¿Puedo escribir sobre la elección del militante socialista que sustituirá a Pedro Ramos en el Senado? ¿Puedo hacerlo sin que les moleste? No son preguntas retóricas. Quiero saber si se me deja o no escribir sobre este asunto, y si en el caso de hacerlo y no coincidir con el punto de vista al respecto de Santiago Pérez o de cualquiera de sus palanganeros a sueldo seré objeto de una denuncia judicial o –sencillamente– de un aguacero de insultos. ¿Puedo o no puedo? Durante años se ha escrito sobre los candidatos al Senado y al Congreso de los Diputados. Hemos escrito sobre candidaturas y cabezas de lista, sobre agrias disputas en las primarias y de los intereses (personales y políticos) que estaban en juego en la configuración de las listas. Hemos escrito sobre el desarrollo de los congresos de los partidos, sobre los materiales que conforman los liderazgos isleños, sobre el crecimiento y caída de figuras supuestamente carismáticas, sobre el modelo clientelar que con variaciones han practicado los cuatro mayores partidos de Canarias. Pero aunque la sustitución de Pedro Ramos en el escaño senatorial que apenas ha ocupado un año esté transcurriendo en circunstancias objetivamente infrecuentes –por no decir extraordinarias– no debe escribirse una palabra sobre el asunto según el nuevo redactor jefe de Tenerife, que ha demostrado por enésima vez que su valor político deviene de una cualidad harto discutible: ha sido incapaz de defender con transparencia y gallardía su candidatura al Senado. Incapaz de explicar (él, el beneficiario de la operación) por qué debe sustituir a Ramos y no ningún otro compañero del que vuelve a ser su partido del alma, después de una década de ponerlo a parir y ahumarlo con sus desprecios.

Los cuadros y militantes del PSOE no claman para que Santiago Pérez sea senador. El origen de esta maniobra está en el alcalde de La Laguna, Luis Yeray Gutiérrez, con la obvia participación en la misma de Ramos, su antiguo tutor político. Es curioso porque Gutiérrez, en el mandato pasado, fungió como asesor en el grupo municipal socialista, primero de Javier Abreu, y después de Mónica Martín, que se mantuvo leal –y con ella Gutiérrez– a las instrucciones del PSOE hasta pocos meses . El arquitecto del pacto de gobierno entre PSOE, Podemos y Avante no fue otro que Santiago Pérez. Se supone que el escaño, en fin, representa un hermoso acto de agradecimiento al veterano político lagunero, el viejo patricio, colmado de dignidad. No es exactamente así.

Gutiérrez cree que Pérez debe ser desactivado. Para siempre. El Senado es un galardón por los servicios prestados, pero también una jaula para sexagenarios presa de un narcisismo demasiado voluptuoso. Nunca más un partidete-sarpullido. Nunca más sustraerle al PSOE 2.000 o 3.000 votos. Para 2023 el joven alcalde quiere garantizarse una mayoría tan amplia que pudiera llegar a ser absoluta. Pérez no suma nada, pero pudiera restar un par de concejales. Gutiérrez se lo comunicó a Ángel Víctor Torres y le pareció una propuesta juiciosa. El presidente tiene en La Laguna una agrupación que lo apoyó en su día a capa y espada. No sería inteligente desoírla. La dirección del PSOE ha metabolizado velozmente los deseos de don Luis Yeray, que hubiera preferido convertir a Pérez en una estatua ecuestre en la calle Herradores, pero que se resigna a designarlo senador. Él se deja querer: tiene sus propios planes. Como siempre.