Comenzamos opinando en 2021 como una continuidad inevitable de 2020, y aunque no es agradable seguir con el pesado bicho coronavirus, lo cierto es que la sanidad y los sanitarios han sido los protagonistas principales de 2020, y lo van a seguir siendo en 2021, aunque por lo menos con noticias más esperanzadoras al comenzar a vacunarse a las personas mayores que viven en residencias y a los trabajadores que las cuidan. La realidad inevitable es que 2020 nos ha dejado pendientes asuntos relacionados directa e indirectamente con la pandemia de la COVID-19, como es la gravísima amenaza de una tercera ola de contagios, enfermos y muertos.

El 2020 sanitario trajo consigo relevos en el Ministerio de Sanidad (Salvador Illa) y en la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias (Blas Trujillo), al tiempo que se ha confirmado el incalculable valor y entrega de los trabajadores sanitarios en momentos tan difíciles, muchos de ellos sufriendo la enfermedad o pagando con su vida el trabajo realizado, y concretamente en España 80 médicos y 5 enfermeras han fallecido por ello, estimándose que en general más de 7.000 trabajadores sanitarios han muerto en todo el mundo tratando de salvar la vida de pacientes infectados. Hasta ahora se han contagiado en Canarias 28.121 personas, en España dos millones y casi 88 en el mundo, habiendo fallecido 439, 52.000 y cerca de dos millones, respectivamente.

Estaba previsto que durante 2020 se celebraran actos del Año Internacional de la Enfermería, que COVID-19 ha truncado, si bien se ha podido avanzar en que la profesión pueda prescribir e indicar medicamentos de uso humano previa protocolización de su uso, todo un avance de competencias en un momento muy oportuno como la vacunación contra el coronavirus. También se truncaron los actos previstos a partir de febrero de 2020 en el Congreso de los Diputados por los 100 años de la Organización Médica Colegial (OMC), que pretendían reconocer su trayectoria.

Tras la declaración del estado de alarma en toda España el 14 de marzo, durante unos dos meses vivimos confinados, una experiencia tan dura como necesaria, y el arriesgado trabajo de los sanitarios fue muy valorado con los colectivos aplausos a las ocho de la tarde desde los balcones y ventanas de todo el país, y el 6 de octubre el médico José Eugenio Guerrero recogió como representante de todos los sanitarios el Premio Princesa de Asturias de la Concordia, un reconocimiento al esfuerzo de todos los estamentos que componen la sanidad española en su lucha contra el coronavirus.

Cuando uno de cada 10 españoles se había contagiado, afortunadamente la mayoría de forma asintomática, la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM) convocó el 27 de octubre la primera huelga médica nacional en 25 años, y 17 de diciembre el Congreso de los Diputados aprobó la Ley de Eutanasia, que convierte a nuestro país en el sexto del mundo en regular una práctica que respeta la objeción de conciencia de los profesionales, si bien aún no ha cumplido con el trámite parlamentario del Senado.

Y llegamos al año 2021, el de las vacunas, siendo las de Pfizer y BioNTech las primeras, estando ya autorizada la de Moderna, y habrá que esperar a la primavera para disponer de las vacunas de AstraZeneca y la Universidad de Oxford, por un lado, y de Janssen, por otro, que no serán las únicas, puesto que una decena de ellas están en la última fase de ensayos clínicos. Sus efectos beneficiosos no se verán hasta la segunda mitad del año, cuando el Gobierno prevé que se haya alcanzado la inmunidad de grupo, esto es, que al menos el 70% de la población, más de 30 millones de españoles, estén vacunados.

Y llegamos a 2021 sin que el perdido presidente de los Estados Unidos de América deje de seguir llamando la atención con sus trumpadas, y cuando el mundo entero creía que el sistema de seguridad gubernamental más potente del mundo estaba en Washington, una panda de peligrosos fascistoides entra tranquilamente en el hemiciclo del Capitolio (Congreso y Senado) y se fotografían desafiantes en los mismos escaños de los que segundos antes tuvieron que huir los máximos representantes del pueblo norteamericano, lo que confirma que la democracia está en peligro.