en una experiencia única, de sensaciones encontradas y donde la música, como los viajes, llega a mostrar su poder transformador, como bálsamo para cualquier espíritu atormentado.

En los siguientes capítulos, la autora no duda en introducir variantes narrativas para enriquecer la experiencia de los lectores, como el uso del género epistolar, de frases, palabras y hasta una canción en inglés, así como, con carácter excepcional, de algún diálogo. En Alive, alive, oh funde sin complejos el viaje con la historia y la literatura del lugar, con lo que el recorrido realizado constituye una secuencia de acontecimientos vividos a través de múltiples lecturas, donde la ficción reside en las piedras y sustituye a una realidad gris y húmeda de lluvia melancólica.

El volumen concluye como cualquier día normal, con el Sol poniéndose hacia el Oeste, con unos maravillosos colores anaranjados, amarillos, ocres, rosados y violetas, solo que el Oeste de la autora es el Far West presente en escenarios de míticas películas, por donde cabalgan famosos actores, transitan incómodas diligencias y se produce una desigual lucha entre culturas, con el resultado que hoy todos conocemos.

Leer a Cristi Cruz Reyes es una aventura que no deja indiferente, porque en cada párrafo suyo concentra vivencias cotidianas y excepcionales, laborales, familiares y viajeras, junto a las emociones, fantasías, ilusiones y desencantos propios de cada etapa por la que ha atravesado y que, de alguna manera, contienen selectos fragmentos de las miles de lecturas bilingües que han pasado por delante de sus ojos, las mismas que conforman una personalidad singular y guían una vocación literaria que sigue ampliando horizontes.